Hegel, un filósofo con dos caras

A los jóvenes con ganas de estudiar y con una buena cabeza, pero que no pertenecían a la nobleza ni eran de familia adinerada, no les quedaba más opción que aspirar a convertirse en clérigos o profesores. Por eso, el joven Georg Wilhelm Friedrich Hegel acabó tras los muros del seminario protestante de Tubinga (Alemania). Era un lugar rancio y frío, de dormitorios comunales y corredores malolientes. Allí llegó cuando rondaba los veinte años de edad y de allí emergió como un pensador sin el cual el Estado, la sociedad burguesa, el derecho o la historia posteriores no se podrían entender.

Fue todo un logro sobresalir en Tubinga. Todo aquel que se tomara alguna libertad, que osara tener ideas propias o contradecir a sus profesores podía ser expulsado del seminario. En ese triste ambiente, Hegel trabó amistad con el poeta Friedrich Hölderlin y con el romántico pensador Friedrich Schelling. Estos tres futuros protagonistas de la historia intelectual de la humanidad coincidieron en aquel oscuro seminario durante el invierno de 1790-1791 ejercitándose en los abstrusos sistemas teológicos de la época. La Revolución francesa los inflamó tanto que fundaron un club de debate político donde leían a escondidas periódicos franceses.

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El seminario protestante de  Tubinga (Alemania) era una institución donde se entrenaba el pensamiento  abstracto y se enseñaba una expresión escrita difícil de entender.  Allí, Hegel hizo amistad con el poeta Friedrich Hölderlin y el pensador  Friedrich.

El seminario protestante de Tubinga (Alemania) era una institución donde se entrenaba el pensamiento abstracto y se enseñaba una expresión escrita difícil de entender. Allí, Hegel hizo amistad con el poeta Friedrich Hölderlin y el pensador Friedrich.

Obsesión por la libertad

Mientras que Immanuel Kant, fallecido en 1804, fue el gran especialista en las primeras y últimas cuestiones del saber humano (¿qué puedo conocer?, qué debo hacer?, qué debo esperar?), Hegel fue de los primeros pensadores en reflexionar sobre el Estado moderno. Sus preguntas giraban en torno a dos conceptos políticos: ¿de qué manera se pueden conciliar la libertad personal y las leyes del Estado? ¿Qué validez tienen la moralidad y el desarrollo individual, la economía y el bienestar, la libertad de prensa y artística y la dignidad de las instituciones?

El otro legado es su oposición a toda forma de fundamentalismo religioso y despotismo político. Pero, pese al esfuerzo de algunos de sus biógrafos de ubicarlo en una corriente ideológica determinada, el pensamiento de Hegel es tan complejo y poliédrico que resulta casi imposible etiquetarlo convencionalmente. ¿Era un conservador o un pensador de izquierdas? Es probable que fuera las dos cosas a la vez.

Un hombre ambiguo

Su obra ha legitimado las doctrinas más opuestas. La ambigüedad de su pensamiento le ha permitido convertirse en el teórico del Estado absoluto y en el precursor del fascismo, pero también en el inspirador del marxismo. Si Hitler lo reclamó como modelo, Marx y Engels se nutrieron con su pensamiento. Su filosofía es la contradicción total, lo que lo acerca indirectamente al pensamiento de Heráclito y, por qué no, al de los filósofos posmodernos, como Deleuze. Persiguió liberar al conocimiento de toda limitación o condicionamiento. Hegel pensaba que entre el sujeto y el mundo no existe ninguna barrera infranqueable.

Admiradores y detractores

Su fama se debe a que inventó un método de razonamiento, la llamada ‘dialéctica hegeliana’, y a que concibió la filosofía como el resultado de un proceso histórico. Para él la Historia finalizaría en una plenitud que él identificaba con el Estado germánico.

Hegel representó también la versión nacionalista y racista del idealismo alemán, un aspecto de su pensamiento que años después iba a entusiasmar a Adolf Hitler. Porque, según Hegel, “solamente el mundo germánico, como encarnación del verdadero cristianismo, representa la auténtica libertad”.

Este filósofo sigue perteneciendo hoy en día a esa nómina de pensadores que genera tanta admiración como desconfianza. Si su admirador británico J. H. Stirling lo aclamó como el Aristóteles moderno, su colega Schopenhauer lo tildó de borrachuzo y charlatán.

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A Adolf Hitler hubo aspectos del  pensamiento hegeliano que le encantaron y a los que se aferró. Una de  las frases hegelianas que más satisfacción le produjo fue

A Adolf Hitler hubo aspectos del pensamiento hegeliano que le encantaron y a los que se aferró. Una de las frases hegelianas que más satisfacción le produjo fue “solamente el mundo germánico, como encarnación del verdadero cristianismo, representa la auténtica libertad”. Los detractores de Hegel mencionan esa frase como prueba de su conservadurismo. Sin embargo, no todos comparten esta visión, el profesor de filosofía Klaus Vieweg defiende que Hegel se mantuvo fiel a los impulsos democráticos de su juventud.

La cuestión de si el propio Hegel, en lo que a la filosofía del derecho se refiere, era un dócil y devoto servidor del autoritario Estado prusiano o un progresista pensador de izquierdas es un tema de discusión.

Klaus Vieweg, profesor de Filosofía en Jena y estudioso de Hegel, defiende que hay que olvidarse de esta dicotomía. En su opinión, el filósofo siempre se mantuvo fiel a los impulsos democráticos y emancipatorios de su juventud, que entroncaban con la Revolución francesa.

La filósofa Judith Butler recuerda que Hegel pensaba que el ser humano necesitaba un Estado funcional que garantizase la ausencia de violencia y que se responsabilizara del bien común, un concepto que los marxistas entendieron como propio. Sin embargo, no todos los que han estudiado su abrumadora obra filosófica están de acuerdo con esta afirmación.

Hegel atribuyó un papel decisivo a los protagonistas de la historia universal, como Alejandro Magno, César o Napoleón. Pensaba que, gracias a una “astucia de la razón”, estos personajes actuaban en interés de la totalidad, incluso cuando creían perseguir únicamente sus propias metas. Hegel fue testigo de la derrota de los prusianos ante las tropas napoleónicas en la batalla de Jena en 1806. Resguardado en la ciudad alemana, el filósofo escribió. “He visto cabalgar a Napoleón, ese espíritu universal; es realmente maravilloso ver un individuo como él concentrado aquí en un punto, sentado sobre un caballo, interviniendo en el mundo y dominándolo”.

Un hijo bastardo

En 1807, Christiane Charlotte Johanna Burkhard engendró un niño que sería el primer hijo de Hegel. Ese ‘hijo natural’ le causó una profunda culpa moral que se disiparía tres años después, cuando Hegel conoció a Marie von Tucher, el amor de su vida. Fue ella la que introdujo a ese hijo bastardo del filósofo en el nuevo núcleo familiar, mitigando de esa forma la mala conciencia de su progenitor.

En 1818, Hegel recibió la propuesta de trabajar en la Universidad de Berlín, ciudad a la que se trasladó a vivir junto con su familia. Sus clases rebosaban de alumnos, pero también de artesanos y de algún magistrado que acudían a escuchar sus monólogos, ávidos de captar la sabiduría que rezumaba aquel profesor talentoso.

El Hegel que vivió en Berlín hasta su muerte en 1831, y que ha sido descrito como un profesor conservador y defensor del espíritu prusiano, fue un personaje muy popular en la capital del reino.

Meses después de asentarse en Berlín, las autoridades aprobaron los Decretos de Karlsbad, formulados para erradicar la herencia republicana de Napoleón y las ideas de la Ilustración, tanto en Austria como en todos los estados que formaban la Confederación Germánica. La vuelta atrás que suponía el programa restaurador dirigido por el príncipe Metternich dividió profundamente a la sociedad berlinesa, que hasta ese momento se había mostrado especialmente abierta al debate. Las reformas que se habían emprendido en Prusia y las promesas del rey Federico Guillermo III de promulgar una Constitución, que se remontaban a una década antes, se quedaron en papel mojado. “Ya tengo cincuenta años -se lamentaba Hegel en 1819-, treinta de los cuales los he pasado en esta interminable, agitada época de temor y esperanza, aguardando a que de una vez llegaran a su fin ese temor y esa esperanza. Ahora veo que todo sigue igual y, en las horas más oscuras, es inevitable pensar que irá a peor”.

Rebelión y cárcel

La llamada ‘persecución de los demagogos’, desatada por los Decretos de Karlsbad, impuso la censura y afectó a algunos pupilos de Hegel, que fueron acusados de rebelión y fueron apresados. Hegel mantuvo correspondencia con ellos y los visitó en prisión, donde hablaba con ellos en latín para que los guardias no pudieran entenderlos.

Parece evidente que el filósofo no rehuyó el riesgo personal. Como ciudadano, siempre se puso de parte de la resistencia, lo que lo sitúa en la izquierda política. En una ocasión, tomando vino con unos colegas, Hegel les recordó que ese día era 14 de julio, el aniversario de la toma de la Bastilla, por lo que los conminó a brindar por la libertad.

Hoy, nadie discute que las actuales democracias le deben mucho a su última obra, publicada en 1820 con el título Principios de la filosofía del derecho, en la que Hegel habla de la esfera burguesa como conciliación entre el individuo y el Estado y de la obligación de este con el cuidado de los recursos naturales para las generaciones futuras, algo muy en boga tras la reciente cumbre sobre cambio climático celebrada en Madrid.

Hegel también fue claro en sus argumentos en defensa de los derechos humanos universales.:”El hombre vale porque es hombre y no porque sea judío, católico, protestante, alemán o italiano”, dijo. Aunque esa idea entraba en profunda contradicción con la que propuso años antes y que ensalzaba el nacionalismo racista del idealismo alemán.

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Marx toma de Hegel la dialéctica  (afirmación, negación y superación) y coincide con él en su visión de la  Historia como un proceso que finaliza en un estado de plenitud. Luego  difieren respecto al concepto de esa plenitud y al modo de alcanzarla.  Mientras que para Marx esa culminación es la sociedad sin clases y se  llega a ella mediante la revolución económica y política, Hegel habla de  un espíritu absoluto que se va desplegando a lo largo de la Historia.  También ambos creían en la necesidad de un Estado que garantice el bien  común.

Marx toma de Hegel la dialéctica (afirmación, negación y superación) y coincide con él en su visión de la Historia como un proceso que finaliza en un estado de plenitud. Luego difieren respecto al concepto de esa plenitud y al modo de alcanzarla. Mientras que para Marx esa culminación es la sociedad sin clases y se llega a ella mediante la revolución económica y política, Hegel habla de un espíritu absoluto que se va desplegando a lo largo de la Historia. También ambos creían en la necesidad de un Estado que garantice el bien común.

Tras su muerte, en 1831, sus seguidores se dividieron en dos campos contrarios.:los hegelianos de derecha, que defendieron el conservadurismo político de la restauración monárquica tras las guerras napoleónicas; y los hegelianos de izquierda, entre los cuales se encontraba Karl Marx, que interpretaron a su maestro en un sentido revolucionario.

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