La conferencia de Wannsee y la Solución Final

Reinhard Heydrich, segundo de las SS detrás de Heinrich Himmler y su hombre de mayor confianza, convoca y organiza la reunión con el fin de debatir la “solución final al problema judío en Europa”. La “Solución Final” era el nombre en código que utilizaban los nazis para designar la destrucción deliberada y cuidadosamente planeada (el genocidio, ni más ni menos) de todos los judíos de Europa.

La Conferencia de Wannsee, como se la conoce históricamente, no marcó el comienzo de la “Solución Final”. Los nazis ya estaban matando brutalmente a los judíos en Polonia y en la Unión Soviética ocupada. En todo caso, la Conferencia de Wannsee fue el lugar en donde la “Solución Final” fue revelada formalmente a los líderes que no eran nazis y que ayudarían a organizar las operaciones necesarias para que los judíos de toda la Europa bajo ocupación alemana fueran trasladados a campos de “exterminio” operados por las SS y ubicados en Polonia. Ni uno solo de los hombres presentes en Wannsee objetó la política anunciada; nunca antes un estado moderno se había propuesto asesinar a un pueblo entero.

La ideología nazi y sus paradigmas de antisemitismo y pangermanismo necesitaban abocarse a resolver organizadamente ambas cuestiones; para ello, había que eliminar a los judíos y obtener una expansión territorial que permitiera a Alemania extender el espacio para la gente aria, lo que buscó atacando a Polonia y a la URSS.

La discriminación contra los judíos, que había comenzado bastante tiempo atrás pero se llevaba a cabo al margen de la ley, fue oficializada en Alemania tras la toma del poder por parte de los nazis. Las leyes promulgadas desde entonces comenzaron a excluir a los judíos de la vida cotidiana, de la profesión legal, del servicio civil, y del derecho a ejercer otras profesiones. El régimen empleó tanto la violencia como la presión económica para instar a los judíos a abandonar el país voluntariamente. Se prohibió la entrada de los negocios judíos al mercado y la publicidad de los mismos en los periódicos, mientras que los judíos vieron negada la posibilidad de obtener contratos gubernamentales. Los ciudadanos judíos sufrieron hostigamientos, ataques violentos y boicots a sus comercios.

En septiembre de 1935, esto se profundiza aún más: se aprueban las Leyes de Nuremberg. Estas prohíben los matrimonios entre judíos y personas de origen germánico y las relaciones extramatrimoniales entre judíos y alemanes. La ley indicaba que solo aquellos que tuviesen sangre alemana podían ser considerados ciudadanos. En consecuencia, los judíos, junto con otros grupos marginales, fueron despojados de su nacionalidad alemana. “Nosotros decimos quién es ario y quién no”, decía Göering. Un decreto suplementario emitido en noviembre definía como judío a cualquiera que tuviera al menos tres abuelos judíos o, en el caso de que el sujeto fuese seguidor de la fe judía, bastaba con tener dos. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, alrededor de 250.000 judíos abandonaron Alemania.

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Gráfico publicado por el gobierno nazi en 1935, explicando los esquemas familiares que determinaban la limpieza de sangre.
Gráfico publicado por el gobierno nazi en 1935, explicando los esquemas familiares que determinaban la limpieza de sangre.

 

En el invierno de 1941-1942, un gran número de judíos deportados de Alemania eran fusilados apenas llegaban a sus destinos en Europa oriental. Estas matanzas, sin embargo, se desarrollaban según decisión de los comandantes locales de la SS, sin que se dictara ninguna orden general o específica sobre preservación o exterminio de judíos. La decisión sobre quién vivía y quién moría todavía dependía notablemente de la autonomía regional y de la conveniencia logística (escasez de alojamiento y comida o ee mano de obra), mientras se seguían masacrando a los judíos no aptos para trabajar.

A los líderes nazis (Hitler-Himmler-Göering) se les ocurrió entonces dar un paso más: ordenar la transición desde el asesinato arbitrario y regional hacia la muerte impuesta por orden directa de la autoridad máxima, cumpliendo así una política de exterminio total y eficiente. La implementación del programa de genocidio fue confiada al subjefe de la SS Reinhard Heydrich.

El 29 de noviembre de 1941, Heydrich envió invitaciones para la celebración de una conferencia ministerial, la cual tendría lugar el 9 de diciembre. No obstante, unos días antes se decidió el cambio de la sede a la que sería la definitiva, una mansión muy cerca de allí, en Wannsee. Ocurrió que entre la fecha de la emisión de las invitaciones a la conferencia (29 de noviembre) y la fecha fijada para la primera reunión, la cual sería cancelada (9 de diciembre), la situación de la guerra tuvo cambios importantes: el 5 de diciembre, el Ejército soviético inició una contraofensiva cerca de Moscú, desbaratando los planes alemanes de llevar a cabo una rápida conquista de la Unión Soviética; dos días más tarde, se produjo el devastador ataque japonés en Pearl Harbor, lo que provocó la entrada en el conflicto por parte de los EEUU. En respuesta a este hecho, los alemanes declaran la guerra a EEUU el 11 de diciembre. Algunos de los invitados a la reunión se encontraban inmersos en estas preparaciones, por lo que Heydrich se vio obligado a aplazar la reunión.

Alrededor de estas fechas, además, Hitler decidió que los judíos europeos tenían que ser exterminados inmediatamente en lugar de después de la guerra, a la cual no se le veía un final cercano. El líder nazi se juntó con los oficiales más importantes del partido y expuso sus intenciones. La guerra estaba aún en curso y, considerando que el transporte de hordas de personas a través de zonas en combate era imposible, Heydrich decidió que los judíos que viviesen en el área polaca bajo ocupación alemana tenían que ser exterminados en los campos de exterminio situados en tierra polaca; con los judíos del resto de Europa se haría lo mismo.

El 8 de enero de 1942, Heydrich envió de nuevo las invitaciones para una reunión fijada para el 20 del mismo mes. El lugar elegido para la conferencia fue una villa situada en el 56-58 de Am Groben Wannsee, con vistas al lago Wannsee. Además, adjuntó una copia de la carta que le había escrito Hermann Göering (junto a Himmler, uno de los dos convocantes a resolver el asunto), en la que le había autorizado para planear la “solución final a la cuestión judía”. Los ministerios que tendrían representación en la reunión serían el de Interior, la Cancillería (Martin Luther), el de Justicia (Roland Freiser), el del Plan de los Cuatro Años (Erich Neumann), el de Propaganda y el ministerio del Reich para los Territorios Ocupados del Este (Alfred Meyer). Adolf Eichmann, de la Gestapo, era el lugarteniente de Heydrich en la organización de la reunión.

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Orden de Göring a Heydrich.

Orden de Göring a Heydrich.

 

Heydrich inició la conferencia con una enumeración de las diferentes medidas que los alemanes habían llevado a la práctica contra los judíos desde la llegada de los nazis al poder en 1933. Informó que había aproximadamente once millones de judíos en toda Europa, de los cuales al menos la mitad se encontraban en países fuera del control alemán. Explicó que se llevaría a cabo una nueva solución: “evacuar” a estos hacia el este; esta solución sería temporal y constituiría un paso hacia la solución final de la cuestión judía.

Heydrich trazó ante los asistentes el mapa de acceso a los campos de exterminio. Los obstáculos logísticos seguían siendo importantes. Matar de hambre todavía era un recurso útil; bajo separación por sexos, los judíos capacitados para trabajar serían llevados a estas áreas para construir carreteras; en el transcurso, una gran parte seguramente moriría por causas naturales. Los del posible remanente final, al formar parte, indudablemente, de la porción más resistente, tendrían que ser tratados “de acuerdo a esta condición”, ya que en caso de ser liberados actuarían como “la semilla del renacimiento judío”. Hubo conversaciones notablemente detalladas sobre la construcción y organización de los campos y los métodos de exterminio y sobre las virtudes del gas. En este tópico, se consideró el hecho de que muchos soldados nazis sentían aversión por la ejecución personal de los judíos, y mostraban secuelas de trauma psíquico; además, era incómodo el manejo posterior de cuerpos desplegados sobre el terreno. “Aniquilación” y “exterminio” fueron de las palabras más escuchadas en la reunión.

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Reinhard Heydrich.
Reinhard Heydrich.

 

Un consejero ministerial sugirió que quizá fuera mejor incinerar los cuerpos de las víctimas en lugar de enterrarlos (“quizá después de nosotros venga una generación que no comprenda todo este asunto…”), a lo que Odilo Globocnik, de las SS, contestó; “caballeros, si por detrás de nosotros hay alguna vez una generación tan débil y temblorosa que no comprenda nuestra hazaña, entonces todo el nacionalsocialismo habrá sido en vano…”.

Un resultado importante de la conferencia fue el acuerdo de que, en adelante, la SS tendría autoridad absoluta sobre el destino de los judíos en Europa; ningún otro departamento del Reich podría apelar en su contra, y se perseguiría el objetivo político de limpiar de judíos todo el imperio nazi. Hay que decir que esto se puso en marcha con indudable rapidez: a mediados de marzo de 1942, seguía con vida casi el 75% de cuantos perecieron en el Holocausto; once meses después, ese mismo porcentaje había muerto.

Heydrich continuó diciendo que en el desarrollo de la “ejecución práctica de la solución final”, se “peinaría Europa de oeste a este”, pero que Alemania, Austria y el Protectorado de Bohemia y Moravia tendrían prioridad “como consecuencia de los problemas de vivienda y las necesidades sociales y políticas adicionales”. Los judíos “evacuados”, dijo, serán enviados en primer lugar a “guetos de tránsito” situados en la Gobernación General, desde los cuales serán transportados hacia el este. Heydrich dijo que para evitar las dificultades legales y políticas que pudiesen surgir era importante definir quién era judío para los propósitos de la “evacuación”. Con ese propósito, definió las categorías de personas judías que no serían asesinadas. Estas contenían a los judíos mayores de 65 años y a los judíos veteranos de la Primera Guerra Mundial que hubiesen sufrido durante dicha contienda lesiones graves o que hubieran recibido condecoraciones. Estos serían enviados al campo de concentración de Theresienstadt en vez de ser ejecutados.

La situación de aquellos cuya sangre solo era en parte judía o la de los judíos que estaban casados con personas no judías era más compleja. Tras la aprobación de las Leyes de Nuremberg en 1935, la condición de estos se había dejado ambigua de una manera deliberada. Heydrich anunció que los “mischlinge” (algo así como “los mestizos”, un término peyorativo nazi empleado para referirse a las personas con dos abuelos judíos) serían tratados como judíos. Pero había “mestizos” de primer grado, de segundo grado, etc, en fin, muchas combinaciones diferentes, lo cual complicaba las decisiones a tomar en cada caso. El Dr. Wilhelm Stuckart, uno de los coautores de las Leyes de Nuremberg, estaba presente para dilucidar las situaciones que surgieran al respecto.

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Wilhelm Stuckart.
Wilhelm Stuckart.

 

Se trataron las cuestiones formales y se señalaron las dificultades legales y administrativas en lo concerniente a los matrimonios mixtos y propusieron la disolución obligatoria de estos o un uso más extendido de la esterilización como una alternativa más sencilla. Se abogó por la exoneración de los judíos que trabajasen en las industrias, ya que estas eran vitales para la guerra y los trabajadores no tenían sustitutos disponibles. Heydrich le aseguró que la política ya contemplaba ese caso; tales judíos no serían ejecutados.

En total, Heydrich habló cerca de una hora. A su discurso le siguieron unos treinta minutos de preguntas y comentarios, sucedidos por una conversación de carácter más informal. Así de sucinta fue la reunión en la que se decidió cómo matar más y mejor. Josef Bühler, secretario de estado del Gobierno General, manifestó su apoyo al plan y sus deseos de que las ejecuciones comenzaran lo antes posible. Según se acercaba el final de la reunión, los asistentes se sirvieron cognac y, tras esto, la conversación se tornó menos reservada. Adolf Eichmann, que actuó en la reunión activamente como secretario de la reunión, anotó que Heydrich quedó satisfecho con el desarrollo y el resultado de la misma.

No deja de ser llamativo que, aunque los líderes nazis afirmaron de manera repetida y pública el compromiso de eliminar a los judíos europeos, la implementación detallada de “la Solución Final” se mantuvo inicialmente como un secreto celosamente guardado en las más altas esferas: incluso Hitler y sus socios temían la respuesta mundial, y sobre todo el impacto sobre su propio pueblo, si se revelaban en público sus decisiones.

La conciencia sucia, que le dicen.

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