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Cuando todos creían que el virus se había agotado y solo sería recordado como un resfriado dentro de una carnicería, reaparece después de mediados de 1918 arrasando al mundo como una guadaña que cosecha muerte. Arrasó con pueblos enteros, cegó la vida de jóvenes acuartelados, frenó la ofensiva alemana precipitando la derrota de las fuerzas del Kaiser… y en pocas semanas la tormenta se calmó después de esta segunda ola.
Respondía esto al aumento de letalidad de los virus cuando pasan de un infectado a otro, proceso que en algún momento se detiene para atenuar su virulencia. Por otro lado, inmunidad del rebaño disminuye el número de casos .
Las víctimas de la primera ola (recordemos que la mortalidad en esta instancia fue muy baja) crearon inmunidad ante este virus que volvía con más bríos. El primer ciclo había durado 8 semanas en las ciudades, aunque en los cuarteles solo la mitad del tiempo.
En agosto comenzó la segunda ola. En Filadelfia creció en forma exponencial hasta que el 16 de octubre murieron 4.597 personas. Sin embargo para el 11 de noviembre, fecha en la que se firmó el armisticio que puso fin a la guerra, la influenza había desaparecido de la ciudad.
El virus había mutado rápidamente siguiendo el modelo matemático conocido como “reversión de la media”, así se dice cuando un evento extremo probablemente es seguido por otro de menor envergadura. El virus de la segunda oleada de 1918 era muy virulento pero cualquiera de sus mutaciones tenían altas posibilidades de ser menos letales.
Este fenómeno se vio en los cuarteles. En la primera oleada se afectó solo al 20% de los soldados con poca mortalidad pero en el segundo brote se comprometió casi al 40% de la tropa y de estos entre el 20 al 60% murió de neumonía (como aconteció en Camp Sherman, Ohio).
Siguiendo la regla de atenuación del virus después de 25 generaciones, las personas afectadas al final de la epidemia sufrieron formas atenuadas de la enfermedad y casi no tuvieron mortandad. San Antonio, Texas, fue una de las ciudades alcanzadas tardíamente por el virus. Más del 50% de la ciudad se infectó pero la mortandad fue solo del 1%. Por esta razón las ciudades del oeste de los EEUU (California, Portland, etc) tuvieron menos muertes que las ciudades del centro del país y éstas menos aun que las del este.
Para noviembre la segunda oleada se había acabado en el mundo. Sin embargo no era aun tiempo para celebrar porque se gestaba una tercera ola. Cuando las ciudades volvían a abrir las iglesias, los teatros y cinematógrafos, el virus mutó nuevamente y esta vez atacó a niños en edad escolar. La tercera ola fue más violenta que la segunda, aunque duró mucho menos ya que en dos semanas el virus había cesado su actividad.
El único continente al que el virus no había llegado fue Oceanía. Enterados del primer brote, Australia se aisló del mundo. Pero cuando las tropas australianas usadas como carne de cañón en África y Galípoli volvieron a su país, algunos soldados además de sus cicatrices llevaron el virus y a pesar de la cuarentena este se filtró a través de los médicos y personal sanitario. El virus invadió al país pero como era una versión atenuada, Australia tuvo solo una tercera parte de la letalidad que había tenido la gripe en EEUU y la cuarta parte que en Europa. Para los primeros meses de 1919 la epidemia solo era un mal recuerdo, una peste negra, como la llamaron los periódicos por la cianosis de sus víctimas.
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