Gabriel Falopio estudió en Ferrara, enseñó en Pisa y en Florencia trabajó para los Medici (parece que disecó uno de los leones que los políticos y banqueros albergaban en su ménagerie). Fue sucesor de Vesalio en la cátedra de Padua y en uno de sus libros se dedicó a corregir los errores cometidos por su predecesor en su monumental “Fabrica”.
A diferencia del texto de Vesalio, “Observationes anatomicae” no tienen ilustraciones, allí constan excelentes y originales observaciones sobre el oído, los ojos, los dientes, la vejiga, sus esfínteres y las célebres trompas que lo inmortalizaron. También se le reconoce la descripción del morbo gálico, el mal francés, sinónimo de sífilis , que se diseminó en Europa después del sitio de Nápoles. Justamente para evitar la diseminación de esta enfermedad diseñó el primer condón de tripa y lino (un precursor del material biodegradable antes de los tiempos del caucho).
Este adminiculo se mantenía en su posición gracias a un cinto, y venía con un manual de instrucciones en latín, donde sugería que fuese sumergido en leche tibia antes de ser utilizado. Sobre la efectividad en su uso consigna; “Realicé el experimento con 1.100 hombres y pongo a Dios como testigo de que ninguno de ellos resultó infectado”. Supuestamente, el nombre del condón se atribuye a un tal Dr. Condóm, que atendió a Carlos II de Inglaterra, aunque este sea solo un mito, porque ya se utilizaba un preservativo 100 años antes del monarca británico.
También fue botánico y un género de plantas lleva su nombre, la Fallopia.
Murió muy joven, probablemente de tuberculosis. Su nombre se ha eternizado en un órgano como el de pocos anatomistas a lo largo de la historia de la humanidad.