La Cuarta Internacional

Su fundación se estableció en un congreso de delegados en París, en condiciones de ilegalidad, a lo largo de todo un día, con 26 delegados representando a 11 países. Hubo delegaciones que no pudieron asistir por las condiciones de persecución que enfrentaban. Trotski, por entonces exiliado en México, tampoco pudo hacerlo. Rudolf Klement, a cargo de la organización de la Conferencia, fue asesinado pocos días antes de su realización, y León Sedov (hijo de Trotsky) unos meses antes por la policía secreta stalinista (NKDV).

Señalaba Trotsky: “no somos un partido igual a los demás. No ambicionamos solamente tener más afiliados, más periódicos, más dinero, más diputados. Todo eso hace falta, pero no es más que un medio. Nuestro objetivo es la total liberación, material y espiritual, por medio de la revolución socialista, de los trabajadores y de los explotados”.

Los antecedentes no eran muy alentadores; tres veces antes de la IV Internacional, los comunistas ya habían intentado (sin lograrlo en forma sostenida) una cohesión internacional. La fundación de la Primera Internacional, en 1864, había sido el primer intento de los sectores más radicalizados del movimiento obrero de organizar internacionalmente la revolución proletaria, con los mismísimos Marx y Engels participando de la misma. La Segunda Internacional fue creada en 1889 con Friedrich Engels como uno de sus fundadores, pero generó mucha controversia su apoyo a la política de los aliados en cuanto a los créditos para la Primera Guerra Mundial. El Partido Bolchevique fundó la Tercera Internacional en 1919, pero terminó transformándose en un instrumento de la política exterior de Iósif Stalin y su ambición hegemónica soviética.

La necesidad de construir la Cuarta Internacional había sido proclamada por Trotski al considerar que la III Internacional había renunciado a defender los intereses de proletariado internacional, y que ese fracaso había sido una de las causas del surgimiento del fascismo y el nazismo en Europa.

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Logo de la IV Internacional

 

Logo de la IV Internacional

 

 

 

Trotski entendía la IV Internacional como “el partido mundial de la revolución proletaria”, con presencia en los distintos países pero actuando unidos con la revolución mundial como meta final. Los ejes programáticos se basaban en la “teoría de la revolución permanente”, la aplicación del llamado “Programa de Transición” y el internacionalismo (la revolución socialista sólo podría triunfar definitivamente si se daba a nivel mundial).

En su “Carta abierta por la Cuarta Internacional”, Trotsky califica como “terrible” la situación a la que el capitalismo estaba conduciendo a la humanidad, en el marco de la cual la IV Internacional debía abrirse paso: “la desintegración de la economía mundial, las decenas de millones de desocupados, la ruina del campesinado, colocan imperiosamente a la revolución socialista en el orden del día. Los trabajadores, amargados y sometidos, buscan una salida. La postración, derrumbe y putrefacción de las Internacionales Segunda y Tercera dejan al proletariado carente de dirección revolucionaria y conducen a las masas pequeñoburguesas hacia la desesperación. Debatiéndose en la garra de contradicciones insalvables, el capitalismo prepara una nueva masacre de los pueblos”. La dialéctica socialista a la orden del día.

La revolución era la única alternativa realista, decía Trotski, frente a la barbarie capitalista; la clase obrera debía plantearse como tarea la toma del poder. Pero faltaba una organización revolucionaria internacional que levantase las banderas del internacionalismo proletario y que luchase por la revolución mundial. La clase obrera aún no contaba con un partido de este tipo para disputarles la dirección al stalinismo y la socialdemocracia (considerados los extremos opuestos), para derrotar a los imperialistas, para luchar por la liberación nacional a las colonias y semicolonias y para iniciar la revolución política en los Estados obreros burocratizados. Esta era la “enorme responsabilidad” de la que hablaba Trotski y que la Cuarta Internacional se proponía asumir.

Esto significaba hacer equilibrio entre un “programa mínimo” de reformas parciales en el marco de la sociedad burguesa, como la conquista de las 8 horas de trabajo, del derecho a formar sindicatos y partidos, etc., y un “programa máximo” de revolución socialista, que se planteaba en actos multitudinarios pero que estaba totalmente alejado de la práctica cotidiana.

Para establecer un puente entre el “programa mínimo” y “máximo”, el programa “debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de la clase obrera y conduciendo a una sola conclusión: la conquista del poder por el proletariado”. A ese programa se lo llamó “Programa de Transición”.

En primer lugar, el Programa de Transición planteaba la necesidad de los trabajadores de contar con organizaciones de masas para llevar adelante sus demandas, sobre todo los sindicatos. Trotski rechaza la participación en la Cuarta Internacional de todo aquel que no haga trabajo en los sindicatos de masas y que no luche desde los mismos contra “su sometimiento al Estado burgués y contra la burocracia sindical”. Sin embargo, señalaba que aún los sindicatos más poderosos no agrupan sino a una parte de la clase obrera, y en general las más calificadas y las mejor pagas; por eso cuando en determinadas situaciones las capas más oprimidas y explotadas del proletariado salen a la lucha, es necesario crear organizaciones especiales que abarquen también a ese conjunto de “masas en lucha”.

También, en relación a cómo llevar adelante esta misión, el Programa de Transición señala que los trabajadores tienen que saber que cuanto más fuerte sea su lucha más fuerte será el contraataque del capital. Y así plantea, según el nivel de enfrentamiento, la creación de destacamentos obreros de autodefensa, comenzando desde la puesta en pie de piquetes de huelga para una lucha particular hasta la conformación de milicias obreras cuando los enfrentamientos se hacen más agudos o generales.

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, la sede del Secretariado General de la IV Internacional se trasladó a New York. Y comenzaron los problemas. En 1940, el que entonces era el partido más importante de la Cuarta Internacional, el Partido Socialista de los Trabajadores (Socialist Workers Party, SWP) de los Estados Unidos, sufrió una división. La escisión fue protagonizada por una fracción minoritaria que discrepaba con las posiciones de Trotski.

El asesinato de Trotski en México en agosto de 1940 a manos de Ramón Mercader, un agente comunista español de la NKVD enviado por Stalin, significó un grave golpe político para la Cuarta Internacional, que quedó muy debilitada y con una dirección muy joven e inexperta, elegida en su segundo congreso mundial en 1946.

Otra gran crisis se produjo en 1953, cuando los grupos trotskistas y stalinistas no se pusieron de acuerdo en la acción a seguir ante una hipotética Tercera Guerra Mundial, (la teorización de todo, la intelectualización de todo y pelearse por ello y porque nada les viene bien es una clásica manera de ser de la izquierda). La Internacional terminó dispersa en diversas fracciones (lo dicho).

En la década de los 60 se produjo una reunificación en torno al planteamiento de que la revolución cubana había producido un nuevo Estado obrero. Sin embargo la reunificación duró poco, ya que empezó la disputa sobre si alentar la construcción de guerrillas foquistas o priorizar al partido revolucionario de masas. Nuevamente, la Internacional se rompía.

Los izquierdistas, que de todo hacen un discurso, que se quejan por todo, nada les gusta y siempre están buscando romper lanzas y fundar algo nuevo, sobre todo en el plano teórico y dialéctico, no fueron capaces a lo largo del tiempo de unificar un discurso, un método y mucho menos una acción concreta, terreno en el que patinaron hasta el fracaso en todos los ámbitos de sus organizaciones. En fin.

Desintegrada la Cuarta Internacional, que no fue más que una institución que teorizó y discutió sin hacer mucho mientras el mundo estaba paranoico, surgieron numerosas agrupaciones que se reivindicaron como sus herederos, muchas de las cuales existen al día de hoy: el Secretariado Unificado, que ha apoyado a gobiernos como el de Prodi en Italia o el de Lula en Brasil; la sección inglesa de la IV Internacional, cercana a la Corriente Marxista Internacional, orientada a las organizaciones de masas de la clase obrera con alguna llegada en Venezuela y Brasil, y cerca de organizaciones estudiantiles en España; la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI), que está presente especialmente en Latinoamérica, España e Italia; la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional (CRCI) con secciones en 3 continentes y 10 países, entre las que se encuentran el Partido Obrero de Argentina, el Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia, el Partido de los Trabajadores de Uruguay y el Partido Comunista de los Trabajadores de Italia; la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional, (FT-CI) que tiene llegada en Argentina (en el PST), Brasil y España; la International Socialist Tendency, alejada de la IV Internacional aunque se consideran herederos de las ideas de Trotski; la Corriente Comunista Internacional que reproclamó en 1993 la IV Internacional, aunque no es reconocida por ningún otro grupo, y varios grupos menores más.

Nombres larguísimos, discusiones eternas, burocracia interna, muchos caramelos de distinto sabor con envoltorios de matices algo diferentes pero con la misma marca desde hace muchísimos años.

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