Se desarrolla en una aldea medieval, donde vive un gurda de caza, llamado Hilarión que ama a Giselle y sufre de celos por Loys, un pueblerino, quien es en realidad el duque Albrecht. Este último esconde su espada y despide a su escudero y llega al encuentro de Giselle. La joven sale de casa y acepta el tierno galanteo de Loys, que jura amarla para confortarla de la negativa de una margarita que ella había deshojado. Hilarion declara más tarde su amor a Giselle, pero ella lo rechaza y éste jura venganza.
Dan comienzo las fiestas campesinas de la vendimia, a las que Giselle se une con entusiasmo no sin el temor de su madre, pues desde niña había tenido una salud muy débil. Mientras esta danza tiene lugar, su madre cuenta cómo jóvenes muertas durante aquellas danzas se convierten en Willis, blancos fantasmas que vagan por los bosques al claro de la luna. Se interrumpen las fiestas para acoger al príncipe de Curlandia y a su hija Bathilde, que llegan de regreso de una cacería con su séquito. Giselle danza para la princesa, que le da un collar y vuelve a partir con los suyos, reanudándose la fiesta campesina. Al llegar Albrecht, Hilarion lo desenmascara mostrando la espada que ha encontrado escondida en el bosque, y llama de nuevo con el sonido del cuerno a los nobles cazadores y a la princesa Bathilde, prometida de Albrecht. Éste, con fingida desenvoltura y justificándose como simple deseoso de distracción entre las danzas campesinas, toma a Bathilde del brazo y se la lleva, sin cuidarse de Giselle. Giselle, al comprender el engaño, cae en la locura y delira inciando pasos de danza entre los consternados presentes, para finalmente atravesarse con la espada y morir en brazos de su madre ante un Albrecht atónito y desesperado.
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En 1992 durante el segundo acto de Giselle, con el bailarín Vladímir Vasiliev
Segundo acto
A medianoche, en los proximidades de la tumba de Giselle, se entrevé a Hilarion que pasa entre los árboles que lo rodean. Aparece entonces Myrtha, reina de las Willis, quien evoca a su corte de fantasmas femeninos para recoger, danzando, a su nueva compañera, Giselle, que tras inclinarse ante la reina, se une a la espectral danza que mantienen sus compañeras. Se oyen unos pasos y las Willis se desvanecen: es Albrecht, que viene a esparcir lirios sobre la tumba de la muchacha demasiado tarde amada. Después de un momento, se le aparece la imagen de Giselle, y él, alucinando, la sigue por entre los árboles.
Entra Hilarion y es rodeado inmediatamente por las Willis, que lo impelen hasta la muerte tras una danza loca. Al retorno de Albrecht, Myrtha lo condena a sufrir la misma suerte que habían sufrido todos aquellos que caen bajo el poder de las Willis, pero Giselle lo protege junto a la cruz implorando en vano a la gélida reina. Condenado a bailar hasta el extremo, Giselle lo sostiene con amor desesperado hasta que las primeras luces del alba imponen la retirada de los espectros. Giselle sigue, al fin, a sus compañeras hacia el reino de las sombras, tras haber encaminado a su amado hacia la luz y la vida.
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Historia
El ballet Giselle está basado en la obra De l’Allemagne de Heinrich Heine, en el año 1835. Se cree que una variación de su primer acto, no pertenece a Adolphe Adam, sino a Leon Minkus.
“Giselle” reúne los aspectos coloristas y nacionalistas con lo irreal y lo fantástico. Su éxito se basó en varios factores; uno era que respondía totalmente a los parámetros estéticos de la época. Dividido en dos actos, seguía la tradición iniciada en “La Sylphide” de contraposición del mundo terrenal con el mundo fantástico, pero ahora era una sola bailarina la encargada de representar los dos mundos.
Lo más importante, sin embargo, fue la creación de una música original, una partitura creada exclusivamente para el ballet, que fue compuesta por Adolphe Adam. Hasta ese momento, los ballets se habían coreografiado sobre fragmentos procedentes de óperas. La originalidad de la partitura hace que exista una unidad dramática y coreográfica, gracias a los leitmotivs de los personajes y las situaciones. En “Giselle” la danza es el tema, pero también el medio fundamental de contar la historia.
La historia que presenta el ballet Giselle es una historia de amor con un final muy trágico. Se va representando el amor, la locura, las mentiras, el arrepentimiento y la muerte con la elegancia y excelente desarrollo de los ballets clásicos románticos
Anette Delgado y Dani Hernández en Giselle, conversión coreográfica de Alicia Alonso
Versión cubana
En el ballet cubano, la historia de “Giselle” comienza el 2 de noviembre de 1943, en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Alicia Alonso debuta en el rol principal y se considera que este es el principio de una relación entre la artista y el personaje que sobrepasa el ambiente teatral y comienza un mito. Tuvo un éxito rotundo, crítica excelente y grandes augurios convertidos en realidad por el virtuosismo y la perfección de Alicia.
La labor de Alicia en esta obra ha enriquecido en aspectos técnicos, cultura y sensibilidad, respetando siempre el argumento y el estilo del ballet original. La concisa narración, ligada al diseño de los bailes y a su situación dentro de Giselle , traza una parábola entre los dos actos y logra una manifiesta homogeneidad de estilo, equilibrio dramático y coreográfico desarrollado orgánicamente del primero al segundo acto; uniformidad no alcanzada en todas las puestas de este ballet y que ha contribuido a que la versión del Ballet Nacional de Cuba se proclame como la más lograda de cuantas se encuentran en el repertorio internacional.
Esta versión de Giselle realizada por Alicia Alonso forma parte del repertorio de reconocidas agrupaciones de ballet internacionales, entre las que se encuentran:
El Ballet del Teatro de Bellas Artes, México, 1976
El Ballet de la Ópera del Estado de Viena, 1980
El Ballet del Teatro San Carlo, Nápoles, Italia, 1981
El Ballet del Teatro Nacional Eslovaco, en 1989.
En 1966 Alicia Alonso recibió el Grand Prix de la Ville de París , en el IV Festival Internacional de la Danza, celebrado en el Teatro de los Campos Elíseos, por su versión coreográfica e interpretación personal del ballet Giselle .
Selección de críticas
“…el modelo de Wilis que la Alonso propone a su cuerpo de baile -las 24 bailarinas se desplazan en arabesque y forman una diagonal tan afilada que podrían cortarnos un dedo- es ingenioso y psicológicamente atinado. El buen desempeño de los campesinos en el divertissement del I Acto es agradable a la mirada del espectador y constituye un gran desafío para una compañía que está en sus mejores momentos…”
Allan Ulrich. San Francisco Examiner , 1999.]
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“…la Alonso interpretó triunfalmente el personaje de Giselle junto a su propia compañía, que entonces hacía su debut oficial en los Estados Unidos. Hoy más que nunca resulta evidente que este montaje fue logrado no sólo gracias al carisma de una estrella, sino por una sólida producción, muy rica en detalles y de gran fuerza en las pantomimas y en la técnica.”
Anna Kisselgoff. The New York Times . 1999.]
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“[…] La versión de Giselle creada por Alicia Alonso para el Ballet Nacional de Cuba continúa siendo un sello distintivo de integridad dramática, del estilo romántico y de la grandeza que una compañía es capaz de alcanzar…”
Lewis Segal. Los Angeles Times . 1999.]
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“Sin embargo, el mayor triunfo fue para el cuerpo de baile de la Alonso, que no tiene rival. Las cubanas fueron, con toda justeza, las más precisas, expresivas y sensuales Wilis que jamás hayan pasado por esta leyenda romántica. Los aplausos que les tributó el público en ambas funciones han sido sólo superados por los que ha recibido la propia Alonso.”
Octavio Roca. San Francisco Chronicle . Estados Unidos, 1999.]
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“El más pequeño acontecimiento de la obra ( Giselle ) es mostrado al detalle y con todos sus matices, mientras que la acción recíproca entre los personajes posee una intimidad […] Pero la Alonso hizo algo más que el montaje y los ensayos de la obra para llegar a acentuar su alcance teatral. Por medio de la escuela que fundara, de la cual se nutre su compañía, la Alonso ha enseñado a sus protegidos alumnos una visión precisa del estilo clásico. Asimismo, estos artistas conservan una gran sencillez, semejante a la mostrada hace tiempo por los más destacados bailarines, que provoca la simpatía del público.”
Tobi Tobias. The New York Times . Estados Unidos, 1999.]