Desde su perspectiva, varias de las medidas impulsadas por la Revolución Cubana, como la Ley de Reforma Agraria, habían afectado tanto los intereses estadounidenses en la isla como para desencadenar esa intervención. Como respuesta, la administración de Eisenhower tomó decisiones con el objetivo de derrocar el régimen de Fidel Castro. Las medidas fueron de diverso alcance y comprendían, entre otras, el bloqueo económico, el apoyo a grupos armados potencialmente insurgentes dentro de Cuba, la filtración de espías, la quema de campos de caña de azúcar, intentos de asesinato a dirigentes de la Revolución y violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra estadounidenses.
El presidente Kennedy heredó de Eisenhower el plan de invadir la isla sin comprometer al ejército norteamericano, y así fue como la predicción de Castro terminó haciéndose realidad en abril de 1961, cuando 1500 exiliados cubanos anticastristas entrenados por la CIA llegaron a Playa Girón, en Bahía de Cochinos, en barcos americanos y con armas americanas. Castro arrasó con la invasión en menos de 72 horas: murieron 400 atacantes y el resto se rindió.
La CIA había pronosticado que el ataque a Bahía de Cochinos provocaría un alzamiento general contra Fidel, pero se equivocó, ya que la mayoría de los cubanos apoyaba a Castro, quien había estimulado tanto el orgullo nacional cubano como la postura antinorteamericana. El cierre de casinos y prostíbulos en La Habana, sus programas de construcción de viviendas, de educación y de salud pública fueron tan bien recibidos como la ejecución de 500 oficiales de la dictadura de Batista.
Kennedy aceptó su responsabilidad por la mala organización de la fallida invasión, y Castro aprovechó para guiñarle un ojo a la Unión Soviética (“otra vez no me agarran”, habrá pensado), afianzar su relación con ellos y anunciar que Cuba seguiría el camino del comunismo. Así las cosas, Cuba pasó a ser otro escenario en el que EEUU y URSS continuarían su prolongada Guerra Fría.
La URSS y EEUU siempre evitaron una confrontación armada directa en su disputa por la supremacía ideológica y territorial. Sin embargo, durante dos tensas semanas de octubre de 1962, las dos superpotencias se enfrentaron cara a cara y casi provocan una guerra nuclear. Esa situación de “casi salto al vacío” se llamó (por fin llegamos) “La crisis de los misiles”. La crisis en sí empezó en octubre, pero los misiles habían empezado a llegar a Cuba desde junio. La secuencia de acontecimientos fue más o menos así:
Como respuesta al fracaso de Bahía de Cochinos, Estados Unidos pone en marcha la Operación Mangosta: un plan secreto de invasión militar a Cuba, ahora de manera directa y utilizando al ejército estadounidense. Pero los servicios de Inteligencia de la Unión Soviética detectan el plan de invasión militar inminente y notifican a Cuba.
El líder soviético Nikita Khrushchev le propone a Castro la instalación en Cuba del misil balístico de alcance medio R-12 como medida “disuasiva” (los paréntesis tómelos o déjelos, como prefiera) contra los planes secretos (no tan secretos ya) del gobierno estadounidense. Fidel no está del todo de acuerdo, pero propone un acuerdo militar entre Cuba y la URSS, en el que se establece que una invasión a Cuba sería equivalente a un ataque directo a la Unión Soviética; Khrushchev insiste en que la instalación de los misiles no solo serviría para proteger a Cuba, sino también para aumentar la capacidad defensiva de todo el bloque socialista. El líder cubano acepta, pero sugiere que la decisión del traslado y la instalación de los misiles se haga pública. Sin embargo, los soviéticos se niegan a hacerlo antes de que los mismos queden totalmente operativos. No quieren avivar giles, en la jerga criolla. Y se hizo al modo soviético, y tampoco es que Castro se ofendió mucho, eh. Más bien hizo la gran Pilatos y los dejó hacer.
Así es como los soviéticos deciden llevar a cabo la llamada “Operación Anádir”: una operación secreta destinada a desplegar misiles balísticos de alcance medio, aviones caza, bombarderos y una división de infantería mecanizada en Cuba, creando así una fuerza en suelo cubano capaz de prevenir o defender a la isla de una invasión por parte de los Estados Unidos. Dicha fuerza estaba bajo el mando del general Issa Plíyev, veterano oficial condecorado de la Segunda Guerra Mundial.
Así las cosas, entre el 17 de junio y el 22 de octubre de 1962 el gobierno de la URSS remitió a Cuba 24 plataformas de lanzamiento, 42 misiles R-12, 45 ojivas nucleares, 42 bombarderos Ilyushin Il-28, un regimiento de aviones de caza que incluía aeronaves MiG-21, dos divisiones de defensa antiaérea soviéticas, cuatro regimientos de infantería mecanizada y otras unidades militares, alcanzando unos 47.000 soldados en total establecidos en Cuba. Lo que se dice un montón de gente y vituallas de guerra.
Claramente, un emplazamiento militar de este tipo, base de misiles incluida, potencialmente podía vulnerar a EEUU. Pero los aviones espías U-2 norteamericanos (volando y violando el espacio aéreo cubano, debe decirse) no tardaron en detectar la presencia de las bases de misiles. Estados Unidos pide entonces explicaciones a la URSS, pero esta vez los líderes soviéticos prefieren probar la táctica del engaño y seguir ocultando la operación (en buen cristiano, se hacen los zonzos).
El presidente Kennedy y sus consejeros discuten cómo responder; las sugerencias van desde la pasividad (“no hay ninguna diferencia entre morir por un misil enviado desde URSS o desde Cuba”, dijo el Secretario de Defensa, Robert McNamara) hasta la invasión inmediata. Kennedy opta por un bloqueo aeronaval, y comunica su decisión al pueblo norteamericano en un mensaje televisado el 22 de octubre, en el que llega a mencionar “he ordenado a las Fuerzas Armadas que se preparen para cualquier eventualidad”. Lo que se dice “la guerra a la vuelta de la esquina”. Para cumplir este bloqueo se desplegaron barcos y aviones de guerra estadounidenses en el Mar Caribe a partir del 23 de octubre, destinados a ejercer un auténtico bloqueo aéreo-naval. La Organización de los Estados Americanos (OEA), presionada por EEUU, participa del asunto; impone sanciones al gobierno cubano y se forma una flota combinada estadounidense-latinoamericana en la cual participan, entre otros, los destructores argentinos Rosales y Espora.
Los buques estadounidenses continúan buscando navíos soviéticos en ruta hacia Cuba, ordenando por radio su desvío en caso de hallarlos, pero ninguno de los dos bandos se atreve a usar la fuerza para lograr sus fines,.
El 26 de octubre Khrushchev envía un mensaje a Kennedy buscando llegar a un acuerdo: los buques soviéticos se retirarían si el gobierno estadounidense hacía una declaración pública renunciando a derrocar al régimen de Fidel Castro y ofreciendo no patrocinar ningún ataque bélico con ese fin. Parece ser un buen paso, pero el sábado 27 de octubre la defensa antiaérea soviética en suelo cubano detecta, intercepta y derriba un avión espía U-2 estadounidense, aumentando aún más la tensión. Esta resulta ser la única víctima de la crisis de los misiles, ya que se mismo día Khrushchev reafirma ante Kennedy la propuesta del desmantelamiento de las bases soviéticas de misiles nucleares en Cuba a cambio de la garantía formal y pública de que Estados Unidos no realizaría ni apoyaría una invasión al territorio cubano. Además, la propuesta soviética establecía que los Estados Unidos también deberían desmantelar las bases de misiles nucleares estadounidenses situadas en territorio de Turquía, país fronterizo con la URSS, y el retiro del misil balístico de alcance medio que los estadounidenses mantenían en el sur de Italia.
Los diplomáticos soviéticos y estadounidenses realizaron urgentes consultas en Washington y en Moscú, transmitiendo las propuestas de uno y otro bando para solucionar la crisis, durante todo el día 27. Cuba no participó de las negociaciones, a pesar de que Castro había pedido a Khrushchev no ceder ante Kennedy pues consideraba “inminente” la invasión estadounidense a Cuba.
Tras las negociaciones, Kennedy y su gabinete aceptaron la oferta soviética en la madrugada del domingo 28 de octubre, a espaldas de Fidel Castro. Kennedy aceptó finalmente la condición que pedía la URSS de no invadir Cuba ni apoyar grupo alguno anticastrista que tuviera esa intención.
Así pudo superarse esta crisis, sin dar muestras de debilidad ni de derrota por ninguna de ambas potencias, ya que el teatro de la Guerra Fría quedó así igualado. Volvió a evitarse el conflicto armado directo y quedó como yapa la creación del llamado “teléfono rojo”, una línea de comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin, con el fin de optimizar las comunicaciones entre ambas potencias durante eventuales crisis, evitando las demoras diplomáticas y tratando de subsanar posibles “malentendidos”.
Finalmente, el 29 de octubre Nikita Khrushchev envió a Fidel Castro un informe comunicando los términos del acuerdo entre la URSS y EEUU, ya firmado por ambas potencias, y entonces cada uno a su casa y a dormir.
Con un ojo abierto, claro.
Quisiera conocer la Fuente de esta Información sobre la Guerra Fría.