José Roque Pérez nació en Córdoba, el 15 de agosto de 1815. Era hijo de don José Ramón Pérez y de doña Sebastiana Racedo y Arias. Pocas noticias se conocen de su infancia y primeros estudios realizados en la docta ciudad. Trasladada su familia a Buenos Aires hacia 1826, los reanudó y concluyó en el Colegio de Ciencias Morales. Siguió derecho en la Universidad porteña, graduándose de doctor en jurisprudencia en 1836, con una tesis titulada Privilegios que otorgan las leyes a las mujeres casadas. Pasó por la Academia Teórico – Práctica, y obtuvo el título de abogado el 1º de julio de 1839. De sus maestros siempre recordó con admiración y respeto al doctor Luis José de la Peña, y sintió veneración por el doctor José Valentín Gómez, a quienes estuvo vinculado por entrañable afecto. Un año después, ejerció el cargo de Defensor de pobres en lo Civil, y desempeñaba el de Censor en la Academia, cuando fue destituido por el gobierno de Rosas. Sospechoso al gobierno por sus vinculaciones políticas, fue condenado al servicio de las armas, pero pudo eludir el cumplimiento personal mediante dos personeros que le admitieron a su costa. Protegido por el Ministro de Relaciones Exteriores doctor Felipe Arana en 1843, se lo nombró oficial de esa repartición. En tales funciones realizó la traducción del francés de un artículo sobre las Islas Fakland o Malvinas, firmado por S. Grimbolt, y aparecido en la “Revue de Deux Mondes” que anotó con prolijidad. Tras seria oposición del padre de su novia llevó el asunto al Tribunal de Justicia, quien le acordó la venia supletoria para contraer nupcias con Carolina Achával y González, el 28 de junio de 1843. Al año siguiente, falleció su esposa, dejándole un pequeño de cinco meses. En 1844, fue nombrado Censor 1º de la Academia de Jurisprudencia, función que alternaba con las de la Cancillería y los trabajos profesionales. Casó en segundas nupcias con la hija de su ministro, Mercedes Arana, en el templo de San Francisco, y con la complacencia de Rosas. Después de Caseros continuó en su puesto, siendo ascendido por el Ministro de Relaciones Exteriores, de la Peña, a oficial mayor, el 1º de marzo de 1852. Posteriormente, al asumir el gobernador Vicente López y Planes, y reorganizado su gabinete le confió el Ministerio de Relaciones Exteriores, a cuyo efecto, el general Urquiza lo nombró encargado del mismo, el 22 de mayo de ese año. A los tres meses, se lo comisionó para redactar el Código de Procedimientos en lo Civil, Comercial, Criminal y Correccional, teniendo como consultores a los doctores José Barros Pazos y Eduardo Lahitte. Después de producida la revolución del 11 de setiembre, sindicado como adicto a Urquiza, debió emigrar a Montevideo. Al mes siguiente, el gobierno del doctor Valentín Alsina le levantó la interdicción, regresando de inmediato a Buenos Aires. Dedicóse por entero a su profesión, y su bufete llegó a ser uno de los más acreditados de la capital. Le atrajo el Derecho Penal, y se ocupó en “El Plata Científico y Literario” (t. II, p. 49), del alcalde implicado en la fuga del edecán de Rosas, Antonino Reyes. Entre las importantes defensas que tuvo, figura el de la sobrina de don Bernardino Rivadavia, Dominga, casada en primeras nupcias con un hermano del general Tomás Iriarte, y en segundas con su primo .Bernardino Donato, hijo de nuestro primer presidente; fue acusada de haber dado muerte a la propia hija, en complicidad con el tendero Cayetano Barbosa. En el sonado proceso, asumió la defensa de ambos imputados, logrando su libertad. En 1854, fue miembro del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata, y en 1855, de la Asociación de Amigos de la Historia Natural del Plata. Se inició en la Masonería en la Logia “Unión del Plata” Nº 1, en 1856; fue su Venerable Maestro al año siguiente. Nombrado juez de primera instancia en lo Criminal, renunció al cargo en 1856, entrando a formar parte de la Academia de Jurisprudencia. Fue designado catedrático de Derecho Natural y de Gentes en la Universidad de Buenos Aires en 1857, sucediendo al doctor Rafael Casagemas hasta 1859, año en que presentó la renuncia. Hombre de sólidos conocimientos jurídicos, el 12 de noviembre de 1857, encomendósele la redacción del Código Penal. El 11 de diciembre del mismo año, fue uno de los que propusieron la fundación de la actual Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones como potencia autónoma e independiente para el territorio argentino y destinada a agrupar en su seno las logias masónicas del país. En esa oportunidad, fue electo primer Gran Maestre de 1867 a 1870. Siendo uno de los fundadores del Supremo Consejo grado 33º para la República Argentina en 1858, fue su primer Gran Comendador. Miembro fundador del Colegio de Abogados, tuvo a su cargo la redacción de la revista de esa institución titulada “El Foro”, donde dejó muchas colaboraciones, y más tarde, de la “Revista de Legislación y Jurisprudencia”. Allí, publicó un importante artículo referente a la Legislación sobre Tierras Públicas. En 1859, también redactó el periódico “La Patria”, y en “La Tribuna” dejó varios artículos. Entre los abogados que pasaron por el estudio del doctor Pérez, cuéntanse los doctores Juan Agustín García y Luis Lagos García, más tarde, eminentes jurisconsultos. En 1860, fue electo convencional a la Asamblea Constituyente de la provincia de Buenos Aires para el examen de la Constitución Nacional de 1853. Luego de creada la Corte Suprema de Justicia se le nombró entre los primeros conjueces, para reemplazarlos en caso de impedimento o recusación. Formó parte del Consejo de Instrucción e intervino como miembro de la Comisión Parroquial de Catedral al Sud en la epidemia de cólera. En 1867, fue director del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en cuyo puesto se le reeligió en los períodos sucesivos hasta 1871. Durante el desempeño de sus elevadas funciones dentro de la Masonería, apoyó una serie de iniciativas y promovió la fundación de numerosas Logias en el país, así como la Logia Unión Paraguaya Nº 30 de Asunción, en 1869, mientras se hallaba en aquella nación cumpliendo una misión que le había confiado el gobierno argentino. El 22 de junio de ese año, nombrósele enviado extraordinario para representar al país en la formación del gobierno provisorio del Paraguay, luego de la victoria de los Aliados, destacándose tanto en su faz diplomática como en su labor humanitaria. Tuvo vinculación comercial y ganadera con los señores Juan y Nicolás Anchorena. Merced a sus consejos compró hacia 1858, dos fracciones de campo, destinándola a toda clase de ganado. En el partido de Saladillo (Prov. de Bs. As.) fundó la estancia “San José”, y la vecindad de Rosario (Sta. Fe), donde hoy se alza el progresista pueblo que lleva su nombre. Formó otro establecimiento que llamó “San Sebastián”, en el que también entró a colaborar como socio en la cría de ganados, su hermano, el doctor Eugenio Pérez. Con el fin de poblar estas estancias había formado una sociedad con los Anchorena destinada a la cría de toda clase de hacienda, y al fomento y explotación de nuevos establecimientos rurales. En 1869, se le nombró presidente de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y en 1870, dirigió la Academia de Jurisprudencia. Durante la epidemia de fiebre amarilla que asoló a Buenos Aires, fue electo por sus merecimientos presidente de la Comisión Popular, el 13 de marzo de 1871. Al asumir el cargo tenía la certidumbre de que podría morir contagiado, razón por la cual preparó su testamento. Falleció cumpliendo su humanitaria función, el 24 de marzo de 1871, víctima del terrible mal. En la inhumación de sus restos pronunciaron sentidas oraciones, entre otros, Héctor y Luis V. Varela, Mariano Billinghurst, Carlos Guido Spano. “Su acción fue destacada y de completo sacrificio en bien de sus semejantes, dice un autor. Su nombre está inscripto en el monumento que recuerda a los que murieron abnegadamente el año de 1871 en Buenos Aires”. El periódico de Héctor F. Varela llamado “El Americano” en el número correspondiente al 27 de agosto de 1872, reproduce en la primera página el retrato del doctor Pérez, con la leyenda siguiente: “Abogado del foro argentino y uno de los hijos más distinguidos de la culta Buenos Aires”. El pintor uruguayo Blanes los ha inmortalizado en un magnífico cuadro sobre la fiebre amarilla de 1871, existente en el Museo Histórico de Montevideo, junto al doctor Argerich. Donó parte de su biblioteca al Colegio de Abogados de Buenos Aires del que fue presidente en 1866. En la galería de retratos del Colegio se exhibe el suyo. Una calle de la ciudad, un partido de la Provincia de Buenos Aires y un pueblo de Santa Fe, como una escuela fiscal de la misma localidad llevan su nombre.