Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano dio luz a la patria naciente con sus escritos, sus artículos sobre la economía de Río de la Plata y su defensa de los fisiócratas. Partícipe indispensable de la gesta de Mayo, hizo todo (y más) de lo que estaba en sus manos para el triunfo de sus ideales, la libertad de comercio y la expansión de ideas libertarias. Cambió la pluma por el sable sabiendo que su capacidad como general era limitada, pero lo hizo a sabiendas que sus propuestas necesitaban el empuje de las armas para imponerse.
No siempre fue querido , especialmente entre la tropa, que lo veía muy delicado y refinado a este comandante enfermizo y de voz aflautada, una condición que no condecía con la imagen de macho alfa que se esperaba de un general. Su derrota en la campaña de Paraguay, conquista imposible que se le había encomendado y Belgrano aceptó con entusiasmo bisoño , mereció una corte marcial de la que fue exculpado por su “valor, celo, y constancia dignos del reconocimiento de la patria”. Al serle encomendada la conducción del Regimiento de Patricios en diciembre de 1811, la primera medida que tomó termina en una rebelión de consecuencias insospechadas. La orden de cortar las coletas a los patricios por considerársela un símbolo aristocrático, se tomó como una afrenta premeditada.
La amenaza de Belgrano que dichas coletas serían cortadas por soldados de otro regimiento pasó a ser un insulto. Acuartelados los rebeldes debieron ser reducidos por la fuerza y sus cabecillas ejecutados.
A pesar de estos reveses y sin sabores, Belgrano continuó prestando servicios en todo lo que la patria le exigía.
La afinidad de Belgrano con Inglaterra, expresada desde sus años juveniles, mientras estudiaba en España, es bien conocida. Esta admiración no fue un obstáculo para tomar las armas contra los invasores británicos cuando así lo requirieron las circunstancias. Posteriormente, adhirió al carlotismo, al ser la Reina Carlota, la única hija libre de los descendientes de Carlos IV. Atrás del carlotismo se movían los intereses británicos, que habían convencido a la Casa Real portuguesa de trasladarse a Brasil, a fín de no caer en manos del invasor francés. Tras la figura de Carlota asomaba la figura de Lord Strangford, diplomático ingles de enorme ascendencia sobre la corte lusitana y, especialmente, sobre Carlota a la que lo unía un vinculo más estrecho (o al menos eso decían los rumores).
Cuando en 1815 fue enviado a Europa, Belgrano sufrió un desencanto al no ser recibido por Carlota en su obligada parada en Río. En cambio sí pudo conocer personalmente al entonces regente y futuro Jorge IV, con quien simpatizó al punto de recibir como recuerdo de la magna ocasión un reloj de bolsillo, que lo acompañaría hasta sus últimos momentos.
También es conocida la tendencia monárquica de Belgrano, pero no de una monarquía absolutista como la borbónica sino una parlamentaria como la británica, el non plus ultra de las aspiraciones belgranianas, la estrella que debía guiar el movimiento revolucionario. El 1° de febrero de 1819, a pesar de que la muerte acechaba al general, éste acepta una vez más la conducción del Ejército del Norte que supo llevar a la victoria y también a morder el polvo de la derrota. Sus soldados curtidos en mil batallas, se habían convertido en el resonador de la política nacional. No era tarea fácil la que se le encomendaba, pero una vez más primó la responsabilidad y el celo patriótico. En el viaje se encuentra con uno de esos viajeros ingleses, una mezcla de turista y espía, que solían recorrer países y continentes para después escribir detallados relatos que servían como informes al Foreign Office, y después se convertían en libros. Belgrano no perdía oportunidad de con ellos en su fluido ingles para conocer las “novedades” del Viejo Mundo.
Samuel Haigh recoge el encuentro en sus relatos (en los que también cuenta sus entrevistas con San Martin), donde señala el lastimoso estado de la tropa, descalzos, mal vestidos y peor comidos. Invitado a almorzar por Belgrano, Haigh le cuenta sobre el devenir de la campaña en Chile haciendo especial referencia al accionar del almirante Thomas Cochrane y las complicaciones que tenía por resistencia de las autoridades chilenas. Belgrano, atento a las palabras de Haigh, comenta ” What can you expect from us; we must commit blunders, for we are the sons of Spaniards, and no better than they are ” (Qué puede esperar de nosotros, debemos hacer tonterías porque somos hijos de españoles y no somos mejores que ellos).
La campaña que llevaba adelante Belgrano fue otro ” blunder “. El ejército se enfrascó en rencillas domesticas y el general fue apartado de su cargo y encadenado para ser conducido a Buenos Aires, enfermo, casi desahuciado. ¿Quiénes lo asistieron en sus momentos finales? Dos médicos ingleses, Joseph Redhead (el médico personal de Güemes) y John Sullivan, quien amenizó la agonía del general tocando el clave y charlando (obviamente en inglés). Cuando todo esto terminó, se encargó de hacer la autopsia de Belgrano para determinar la causa de muerte (cardio y hepatomegalia secundaria al paludismo).
En pago de honorarios y a falta de dinero, Belgrano le regaló a Redhead el reloj que Jorge IV le había obsequiado y que años más tarde fue cedido al Museo Histórico Nacional y de allí, robado. Nadie sabe dónde está el reloj del prócer …
Quizás deban resonar en nuestros oídos estas palabras del general como una predicción macabra. ” For we must commit blunders “, una llave para interpretar nuestra historia.
Nota también publicada en https://www.lanacion.com.ar/cultura/inglaterra-aficion-belgrano-su-modelo-politico-nid2381854