El trece de febrero de 1886, nace Ricardo Güiraldes. El segundo hijo del matrimonio entre Manuel Güiraldes y Dolores Goñi, fue nombrado en honor a los médicos que asistieron al parto. Un año después la familia se traslada a París donde residirán los siguientes cuatro años. Regresan cuatro años más tarde, a la convulsionada Argentina de 1890, atravesada por una fuerte crisis económica, y donde poco después tendría lugar la Revolución del 90.
Ricardo pasa sus días entre la casa de los abuelos Güiraldes en la periferia de Buenos Aires y la estancia de su padre en San Antonio de Areco. Es allí donde conoce a Víctor Taboada, José Hernández, Ramón Cisneros, Crisanto Núñez y Nicasio Cano. En esos días comienza a escribir una suerte de diario de la vida en la estancia que él mismo ilustra.
Luego de pasar desinteresadamente por las carreras de arquitectura y derecho, Ricardo comienza a involucrarse cada vez más en la literatura, para preocupación de su padre. Poco antes de la celebración del Centenario en 1910, Ricardo viaja a Francia. El viaje es importante para el futuro escritor, quien comienza a hacer los borradores de El cencerro de cristal y principalmente de Raucho. La aventura por Europa se extiende e incluye Italia, Grecia, Constantinopla, Egipto, India, China, Japón, Rusia y Alemania.
Ya de vuelta en Buenos Aires integra en 1912 un grupo de artistas y escritores que se reúnen en el taller de Alejandro Bustillo. El grupo lo integran Diehl, Lagos, Victoria Ocampo, Alberto Girondo y otros. Es en este ámbito donde conoce a Adelina del Carril, con quien se casa en 1913.
En 1915 aparecen “Cuentos de muerte y sangre” y “El cencerro de cristal” en el que conviven prosa y verso. El ambiente literario del momento no estaba acostumbrado a la yuxtaposición y “El cencerro..” recibe algunas críticas no muy alentadoras. Varios de los cuentos son publicados en la revista “Caras y Caretas”, gracias a Horacio Quiroga.
En 1917 finalmente se publica Raucho, que había iniciado siete años antes. También trabajan con González Garaño en un ballet que llamarían Caaporá y que no llega a concretarse por la enfermedad del bailarín Nijinsky a quien habían apalabrado para representarlo. En 1918 publica en “El cuento ilustrado” que dirige Horacio Quiroga una novelita que se titula Un idilio de estación y que más tarde se editará con el título de Rosaura.
Regesa a París con su esposa. Trabaja en Xaimaca y traba amistad con el escritor Valery Larbaud, quien está en contacto con los grandes escritores franceses de ese tiempo como Gide, Saint John Perse, Claudel y otros a los que lo presenta, escribiendo además un artículo sobre Ricardo Güiraldes en “La Nouvelle Revue Francaise” en el que le augura un destacado papel en la literatura del nuevo continente.
Es en la ciudad francesa donde Güiraldes escribe los diez primeros capítulos de Don Segundo Sombra. Al fin, en 1920 retornan a la Argentina. Entre 1921 y 1922 escribe los Poemas solitarios, de los cuales tres se publicarán en Proa y el resto póstumamente. A fines de 1922 se publica “Rosaura”. Entre 1923 y 1924 continúa con “Don Segundo Sombra” y por intermedio de Oliverio Girondo se relaciona con Cané, Vignale, Borges, Brandán Caraffa y otros escritores. A fines de 1923 se publica Xaimaca. Por un breve lapso en esa época, Roberto Arlt trabaja como su secretario, quien le enseña los capítulos iniciales de su primera novela El juguete rabioso, obra que Güiraldes le ayuda a pulir literariamente. En 1926 se publica “Don Segundo Sombra”. La obra tuvo un éxito rápido y rotundo. Leopoldo Lugones la comentó en el suplemento cultural de “La Nación”y “Martín Fierro” le dedicó un número de homenaje.
Primera edición de Don Segundo Sombra (1926).
En 1927 Ricardo Güiraldes y su esposa viajan a París con intención de continuar luego viaje a la India. Pero el escritor comienza a percibir los síntomas de lo que más tarde sería diagnosticado como cáncer en la garganta. A finales de ese mismo año Ricardo Güiraldes se entera del Premio Nacional de Literatura otorgado en la Argentina a Don Segundo Sombra. Tres días después, el 8 de octubre, muere en la capital francesa acompañado por Adelina. Sus restos llegan a Buenos Aires el 27 de noviembre. Son recibidos por una comitiva oficial encabezada por el presidente Alvear, para luego ser enterrados en San Antonio de Areco.
