Israel contra Eichmann: el proceso que dio voz al Holocausto

Los antecedentes

El juicio más necesario tras los procesos de Núremberg que condenaron a los principales jerarcas nazis y, a su vez, el más polémico y contrario a derecho. Así podría definirse el proceso que se llevó a cabo en Israel en 1961 contra Adolf Eichmann, responsable de la deportación y ejecución de millones de judíos durante el Tercer Reich y secretario de la Conferencia de Wannsee, donde el régimen nazi adoptó la denominada “solución final para la cuestión judía”.

El proceso, de hecho, se inició con el secuestro del exfuncionario y exoficial de las SS en el extrarradio de Buenos Aires, donde había sido identificado por el judío y militante comunista recluido en Dachau y también exiliado en Argentina al final de la guerra Lothar Hermann. Paradójicamente, la hija de éste y el hijo mayor de Eichmann iniciaron una relación amorosa que de la forma más inesperada abrió las puertas a un pasado inconfesable.

Hermann reveló el paradero del exmilitar alemán -señalado directamente en los procesos de Núremberg por Rudolf Höss– al fiscal alemán de credo judío Fritz Bauer, con quien había coincidido en Dachau y quien había liderado la acusación en los procesos de Auschwitz, celebrados en Frankfurt. El fiscal, por su parte, reveló la información a los servicios diplomáticos israelíes. Eichmann se ocultaba en el suburbio bonaerense de Olivos –donde hoy se encuentra la residencia presidencial- bajo la identidad de Ricardo Klement.

Pese a que la primera investigación que llevó a cabo el Mosad no dio credibilidad a la pista, el reconocido cazanazis Simon Wiesenthal confirmó que el antiguo miembro de las SS se encontraba efectivamente en Argentina tras un periplo por Austria, Suiza e Italia. Eichmann había llegado a estar incluso detenido por el Ejército estadounidense al final de la guerra, pero su identidad falsa y su supuesto origen breslavo (de la actual Wroclaw polaca), donde habían sido destruidos los archivos civiles, le permitieron escabullirse.

Identificado finalmente por la morfología de su oreja izquierda, comparada con los habituales retratos de perfil de los oficiales nazis, el Gobierno de Israel decidió secuestrarlo y llevarlo a Jerusalén para juzgarlo, descartando tramitar una orden de extradición a Argentina. Y el Gobierno de Arturo Frondizi, de hecho, ya se había mostrado reacio a extraditar a otros sospechosos de crímenes de guerra.

La poderosa necesidad de juzgar y sentenciar a alguien directamente vinculado con el Holocausto se impuso a cualquier tratado o convención internacional y el propio primer ministro israelí, David Ben Gurión, autorizó la detención ilegal del sospechoso pese a encontrarse en un país extranjero.

Así fue cómo se puso en marcha la operación Garibaldi del Mosad –denominada así por el nombre de la calle del partido bonaerense de San Fernando donde en ese momento residía Eichmann-, que consiguió su objetivo el 11 de mayo de 1960. El falso Ricardo Klement fue abordado al bajar del autobús y metido en un coche a la fuerza.

Eichmann fue retenido de forma clandestina hasta que el operativo pudo montar su traslado a Israel en un vuelo civil de la compañía El Al sedado, vestido de mecánico y con pasaporte falso nueve días después. El detenido habría firmado de forma voluntaria un documento en el que no sólo confirmaba su identidad, sino que señalaba que viajaba de forma voluntaria a Israel.

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Eichmann, en el centro, saludando, como oficial de las SS

Eichmann, en el centro, saludando, como oficial de las SS

Pese a que en principio el Gobierno israelí no reveló el lugar donde había detenido a Eichmann, el suceso acabó generando un duro conflicto diplomático entre Argentina e Israel que acabó con una declaración condenatoria por parte de Naciones Unidas que no acabó teniendo consecuencias para el Gobierno hebreo.

Portavoces del Gobierno de Ben Gurión señalaron en principio que la operación había sido obra de “judíos, entre los que se encontraban ciudadanos israelíes”. Sin embargo, ya en el avión que conducía al exoficial alemán los miembros de comando, en un arrebato de euforia, habían revelado al pasaje la identidad del detenido y los detalles de la operación.

Con Eichmann ya en el país, justicia israelí inició una investigación para determinar la responsabilidad de Eichmann en el Holocausto, amparándose para ello en la ley contra los nazis y colaboradores nazis aprobada por el Parlamento hebreo en 1950.

Tras diez meses de intenso trabajo se recabaron unos 400.000 documentos, incluidos prácticamente la totalidad de los que disponían las autoridades del país sobre los campos de concentración nazis, además de las declaraciones del propio detenido y de las de más de un centenar de víctimas que ejercieron en el juicio como testigos de cargo.

El juicio

Tras múltiples indagaciones en el ámbito policial, el 1 de abril de 1960 se abrió el juicio oral en Jerusalén. El tribunal especial estaba constituido por Moshe Landau, magistrado del Tribunal Supremo de Israel; Benjamin Halevy, presidente del Tribunal de Jerusalén, y Yitzhak Raveh, juez del distrito de Tel Aviv.

Landau consiguió mantener el decoro del proceso y evitó tanto que el juicio se convirtiese en un gran espectáculo propagandístico, rechazando de entrada que Eichmann fuese obligado a vestir de oficial nazi, como pretendía el propio Ben Gurión para evitar la imagen de persona mundana y desvalida que ofrecía. Y más, si cabe, tras la cabina blindada en la que siguió el juicio, flanqueado por policías israelíes.

La causa se abrió con la identificación del acusado y la lectura de los 15 cargos que presentó contra él el fiscal general del Estado, Gideon Hausner. Entre ellos estaban las atrocidades de Auschwitz y otros campos de concentración nazis, la deportación de millones de judíos de distintas nacionalidades en distintos países, los abortos forzados a mujeres judías o la masacre de los niños de Lídice.

Para sorpresa de la audiencia, Eichmann se dirigió al tribunal en yiddish, lengua que aprendió a hablar cuando se adentró a estudiar la cultura hebrea antes de pertenecer a las SS. Sus conocimientos, de hecho, le hicieron llegar a ser nombrado responsable de la “cuestión judía” en la Alemania nazi.

El acusado reconoció los hechos, si bien se declaró no culpable al cumplir siempre órdenes, esgrimiendo su bajo rango militar. Por su parte, su abogado, Robert Servantius, que ya había ejercido la defensa de varios de los acusados en los juicios de Núremberg, expuso la falta de jurisdicción y legitimidad del tribunal, apelando en su caso al precedente de un Tribunal Internacional para este tipo de causas.

La defensa denunció también la retroactividad de la ley y de la tipificación de los delitos de los que se acusaba a Eichmann, la parcialidad de los magistrados –todos ellos de origen alemán– y la indefensión de su cliente en proceso, dada la imposibilidad de citar a ningún testigo que formase parte del Ejército alemán en su descargo. Incluso llegó a pedir la protección para poder citarlos sin que fuesen detenidos en Israel. El tribunal, sin embargo, se declaró competente para la causa y no habilitado para ofrecer protección a ningún testigo extranjero que pudiese tener causas pendientes en Israel.

Durante las sesiones, la fiscalía presentó un extenso y documentado relato sobre la implicación del acusado en las numerosas atrocidades que se cometieron en los campos de concentración y su responsabilidad en las deportaciones y más de un centenar de testigos y víctimas narraron los horrores del Holocausto. De todos los cargos, Eichmann acabó declarándose “no culpable en los términos que formula la acusación”, apelando en todos los casos al cumplimiento de la ley y las órdenes jerárquicas.

El juicio quedó visto para sentencia en agosto, tras cinco meses en el que el mundo conoció de primera mano la auténtica dimensión del genocidio nazi.

La sentencia

Tras cuatro meses de deliberación, el tribunal declaró culpable de todos los cargos que se le imputaban a Adolf Eichmann. Doce de ellos estaban penados con la muerte y tenían como denominadores comunes en la ley de enjuiciamiento israelí “crímenes contra el pueblo judío”, “crímenes contra la humanidad” y “crímenes de guerra”.

Servantius no dudó en presentar recurso de apelación ante el Tribunal Supremo de Israel, que confirmó el fallo el 29 de mayo de 1962. Sin más recorrido judicial, la defensa solicitó la conmutación de la pena capital al presidente de Israel, Itzjak Ben-Zvi, acompañando la petición de un carta en la que el ya condenado reiteraba su inocencia en tanto que simple ejecutor de órdenes de sus superiores.

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El acusado, en el patio de la cárcel de Ramla donde permaneció desde su llegada a Israel

El acusado, en el patio de la cárcel de Ramla donde permaneció desde su llegada a Israel

La solicitud fue inmediatamente denegada y el 31 de mayo Eichmann fue ahorcado en la misma prisión de Ramla en la que había permanecido preso desde su llegada a Israel. Sus restos fueron incinerados y lanzados al Mediteráneo más allá de las aguas jurisdiccionales del país.

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