Al reverendo Jonathan Swift lo precedía una estrecha relación familiar con la literatura. Su abuela era prima del poeta John Dryden y prima política del malogrado Sir Walter Raleigh. Su bisabuela era hermana de Francis Godwin, el autor del Hombre en la luna, obra que inspiró ciertos pasajes del libro que le daría a Swift fama imperecedera.
La vida de Swift transcurrió entre Inglaterra e Irlanda. Fue por años secretario del diplomático William Temple y llegó a frecuentar al Rey Guillermo III y a la Reina Ana, aunque ambos aborrecían las inclinaciones políticas y escritos de Swift, quien con los años se convirtió en un promotor de la independencia de Irlanda. Allí mantuvo una prolongada y ambigua relación con Esther Johnson, a quien llamaba Stella. Si bien algunos sostienen que estaban casados en secreto, otros biógrafos rechazan está hipótesis. No fue Stella la única mujer a quien el clérigo cortejó ya que mantuvo relaciones por lo menos con otras dos, a las que dedicó sentidos poemas.
Sus libros siempre reflejaron sus inclinaciones conservadoras, apoyando a los tories. De hecho, Swift actuó como mediador entre Henry St John (secretario de relaciones exteriores) y Robert Harley (tesorero del reino). Su libro Viajes a remotas naciones del mundo por el cirujano y capitán Lemuel Gulliver, debe leerse bajo el código político de la época.
El siglo XVIII era un tiempo donde los viajeros a lugares exóticos del mundo relataban sus experiencias, o dejaban volar su imaginación como lo había hecho Defoe ocho años antes relatando las desventuras de Robinson Crusoe.
Gran parte del texto de los viajes de Gulliver son metáforas satíricas de lo que acontecía en Inglaterra y su conflicto con Francia. Cuando Gulliver apaga el incendio desatado en el palacio liliputiense orinando sobre el mismo, hace referencia al ilícito tratado de paz que Henry St. John había firmado con Francia, que le costó un juicio por traición. Este libro de viajes fue publicado bajo el nombre de Lemuel Gulliver y ese año tuvo tres reimpresiones y sendas ediciones en francés, alemán y holandés. Mientras preparaba la reimpresión con la ayuda de Alexander Pope, se enteró de la enfermedad de Stella, razón por la que volvió a Irlanda urgentemente para estar a su lado. La noche de su deceso comenzó a escribir La muerte de la señorita Johnson, donde publica las cartas que le dirigió a Stella, comentando los entretelones del gobierno Tory, en los que había participado.
La descripción que Swift hace de estos liliputienses arrogantes y vanidosos que se pasan el tiempo guerreando entre ellos es más que una metáfora. Directamente afirma que “son la raza más perniciosa de seres odiosos”, un reflejo de lo que Swift sentía por sus congéneres. En sus libros, el clérigo intenta rebatir la posición filosófica de Thomas Hobbes y su Leviatán, de allí que el capitán Gulliver siempre accede a islas habitadas y no desoladas como había propuesto Defoe años antes. Para Swift, el individuo no precede a la sociedad, sino que la sociedad hace al hombre.
A medida que el libro se desarrolla, el autor da cuenta de su creencia sobre que el ser humano nace corrupto. El optimismo inicial sobre el futuro de la humanidad va tornándose en desencanto: no hay forma ideal de gobierno, y la democracia es solo una mala idea.
A lo largo de sus textos, Swift no solo se revela como un misógino, sino como un misántropo al borde del cinismo. Para él, el hombre está perdido. Curiosamente, este desarrollo filosófico y político, hoy se reduce a una obra fantasiosa para niños.
El progresivo pesimismo del texto guarda un paralelismo con el deterioro cognitivo del autor. En los últimos años de su vida Jonathan Swift se quejó de fallas mnésicas, dificultad en el habla y trastornos de la personalidad. El deterioro fue tal que no se lo consideró apto para administrar sus cuantiosos bienes, y hay que tener en cuenta que su patrimonio rondaba las diez mil libras, una suma considerable para la época.
La posibilidad de padecer una demencia tipo Alzheimer lo sugiere el mismo autor. Sus personajes inmortales, los Strudl bruggs, parecen afectados por este proceso de deterioro mental. Swift solía decir: “todo el mundo quiere vivir largo tiempo, pero nadie quiere ser viejo”.
La progresiva irritabilidad de Swift, empeorada por las crisis de vértigo propias del síndrome de Ménière que lo aquejaba desde joven, era un comentario obligado en su tiempo. Para muchos, Swift era un insano. En los últimos cinco años de su vida escribió poco, tuvo problemas visuales, y terminó sus días hundido en un “perfecto mutismo”.
“Ha llegado para mi el momento de romper con este mundo, voy a morir rabioso, como una rata envenenada en su agujero”, dijo el clérigo y así lo hizo en octubre de 1745. Fue enterrado en la Iglesia de San Patricio cerca de “Stella”, bajo un epitafio que el mismo autor había escrito años antes: “aquí se halla el cuerpo de Jonathan Swift, doctor en teología y deán de esta catedral, donde la malidicencia feroz ya no puede lacerar su corazón. Sigue tu camino, viajero, e imita, si puedes, a este vigoroso campeón de la libertad”