Inmortales: Stan y Oliver tenían en la vida real más diferencias que en la pantalla

Abbott y Costello, Jerry Lewis y Dean Martin, Bud Spencer y Terence Hill, Jack Lemmon y Walter Matthau, Ben Stiller y Owen Wilson, Olmedo y Porcel, son algunas de las parejas que nos hicieron reír gracias a esta unión de seres dispares y, a menudo, antagónicos. Ellos siguen, de una forma u otra, la propuesta de Cervantes: lo que el Quijote no tenía, lo completaba Sancho. De esta contraposición de pensar y sentir nace el humor y la ironía, con momentos de tensión que terminan en una sonrisa.

El primero que entendió este contraste insinuado en la literatura fue Hal Roach, un productor de la época del cine mudo, quien unió dos individuos disímiles para conformar la inmortal pareja de Stan Laurel y Oliver Hardy, más conocidos como el Gordo y el Flaco.

Uno era inglés, Arthur Stanley Jefferson, con formación teatral que en algún momento compartió escenario con Charles Chaplin, a quien en más de una oportunidad debió reemplazar. A instancia de una de sus muchas parejas -el Flaco se casó 6 veces-, Mae Dahlberg, adoptó el nombre artístico de Stan Laurel y bajo este alias comenzó una no tan brillante carrera en el vaudeville que lo llevó a filmar su primera película, Nuts, en 1917.

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El popular dúo cómico en "Do Detectives Think?" (1927)
El popular dúo cómico en “Do Detectives Think?” (1927)

 

 

Oliver Hardy, en cambio, era oriundo del sur de los Estados Unidos y tuvo una infancia más complicada que la de su futura compañero. Se escapó de la casa materna y después se fugó de un internado. Cansada por las insensateces del joven Oliver, su madre lo envió a un colegio militar, en un desesperado intento de encaminarlo. Lo expulsaron después de una conflictiva estadía. En algún momento Hardy pensó sentar cabeza y estudiar Derecho en Georgia, pero finalmente triunfó su vocación histriónica. Se dedicó al canto, arte en el que tenía talento. Atraído por la industria del cine, trabajó como taquillero, portero y proyeccionista hasta que decidió convertirse en actor, aprovechando su físico corpulento. En ese entonces Hollywood no era aún la meca indiscutida del cine y Hardy se trasladó a Florida donde se filmaban algunas películas. Gracias a su cuerpo daba el physique du role de villano. En 1917 se trasladó a Los Ángeles donde conoció a Stan Laurel, y juntos filmaron The Lucky Dog. Todavía no conformaban el dúo que les daría fama. Fue Hal Roach quien propuso a Stan y Oliver unir sus destinos en la pantalla, aprovechando ese contrapunto físico.

En 1929 filmaron su primera película sonora, Unaccustomed as we are, donde además de la diferencia física había un contrapunto de acentos -británico el de Stan, americano y sureño el de Oliver- que agregó una nueva dimensión al humor que hacían, con gags que oscilaban entre el dialogo cómico y la historia dramática. En 1930 llegó el color con La Canción de la Estepa. En 1931 abandonaron los cortometrajes por películas de mayor duración. La primera de esta serie con color y sonido fue el largometraje Pardon Us. En 1932 ganaron su primer Oscar.

Stan y Oliver visten ambos con formalidad británica haciendo uso del bombín que Charles Chaplin hizo famoso. Son dos auténticos caballeros, pulcros y humildes, carentes de medios, obligados a realizar los trabajos más dispares para ponerse a tono con el mundo miserable en el que se vivió después del crack del 29′. Así, Laurel and Hardy usaban sus diferencias para hacer reír en los escenarios, pero sus vidas reales guardaban más diferencias fuera de la pantalla.

El verdadero conductor e ideólogo del grupo era Stan, quien además revisaba los libretos y los modificaba a su gusto ante una actitud tolerante de Oliver, más preocupado en jugar al golf que en preparar los guiones. Stan reescribía escenas, escogía actores y a menudo asumía el rol de productor. Esta participación expansiva de Stan chocaba frecuentemente con la de distintos directores y sobre todo con Roach, que llegó a despedirlo. Hubo un momento en que el Gordo trabajó sin el Flaco, y Stan fue reemplazado por Harry Langdon en “Zenobia”. El resultado fue tan catastrófico que el mismo Roach debió volver atrás su decisión y Laurel volvió a la pantalla con nuevos humos. Sin embargo, el tiempo erosiona los vínculos y agota la imaginación, más cuando la relación estereotipada entre el gordo y el flaco llevaba a frecuentes repeticiones. Las películas del dúo fueron deslizándose hacia una serie B, por críticas no siempre generosas ni benignas.

Mientras Laurel continuaba con su conflictiva vida amorosa, divorciándose y volviéndose a casar, a veces incluso con su expareja, Oliver seguía jugando al golf y actuando en otras películas, con John Wayne, John Ford, Frank Capra y Bing Crosby. En 1951 rodaron su última película juntos, Utopia, aunque el título original fue Robinsones atómicos, por desarrollarse en una isla rica en uranio. Allí se lo ve al gordo, más obeso y al flaco, demacrado y enfermo por la diabetes que en 1965 terminó con su vida.

Dicen que cuando los actores entran en decadencia, salen de gira para analizar nuevas opciones. El Gordo y el Flaco viajaron por Europa y se presentaron en Inglaterra donde sus figuras eran veneradas. Cuando hacía fines de la década del cincuenta la pareja apareció en un programa homenaje de la NBC-TV, esos ciclos que terminan siendo una necrológica en vida, muchos norteamericanos se asombraron, pensaban que el Gordo y el Flaco estaban muertos y enterrados. Sin embargo, allí se los podía ver, sonrientes junto a antiguos compañeros. Roach Junior trató de organizar un programa de televisión, pero los achaques y las enfermedades de los cómicos impidieron concretar el proyecto. La diabetes de Stan dejaba marcas en su cuerpo, mientras Oliver llegó a pesar más de 150 kilos. Obligado a bajar de peso -logró descender a 90 kilos- el Gordo cayó en una fuerte depresión, que decantó en una serie de accidentes cerebrovasculares que terminaron con su vida.

Ante la horrible noticia, Laurel no quiso ir al entierro. “Él lo entenderá”, dijo a modo de excusa. Aunque continuó escribiendo para otros cómicos como Jerry Lewis y Dick Van Dyke, jamás volvió a actuar.

El Gordo y el Flaco han quedado como esa pareja quijotesca de individuos que marchan juntos por la vida, a pesar de sus diferencias, con desarreglos pero siempre con una sonrisa entre labios, como la que nos produce evocar a este dúo dispar.

 

Esta nota también fue publicada en La Nación

 

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