La batalla de Monte Santiago

1. Introducción

Puente de Gálvez en las invasiones inglesas, Cotagaita, Cancha Rayada, Obligado, fueron duras y completas derrotas de los criollos y de las armas argentinas; pero en ellas se peleó con valentía y se sucumbió ante el número o la capacidad bélica del enemigo. Sin embargo en esas acciones se mantuvo el espíritu, que pareció decaer transitoriamente para resurgir luego en la Reconquista, en Suipacha, en Maipú, o en el final rechazo de los bloqueadores.

Hay alguna otra derrota, como ésta que vamos a tratar, o como la reciente de Malvinas, que con el heroísmo desplegado son una incitación permanente para que el pueblo argentino las tome como ejemplo en sus momentos de peligro; ese recuerdo glorioso levantará los ánimos y formará nuevos héroes. Son reservas espirituales de la Nación. La historia nos enseña que una fuerza armada puede encontrarse enfrentada a una situación de terrible adversidad. Ello puede suceder porque el adversario sea muy superior en número o por la calidad del armamento. Si la desproporción no es tanta y se presentan alternativas favorables, un gran conductor con hombres de elevada moral y espíritu patriótico puede, aun con su ingenio y decisión, obtener la victoria; pero si la desproporción es exagerada y no se puede evitar el combate, entonces queda aún la posibilidad de desgastar lo más posible al adversario y morir con honor para ejemplo de la posteridad.

El hombre, siempre el hombre, con su valor y su ingenio, fue y sigue siendo el arma más eficiente del combate, y cuando es derrotado combatiendo heroicamente, ofrendando su vida, obtiene una victoria a través del tiempo porque su ejemplo logra perdurar en las generaciones futuras y como un hado invisible, como un perfume que incita a la gloria, crea nuevos hombres de espíritu indomable para triunfar en el futuro.

Lo expresado hasta aquí puede aplicarse a la acción de Monte Santiago, combate adverso librado durante la guerra contra el Imperio del Brasil. Allí brilló el espíritu que Brown infundió a sus hombres y allí perdimos a un joven héroe que era promesa de su patria de adopción. Fue una derrota, pero se causó daño a un enemigo superior en cuanto a medios navales y la lección de valor que dieron Brown y sus hombres es un legado de nuestra historia naval que no olvidaremos jamás. Monte Santiago se libró frente a la Ensenada de Barragán el 7 y 8 de abril de 1827, justo en la mitad temporal de la guerra del Brasil y como dijo muy bien Carranza ya no podríamos combatir más en “línea de fila”, es decir, entre unidades de mediano o superior poder; desde entonces el almirante Brown, con su flotilla de goletas y cañoneras, no podría ya inquietar a los brasileños en sus fondeaderos o salir a combatir en inferioridad numérica, pero con alguna posibilidad de triunfo.

Habría combates de unídades menores donde no podían llegar las fragatas corbetas y buenos bergantines brasileños; se defendería el puerto de Buenos Aires incluso una vez hollado por el enemigo y ya no se pelearía con unidades menores en el Uruguay o el Paraná, porque desde Juncal, Brown había alejado a los enemigos. La principal lucha en el mar la librarían nuestros corsarios, vencedores en el segundo semestre de 1827, pese a las pérdidas de varios de ellos y causando preocupación al enemigo y pérdidas en su comercio en 1828, aunque las pérdidas de corsarios aumentaron.

Se había iniciado el año 1827 con las victoriosas acciones del Juncal y Carmen de Patagones, pero la escuadra patriota seguía siendo muy débil para enfrentarse con cualquiera de las tres divisiones imperiales. La fragata 25 de Mayo, que había sido la nave capitana de Brown, luego de su extraordinaria acción en el combate naval de Quilmes, había quedado inservible y era utilizada como pontón de artillería en el fondeadero de Los Pozos.

A fines de marzo de 1827 el gobierno argentino, conociendo los buenos resultados y la importancia que tomaba la guerra naval contra el comercio enemigo, resolvió llevar a cabo un ataque a fondo contra el mismo y para ello dispuso la salida de cuatro naves republicanas del Río de la Plata. Dice el almirante Brown en sus memorias, que contaba con reunir esas cuatro naves con los tres buques que se habían apresado a los brasileños en Carmen de Patagones y formar así una fuerza bastante poderosa para producir una campaña sobre las costas brasileñas. La parte más difícil de la operación era eludir a los buques brasileños que nos bloqueaban.

Desde mediados de 1826 los imperiales tenían una fuerza naval muy poderosa en el Plata. Ella había estado constituida por cuatro divisiones, y la primera, que era la más fuerte, contaba nada menos que con tres fragatas armadas con 62, 52 y 36 cañones, y otras naves menores se ocupaban del bloqueo exterior del río. La segunda estaba compuesta por una fragata con 38 cañones, cuatro corbetas, cinco bergantines y cuatro surnacas y efectuaba el bloqueo interior del río, manteniéndose en las proximidades de Buenos Aires. La tercera división había sido apresada y destrozada por Brown en Juncal y la cuarta, de reserva, la constituían las naves que se hallaban en reparaciones y alistamiento.

II. Las fuerzas en oposición y los preliminares del combate

Quien haya leído los capítulos anteriores del tomo VI de la Historia Marítima Argentina tendrá ya un conocimiento bastante exacto de la estrategia y las tácticas usadas en el mar por la Argentina, para tratar de paliar la enorme superioridad de las fuerzas navales brasileñas. En lo estratégico los planes dependieron de conductores navales tales como Irigoyen, Zapiola y Brown, quienes aplicaron sus conocimientos y experiencia sobre todo de la guerra naval de la Independencia, aunque la situación friera ahora distinta. En el Río de la Plata había una fuerza naval poderosa que no podía ser vencida y a la que sólo se podía impedir o dificultar su actuación en ese teatro de operaciones. En el teatro del Atlántico en cambio la guerra de corso y las incursiones de naves de guerra regulares podían, como ocurrió, causar grandes pérdidas al comercio mercantil, especialmente al costero de los brasileños, y realizar ataques sorpresivos sobre la enorme costa brasileña. En lo táctico brilló la figura excepcional de Brown, que conocía, y supo utilizar en forma extraordinaria la hidrografía y la meteorología del Río de la Plata, y en especial el conocimiento de sus bancos y corrientes para equilibrar en ciertos momentos del combate la superioridad del adversario, por otra parte aguerrido, tenaz y por lo general muy competente profesionalmente.

En ese sentido el almirante llevó ataques sorpresívos a los fondeaderos de las naves enemigas, se atrevió a luchar en inferioridad de condiciones materiales muy notables; pero utilizando los bancos y los bajos fondos, luchar con sus unidades ligeras en sitios de poca agua, donde no podían entrar las fragatas y corbetas enemigas y sí sus unidades de poco calado. Así equilibraba la situación y obtenía éxitos o rechazaba al enemigo. La pérdida de su única unidad de combate de poder, la 25 de Mayo en Quilmes, lo dejó sin mayores posibilidades de éxito para llevar ataques sorpresivos a las unidades mayores del enemigo y el combate de Monte Santiago lo dejó imposibilitado para tomar la ofensiva en el Río de la Plata y tuvo que limitarse a defender las aguas interiores, proteger el puerto de Buenos Aires, combatir con las unidades menores adversarias, ya también superiores y más experimentadas mientras el corso realizaba la única posibilidad ofensiva de la República.

Hasta Monte Santiago entonces quedó esa oportunidad de tratar de llevar una fuerza, siquiera medianamente poderosa, al Atlántico, para atacar al comercio y a las fuerzas navales brasileñas menos poderosas o aun a la costa para operaciones de guerra psicológica, intentos de lograr la defección de las fuerzas mercenarias y aun de los republicanos brasileños o los independentistas de Río Grande del Sur. La Sarandí y la Chacabuco habían reali- zado una tentativa de este tipo a fines de 1826, que había cumplido con creces los objetivos perseguidos, pese a los precarios medios.

Ahora, después del completo triunfo de Patagones, con una “nave de poder” como la Itaparica y otras dos aptas para estas operaciones, más las cuatro que podían salir de Buenos Aires, podía constituirse una fuerza bastante respetable corno para causar serias dificultades al adversario. Los elementos, la superioridad y la capacidad del enemigo impidieron la consecución de las promisorias perspectivas de la operación. y realizar ataques sorpresivos sobre la enorme costa brasileña.

Veamos ahora los efectivos que intervinieron directamente en el combate de Monte Santiago, o sea los que tomaron parte cierta en la lucha.

Fuerza Naval Argentina

1. Bergantín República. 16 cañones (4 de “a 8” y 12 gonadas de “a 18”). Recordemos que gonada es un cañón corto de alcance intermedio entre el de una carronada y un cañón común. Su porte oscilaba en 150 toneladas. Su nombre completo era República Argentina y tenía un calado medio superior a una braza inglesa. Había sido el bergantín mercante Upton, americano. El almirante Brown lo eligió como su capitana al zarpar, su comandante era Guillermo Enrique Granville. La plana mayor comprendía 11 oficiales más entre los cuales citamos al segundo teniente Juan King, al subtenlente D. Guillermo Harrison, al cirujano D. Alejandro Brown, al contador Tomás Wesble, al piloto D. Juan Carlos Wallace, al jefe de la tropa teniente primero D. Francisco Balcarce, a los aspirantes D. José Athwell y D. Enrique B. Mason. La tripulación, de la cual Carranza da más de 80 nombres, superaba los cien. Citamos al contramaestre D. Eduardo Blanchard y al cabo segundo de la tropa Gregorio Torres. Su artillería era la más poderosa de esta fuerza naval.

2. Bergantín Independencia de 22 cañones (6 de “a 12”; 10 de “a 8” y 6 de “a 6”). Era la nave mayor, de más manga que el República, con un calado de dos brazas y media y un porte de 250 toneladas. Era un barco “roncero”, es decir, lento. Su comandante era el mayor Francisco Drummond, su plana mayor comprendía al segundo comandante capitán D. Malcolm Shannon, teniente Roberto Ford, subtenientes D. Silvano Luce, Prudencio Murguiondo, Guillermo Athwell, D. Guillermo Anderson y el aspirante José Celestino Elordi. También el oficial de mar habilitado Guillermo Hall, el contador Patricio Drury y el cirujano Santiago Phillips. El resto de la tripulación era de ‘ cerca de 110 hombres.

3. Barca Congreso, de 18 cañones (2 de “a 12” y 16 de “a 8”). Su calado era de más de 2 brazas y su porte era de 185 toneladas. Su comandante era Guillermo Mason, su segundo el teniente Jorge Luis Love, los subtenientes Carlos Rools y Enrique Wilbrod, el cirujano D. Juan Bisset Baylie, el contador D. Alejandro Livigstone, tres pilotines y el aspirante D. Guillermo R. Mason, el contramaestre D. Grif Jones y componían el resto de la tripula- ción más de 100 hombres.

4. Goleta Sarandí, bien conocida, armada con 7 cañones (1 de “a 16”, 2 de “a 6” y 4 de “a 4”). Calado medio 2 brazas y 150 toneladas de porte. Su comandante era el capitán D. Juan H. Coe; el segundo, el teniente Innis D. Johnston; el contador D. Guillermo Curling; el subteniente Pedro José A. Ravelo y el aspirante D. Carlos Mason. El contramaestre era D. Jaime Brown. El resto sumaba 80 ó 90 hombres.

En total, una fuerza de 4 naves con 63 cañones cuya salva total era de 286 kilogramos de peso.

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Puerto de Buenos Aires.

Puerto de Buenos Aires.

Fuerza Naval Brasileña

Las naves brasileñas que participaron directamente del combate, sin contar las que apoyaron a la distancia, fueron las siguientes:

1. Fragata Doña Paula. 40 cañones de “a 32 y a 24”. Insignia de James Norton.

2. Corbeta Liberal. 22 cañones (Cte. Bartolomé Hayden) ‘

3. Corbeta Marques De Maceió. 18 cañones (Cte. primer teniente J. J. Raposo).

4. Bergantín Caboclo. 18 cañones (Cte. Jorge Santiago. Inglis).

5. Bergantín 29 de Agosto. 18 cañones (Primer teniente Raphael José de Carvalho).

6. Bergantín Independencia ou Morte. 18 cañones (Cte. Francisco Clark).

7. Bergantín Pirajá. 18 cañones (Cte. David Cartes).

8. Bergantín Rio da Prata. 18 cañones (Cte. José Lamego).

9. Lugre Príncipe Imperial. 15 cañones, uno giratorio de “a 18” (Cte. capitán-teniente Ao. Feo. Ribeiro).

10. Goleta Maria Thereza. 12 cañones (Cte. primer teniente Eduardo Wandelock).

11. Goleta Bella Maria. 10 cañones (Cte. Joa- quim Marques Lisboa).

12. Goleta Conceigao. 4 cañones (,Cte. J. Wilson).

13. Goleta Doña Paula. 4 cañones (Cte. Costa Pereyra).

14. Goleta Providencia. 3 cañones.

15. Patache Pará.6 cañones (Cte. Juan Fran. cisco Regis).

16. Goleta Athalante. 2 cañones.

17. Goleta Itaparica. 2 cañones (Cte. Agnello de Bittencourt) –

18. Goleta Ríos. 1 cañón giratorio (Cte. Jorge Cawen o Gowen).

Hemos descartado una goleta, Maria de Gloria, nombrada por un autor; quizá fuera la corbeta de ese nombre que no participó en la acción. También la goleta Esperanza que sólo cita Carranza y cuyo poder cra’menor. No hemos tenido en cuenta en esta lista a la fragata Imperatriz de 62 cañones, insignia del vicealmirante Pinto Guedes, ni a las cor- betas Juruba e Isabel, porque su participación fue de apoyo, aunque la fragata o alguna de las corbetas hayan tirado algunos tiros por elevación.

Resulta entonces que del lado brasileño participaron 18 naves de guerra en forma efectiva y que sus cañones sumaban 229 piezas en su mayoría de calibre mediano y algunas de grueso. La andanada total puede estimarse en más de 2.500 kilogramos. Como algunos autores insisten en que no hubo superioridad numérica muy notable, alegando que sólo combatieron las unidades menores, digamos que la Doña Paula de Norton sola tenía una artillería muy superior a toda nuestra escuadrilla y esta nave descargó toda su artillería en repetidas salvas sobre el Independencia. La corbeta Liberal de 22 cañones arrojó toda su munición contra nuestras naves y los bergantines, que eran cinco, lucharon en todo el fragor del combate.

Creemos que sólo Quilmes presentó una disparidad mayor; pero en esta guerra Brown luchó siempre en inferioridad numérica, excepto en Juncal.

La grata noticia del memorable combate de Carmen de Patagones llegó al Salado por el lugrecito Hijo de Julio, el 2 de abril de 1827. De inmediato el gobierno y Brown se dispusieron a la salida de las cuatro naves que irían a reunirse con las tres importantes presas del río Negro. Vertiginosamente se alistaron las naves, cargaron víveres y municiones y el día 5 embarcaba el almirante Brown en el 9 de Febrero, listo para zarpar si fuera posible al día siguiente. Al caer la tarde del día 6 de abril de 1827 nuestras naves zarparon de Los Pozos, frente a Buenos Aires, y en el lugar que ocupaban las naves que partían hizo fondear otras cuatro naves con el fin de que los bloqueadores no notaran el cambio.

El almirante trataba de pasar inadvertido y navegar lo más pegado posible sobre los bancos de la costa meridional. La segunda división bloqueadora al mando del capitán de navío Sames Norton, se hallaba fondeada a unas 8 millas al ESE de los fondeaderos porteños, pero mantenía navegando en función de vigía a una corbeta y tres bergantines, listos a perseguir cualquier salida patriota. Las naves argentinas, bien pegadas a la costa sur, navegaban hacia el SSE tratando de no ser avistadas por el enemigo. A las tres horas y media de haber zarpado, casi a medianoche, el vigía de la corbeta brasileña Maceio las descubrió y con un cañonazo de alarma puso a la poderosa división imperial en conocimiento de la presencia de las cuatro velas patriotas. El viento norte se hizo más fuerte y rotó al NE con lo cual nuestras naves se acercaron peligrosamente a los bancos del sur. Por esa razón, a las dos y media de la noche, vararon en la punta o saliente del banco Río Santiago los bergantines República e Independencia. La Sarandí y la Congreso, de menos calado, fondearon en las inmediaciones para apoyarlos.

El lugar donde vararon los buques argentinos está situado aproximadamente hacia el NNE y a 4 millas del Fuerte Barragán, cuyas ruinas se conservan hoy muy cerca de la ciudad de Ensenada. La zona presentaba por entonces un aspecto hidrográfico muy diferente al actual. La Ensenada de Barragán era una caleta pequeña a la que se entraba pasando entre el banco de Lara y el de la Punta o Monte Santiago. La antigua ensenada, puerto comercial de Buenos Aires y el único que ofrecía abrigo a los vientos pamperos y sudestadas, se ha cegado cubierta por la sedimentación del río y en su lugar se ha prolongado el río Santiago, que antes desembocaba en el fondo de la caleta. Ya no se puede por allí salir al Río de la Plata, salvo en botes, lanchas o muy pequeñas embarcaciones y con el río crecido.

III. Primer dia de combate, 7 de abril de 1827

En el amanecer del día 7, la situación de los republicanos ya era extrema, pues durante toda la noche, mientras ellos trataban desesperadamente de hacer zafar a sus dos bergantines de las encalladuras, sin lograrlo, se veían y se oían las señales de las naves imperiales de la división Norton que se reunían y alistaban para dar el golpe final a la escuadrilla republicana.

El almirante Brown, meditando sobre la situación, comprendió que la tentativa de salir había fracasado, por una conjunción de infortunios y porque el adversario había adquirido ya una capacidad de combate para ese tipo de acciones que hacían más difíciles las maniobras para burlar el bloqueo. Comprendió que al no poder desencallar las naves debía salvar lo que pudiera y pagar cara las inevitables pérdidas. A las 8 Brown ordenó a la Congreso que regresara a Buenos Aires y si era posible se ordenara la venida de las cañoneras que estuvieran disponibles.

Mientras tanto la gran línea de naves enemigas se acercaba al lugar de la acción para iniciar el combate. El viento seguía arreciando del norte y las aguas arbolaban marejada. La Congreso se dirigía pegada a los bancos hacia Buenos Aires; pero Norton destacó a la Maceio, al bergantín Piraid, al lugre Príncipe Imperial y a la goleta Providencia en su persecución, y cortado el camino estrechado sobre los bancos, la Congreso se vio obligada a virar y dirigirse a Ensenada, mientras era cañoneada fuertemente por sus adversarias logrando finalmente tomar puerto en la Ensenada, protegida por los cañones del fuerte.

No hay duda de que Guillermo R. Mason cumplió esta maniobra con gran pericia marinera, no sin sufrir averías menores y alguna baja. Ya por entonces siendo más de la 9 de la mañana, Norton había concentrado sus efectivos y ordenaba el ataque con las unidades menores, mientras la fragata Doña Paula y la de mayor poder Imperatriz se acercaban en apoyo, pero con precauciones en aguas peligrosas para su calado. La corbeta Liberal, de 22 cañones, los bergantines Caboclo, Inde- pendencia ou Morte, 29 de Agosto y Rio da Prata, los cuatro con su artillería de 18 cañones, batían a los tres barcos republicanos, dos de los cuales seguían encallados.

Las unidades menores brasileñas fueron lógicamente las que más se acercaron a tiro de cañón efectivo, contándose entre ellas al patache Pará de 6 cañones, las goletas Paula, Conceiqao, Itaparica y Maria Thereza. Los republicanos contestaron con todo ardor el fuego enemigo, aunque comenzaron a sufrir averías y a tener bajas. El fuego imperial se concentró sobre el República y sobre la Sarandí, porque en ellos flameaba la insignia de Brown, que se trasladó de una a otra nave durante el desigual combate.

A su regreso de perseguir a la Congreso se agregaron al ataque el Piraid, el lugre Príncipe Imperial y la goleta Providencia. Durante el día se agregaron, venidas de la Colonia, otras naves menores como la Bella Maria, la Athalante y la Ríos. Todas las naves que hemos mencionada del lado brasileño tomaron parte en la acción pero no tenemos la seguridad del momente en que llegaron al lugar, ni la certeza de todas las llegadas de la Colonia, algunas de las cuales parecen haber empezado el combate y otras llegado más tarde.

Lo cierto es que 10 u 1 1 unidades, del tipo corbeta, bergantines o goletas entraron en acción desde el primer momento y siguieron haciéndole hasta el final del combate. Hubo mal tiempo todo ese día 7 y la artillería no fue muy precisa, los brasileños fondearon o voltejearon sobre el grupo de los tres argentinos; pero no se acercaron demasiado. Después del mediodía el almirante Brown ordenó economizar la munición.

Al ponerse el sol las naves brasileñas anclaron a distancia y suspendieron el fuego mientras en los dos bergantines se arrojabar al agua víveres, pertrechos y todo lo que se pudiera, para tratar de ponerse a flote, lo que parecía y resultó imposible. La noche era clara, con luna llena y el viento sufrió la virazón zonal, es decir sopló el viento de tierra, por lo que el Caboclo y la Maria Thereza se acercaron a cañonear a los atareados barcos varados y a la tenaz y pequeña Sarandí.

Este primer día no había sido muy terrible para Brown y los suyos pero podía comprenderse que la situacion iba a empeorar al día siguiente llegando a hacerse desesperada. Teniendo en cuenta las peligrosas horas que se avecinaban, el almirante Brown ordenó que se leyera a las tripulaciones los artículos 6° y 8° de las leyes y ordenanzas penales de la Armada que establecían.:

Que el que desamparase su puesto, estando su bajel empeñado en combate, cor el fin de esconderse o protegerse, sería con denado a muerte, lo mismo que el que soliciara que cese el fuego o que no se inicie. La misma pena sufriría quien arriase la bandera, sin orden expresa del comandante, dada personal y directamente, o indujese a que se hiciera, etc., etc.. Si varado un bajel, acosade de enemigos y estando su comandante dispuesto a defenderlo, se le impondrá pena de vida, al que sin su orden expresa lo desamparase.

Entretanto, en Buenos Aires se oía el cañoneo desde las 3 de la tarde hasta ponerse el sol y esa noche se alistaron varias naves menores y 6 cañoneras, para salir en ayuda de las 2 que se había sabido por comunicaciones por tierra que estaban varadas.

IV. El segundo día del combate

El viento fue decreciendo y el tiempo mejorando, sobre todo después de mediodía. Habían llegado de la Colonia la corbeta Jurujuba y 2 goletas más, aunque la primera tuvo poca participación en la lucha. Las fragatas Ipiranga con el vicealmirante Pinto Guedes se podía ver en observación de la lucha y la Imperatriz, con el comodoro de origen danés Pritz, también se había acercado a la lucha. El cañoneo volvió a comenzar a las 9. Las naves imperiales se acercaron en dos filas fondeando a proa y a popa de los bergantines republicanos y comenzaron a cañonearlos, siendo contestado desde nuestras castigadas naves el fuego del enemigo. El bergantín brasileño Independencia ou Morte varó a su vez al mediodía dentro del alcance de los cañones de nuestro Independencia que lo batió. Ante esa situación el comandante enemigo comenzó el alije de su buque, lo que fue notado por nuestro almirante y envió dos botes desde el República al mando de Granville con el objeto de abordar la nave enemiga. El Independencia ou Morte no tuvo más remedio que arrojar al agua 12 de sus 18 cañones, y con grandes averías logró zafar y replegarse. En el República, donde se encontraba el almirante, la lucha siguió sin tregua. Una bala de cañón hirió en su brazo izquierdo a Granville, lo que motivó la pérdida de ese miernbro. Otro balazo cortó la driza que afirma el pabellón. Guillermo Brown en un gesto que repite el del combate de Quilmes, lo hace clavar para dar muestras de su indomable resolución.

Al mediodía continuaba el cañoneo, pero con el repunte de las aguas el Independencia, del bravo Drummond, da algunas señales de que empieza a flotar y es entonces cuando el decidido, capaz y valiente Norton da el golpe definitivo a las esperanzas patriotas: se acerca con la fragata Doña Paula, cuyo poder de fuego es superior al de toda la escuadrilla de Brown, y aunque toca, vara y vuelve a flotar, logra llegar a tiro de cañón del ya castigado Independencia. Los cañones de la poderosa nave imperial, 40 en número de los calibres de “a 32 y a 24”, someten a un bombardeo destructor al valiente bergantín varado, atacado a su vez por naves menores, y lo destroza sistemáticamente.

El Independencia arroja en este día 3.400 balazos, que constituyen toda su munición y comienza a arrojar eslabones de cadena. El valiente Drummond ha recibido una herida en la cabeza que le ha hecho perder una oreja, mientras su nave se llena de muertos y heridos. Son cerca de 200 los impactos recibidos por el Independencia, que no se rinde a pesar de estar gravemente averiado.

El bergantín República y la Sarandí han recibido duro castigo y en el primero su comandante Granville ha recibido una grave herida que le afecta el brazo izquierdo, que le debe ser amputado. La goleta tiene también muertos y heridos y su velamen muy destrozado. Los brasileños, por su parte, también han recibido daño y sufrido bajas. La corbeta Liberal con averías debe retirarse del campo de batalla por haber agotado su munición e igual ocurre con el bergantín Rio da Prata. En el 29 de Agosto una bala de cafián hiere mortalmente al joven y valiente comandante José de Carvalho. Reponiéndose a sus terribles sufrimientos, el héroe exclama: “Isto no e náo, vao continuando com o fogo”, y poco después fallecía esta esperanza de la armada brasileña que ya se había destacado en el combate de Quilmes.

El Piraid, el Caboclo, las goletas Conceicao y Maria Thereza han sufrido averías y destrozos, en su aparejo y en el velamen. A las 16, el Independencia, lleno de averías y sin munición, recibe la orden de abandonar su nave, pero su tripulación, enardecida por el combate, pide a su comandante que siga la acción; Drummond decide ir a buscar munición a los otros dos buques y primero se dirige en medio del combate al República. Lo acompaña su segundo Shannon, seguramente porque él está herido y no se sabe si lo acompañarán las fuerzas.

En el República se entera de que la munición escasea en forma alarmante y sigue su carrera en medio del fragor del combate hasta que llega a la Sarandí. En el Independencia entre tanto ha quedado al mando el teniente Roberto Ford, con la mitad de la dotación, pues el resto ha muerto o está herido, y sin municiones. Los hados del destino estaban contra el valiente Drummond en esas trágicas aguas pues no bien embarcó en la Sarandí cuando una bala de cañón lo hiere en el costado derecho fracturándole el fémur. La herida es mortal y cuando es trasladado a la cámara acude solícito su amigo el capitán Coe a quien Drummond, consciente de su estado desesperado y en medio de atroces dolores, le entrega su reloj para que se lo diera a su madre y su anillo de compromiso, para que lo entregara a su prometida, la hija del almirante. Este último, avisado de la desesperada situación, se hizo trasladar a la Sarandí y allí Drummond le dijo ya con voz apagada: “Muero cumpliendo con mi deber”, a lo que Brown conmovido le expresó: “Sí, mi querido hijo, has hecho tu deber”.’

A las 10 de la noche falleció el valiente escocés que tan promisoria carrera había tenido en nuestra Armada. El almirante Brown dice en sus “Memorias” (“Memorandum de las operaciones…”) que sus últimas palabras fueron: “Digan al almirante que he cumplido con mi deber y muero como un hombre”.

Cualesquiera hayan sido esas palabras de su agonía transmitidas por el segundo de la Sarandí a Carranza, lo importante eran los hechos heroicos de este joven marino cuya muerte desataría otra tragedia y cuyo cuerpo velado en la Comandancia de Marina recibió el pesar de todo Buenos Aires.

Cuando el bravo Drummond fue herido, el Independencia ya sin su nervio conductor, sin municiones y con 40 muertos y heridos, el buque al mando ahora del teniente Roberto Ford se rindió previa una Junta de Oficiales. De nuestra parte se envió botes a incendiarlo, pero los brasileños llegaron primero y le prendieron fuego por cuanto era inservible, luego de haber desembarcado a los heridos y prisioneros.

El oficial que intentó incendiar al Independencia fue el segundo del República, teniente Juan King. El República y la Sarandí continuaron el fuego, pero ante la imposibilidad de salvar al bergantín, el almirante, oficiales y toda la tripulación se trasladaron a la Sarandí prendiendo fuego al República. Caían ya las sombras de la noche y los brasileños se alejaron un tanto, fondeando a distancia de cañón y disparando de tanto en tanto uno o dos cañonazos sobre la Sarandí. Un cañón apostado en tierra y traído desde Ensenada, realizó varios disparos pero desde mucha distancia. La goleta reparó sus averías hasta las 10 de la noche y el almirante resolvió que dos botes con personal se dirigieran a la Congreso, que estaba en Ensenada, para que esa nave pasase inmediatamente a Buenos Aires.

Luego la Sarandí también se dirigió hacia este puerto y a las 3 de la madrugada del dia 9 de abril fondeó en la rada interior. Las pérdidas sufridas por los hombres de Brown fueron 25 muertos y 51 heridos (12 muertos y 25 heridos en el Independencia). Las bajas del buque de Drummond figuran en el primer parte pasado por Juan Coe, comandante de la Sarandí, pero cifras posteriores dadas por el historiador naval Angel Carranza, hacen elevar los muertos del Independencia a 49, incluido Drummond, y a 65 los heridos y prisioneros.

De la dotación de la República figura muy herido su comandante y el mismo almirante Brown sale contuso de la lucha, lo que le impide hacer el parte del combate a su arribo a Buenos Aires, ni cumplir servicio durante varios días. Los brasileños, por su parte, declaran haber tenido 8 muertos y 22 heridos y en otras comunicaciones señalan 40 bajas en total, pero varios informes afirman que las bajas fueron muchas más. Entre los muertos se hallaba el primer teniente Rafael José de Car- valho, comandante del bergantín 29 de Agosto.

La Sarandí tuvo 20 rumbos en su flotación y casi todo su casco acribillado. Varias naves brasileñas resultaron con averías, además de los cañones que debieron arrojar al agua por el Independencia ou Morte y una seria varadura que sufrió la fragata Paula.

En consecuencia, fueron muy importantes las bajas imperiales y extraordinario lo logrado por nuestros tres bajeles, sobre todo si se tiene en cuenta la abrumadora superioridad de medios del enemigo. En Buenos Aires a las 9 de la mañana habían zarpado 6 cañoneras, el lanchón Cometa, la lancha del puerto y el bergantín Balcarce con destino a los buques varados, pero al ponerse el sol debido a condiciones contrarias de viento y corriente, se los veía bordejeando desde Buenos Aires. La Sarandí llegó a Buenos Aires a las tres y media de la madrugada, la Congreso entró una hora y media después. El 10 de abril se ordenó a Espora que saliese con 6 cañoneras y 3 lanchas para atacar a la Paula que estaba varada, pero por la cre- cida y el viento del ENE tuvieron gran dificultad con los bancos. A las 10 pudieron zarpar, pero cambiando el viento al SE fondearon en Los Pozos. La Paula zafó finalmente. Estas circunstancias demuestran cómo afectaban los acontecimientos meteorológicos e hidrográficos a a estas operaciones, sobre todo de naves pequeñas.

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Croquis de Monte Santiago basado en uno de don Antonio Toll y Zacarías Aizpurúa de 1834.

Croquis de Monte Santiago basado en uno de don Antonio Toll y Zacarías Aizpurúa de 1834.


V. Una tragedia romántica

La muerte de Drummond fue muy sentida debida a la juventud y el valor del joven escocés y su pérdida sumió en terrible pena a la hija del almirante Brown, la bella Elizabeth de sólo 17 años de edad, que era su novia y prometida.

Francisco Drummond había nacido en Dundee, Escocia, y a su muerte tenía solamente 24 años de edad. Se había distinguido en la flota brasileña al mando de lord Cochrane y solicitó su baja del servicio imperial en febrero de 1826, incorporándose meses después a nuestra escuadra. Su actuación en las jornadas del Juncal fue muy destacada y audaz, siendo luego ascendido a sargento mayor al servicio de la Marina. Existe una romántica leyenda de que Elizabeth Brown, al saber la muerte de su prometido en las heroicas acciones de Monte Santiago, vistió su traje de novia y se internó en las aguas del Río de la Plata. La historia, que se basa en los hechos, establece, sin embargo, que murió ahogada en el Riachuelo en uno de los “pozos” en ocasión de haber ido a bañarse en compañía de su hermano Eduardo. Ese trágico suceso ocurrió el 27 de diciembre de 1827, ocho meses después de la muerte de Drummond. La leyenda de la novia suicida pierde su fuerza, pero el capitán de navío Pessagno Espora nos dio su opinión de médico y psiquiatra expresando que los adolescentes cuando sufren un choque emocional y doloroso, tienen una conmoción que debilita sus ansias de vivir.’ Así Eliza en trance de morir ahogada, sin fuerzas para luchar por estar anímicamente debilitada, no habría hecho lo suficiente para salvarse. Nos quedamos con esta explicación de la tragedia que siguió a Monte Santiago y preferimos seguir pensando que Elizabeth Brown murió por amor.

VI. Heroísmo

Monte Santiago, 48 horas de sangre y sacrificio en la adversidad, demostró el temple de los republicanos y su almirante. Así lo entendió Buenos Aires, que recibió con respeto y aplauso a los marinos, realizó una colecta para aliviar la vida de los prisioneros argentinos del Independencia que fueron llevados a Montevideo. Como la guerra con el Brasil fue una lucha caballeresca y los adversarios se respetaban, en algo se contribuyó al alivio de aquellos esforzados luchadores. El mensaje de Monte Santiago sigue teniendo vigencia; allí se luchó y se murió con honor y esa lección alentará por siempre a nuestro patriotismo. Es uno de los muchos ejemplos de heroísmo que atesora nuestra historia y es bueno que lo conozcan quienes pretenden negarla y que la recuerden los que siguen siendo argentinos.

V. Una tragedia romántica

La muerte de Drummond fue muy sentida debida a la juventud y el valor del joven escocés y su pérdida sumió en terrible pena a la hija del almirante Brown, la bella Elizabeth de sólo 17 años de edad, que era su novia y prometida.

Francisco Drummond había nacido en Dundee, Escocia, y a su muerte tenía solamente 24 años de edad. Se había distinguido en la flota brasileña al mando de lord Cochrane y solicitó su baja del servicio imperial en febrero de 1826, incorporándose meses después a nuestra escuadra. Su actuación en las jornadas del Juncal fue muy destacada y audaz, siendo luego ascendido a sargento mayor al servicio de la Marina. Existe una romántica leyenda de que Elizabeth Brown, al saber la muerte de su prometido en las heroicas acciones de Monte Santiago, vistió su traje de novia y se internó en las aguas del Río de la Plata. La historia, que se basa en los hechos, establece, sin embargo, que murió ahogada en el Riachuelo en uno de los “pozos” en ocasión de haber ido a bañarse en compañía de su hermano Eduardo. Ese trágico suceso ocurrió el 27 de diciembre de 1827, ocho meses después de la muerte de Drummond. La leyenda de la novia suicida pierde su fuerza, pero el capitán de navío Pessagno Espora nos dio su opinión de médico y psiquiatra expresando que los adolescentes cuando sufren un choque emocional y doloroso, tienen una conmoción que debilita sus ansias de vivir.’ Así Eliza en trance de morir ahogada, sin fuerzas para luchar por estar anímicamente debilitada, no habría hecho lo suficiente para salvarse. Nos quedamos con esta explicación de la tragedia que siguió a Monte Santiago y preferimos seguir pensando que Elizabeth Brown murió por amor.

VI. Heroísmo

Monte Santiago, 48 horas de sangre y sacrificio en la adversidad, demostró el temple de los republicanos y su almirante. Así lo entendió Buenos Aires, que recibió con respeto y aplauso a los marinos, realizó una colecta para aliviar la vida de los prisioneros argentinos del Independencia que fueron llevados a Montevideo. Como la guerra con el Brasil fue una lucha caballeresca y los adversarios se respetaban, en algo se contribuyó al alivio de aquellos esforzados luchadores. El mensaje de Monte Santiago sigue teniendo vigencia; allí se luchó y se murió con honor y esa lección alentará por siempre a nuestro patriotismo. Es uno de los muchos ejemplos de heroísmo que atesora nuestra historia y es bueno que lo conozcan quienes pretenden negarla y que la recuerden los que siguen siendo argentinos.

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