Se recuerda por estos días un nuevo aniversario (54°) del derrocamiento por las Fuerzas Armadas del gobierno constitucional del presidente Arturo Umberto Illia, ocurrido el 28 de junio de 1966, iniciándose así un extenso período dictatorial que asumió pomposamente la denominación de “Revolución Argentina”,encabezada por el presidente de facto teniente general Juan Carlos Ongania.
Mucho se ha dicho y escrito respecto del episodio en sí mismo, enmarcado en la tónica de nuestra historia política contemporánea que desde 1930 vió alterada su normalidad institucional a partir de la interrupción de los períodos presidenciale constitucionales de diverso origen, por la irrupción de los militares como actor político determinante en el escenario nacional.
También ha sido objeto de estudios, análisis y divulgación la obra de gobierno eficaz y progresista del presidente Illia y sus colaboradores en la gestión. Esta misma columna en anteriores ediciones de este diario se ocupó en detalle de señalar detalladamente los aciertos de las políticas públicas de la presidencia de Illia, no obstante las cuales una prolija campaña de descrédito desplegada por diversos actores de la realidad nacional de entonces se empeñó en esmerilar y menoscabar las mismas, así como respecto de la capacidad de Arturo Illia y los integrantes de su administración para el cumplimiento de sus responsabilidades, lo cual habría sido una de las causales justificantes de la conspiración y finalmente el golpe de Estado que puso fin a ese gobierno.
Digamos a modo de somera síntesis que el gobierno de Illia llevó a cabo un proceso de nacionalismo económico (anulación de contratos petroleros lesivos de la soberanía nacional, Ley de Medicamentos) y planificación indicativa, la defensa de los intereses de los trabajadores (Ley del Salario mínimo, vital y móvil, mayor participación en la distribución de la renta nacional) cuyos resultados son incontrovertibles: los más altos índices de crecimiento sostenido del PIB fueron los años 1964 y 1965 (ambos ejercicios anuales completos bajo la administración radical que encabezó Illia); se alcanzó alrededor de un 10%, la mas alta inversión presupuestaria en educación, ciencia y tecnología (25 % del Presupuesto nacional); una política exterior de firme contenido antiimperialista y americanista que entre otros logros obtuvo un resonante éxito diplomático sobre la soberanía argentina en las Islas Malvinas a través de la Resolución 2065 de la ONU que imponía a Gran Bretaña el diálogo bilateral. Todo ello dentro de la plena vigencia del régimen constitucional, incluyendo todas las libertades civiles y políticas, aún para el peronismo al que los militares habían proscripto en 1955 que en 1965 pudo participar libremente en los comicios.
UN EPISODIO DE LAS HORAS FINALES
Para que el apropiado recuerdo no resulte en pura nostalgia, es bueno tomar el pasado como ejemplo para el presente y el futuro. Pero en el actual contexto socioeconómico de la República Argentina además de la pandemia y el aislamiento social vigente por disposición de las autoridades, mientras persiste una situación de agobio económico producto de desaguisados y malas políticas sostenidas por los últimos gobiernos que han tenido y tienen la responsabilidad de administrar los recursos de todos los argentinos y ante la ausencia de crédito externo en un virtual estado de cesación de pagos, hoy conocido con el término “default”, queremos mencionar un episodio relativo a las horas finales de la Administración Illia, desalojada ya del poder en virtud del mentado golpe cívico militar y la actitud de los funcionarios que desempeñaron altas responsabilidades en aquel gobierno radical.
La anécdota fue reseñada nada menos que por el doctor Miguel Angel Zavala Ortiz, que a la sazón fue Canciller de la presidencia de Arturo Illia y relata el momento en que empujados por la fuerza, las autoridades constitucionales encabezadas por el primer magistrado debieron abandonar la Casa Rosada.
De larga y reconocida trayectoria política, Zavala Ortiz menciona un intercambio verbal que al retirarse de la sede gubernamental mantuvo con otro notable funcionario radical, el doctor Félix Elizalde que hasta ese momento desempeñaba la presidencia de la máxima autoridad monetaria nacional, es decir, el Banco Central de la República Argentina.
Ambos, Zavala y Elizalde fallecieron en 1982, por lo que este testimonio adquiere carácter póstumo.
Dice Zavala Ortiz: “Yo salí del brazo del doctor Illia y lo acompañé hasta la puerta donde tomó un auto particular, no el auto oficial ni un taxi como se dijo. Me vine esa madrugada a mi domicilio.
El entonces presidente del BCRA Felix Elizalde, estaba entre los concurrentes al despacho presidencial en el momento del desalojo del presidente por parte de las fuerzas policiales y militares. Cuando salíamos, el doctor Elizalde me preguntó que iba a hacer ese día o al día siguiente, si iba a ir a mi despacho. Yo le dije que no iba a ir, que no tenía que ir pues habíamos sido derrocados. Y él me dijo entonces: `yo en cambio tengo que ir porque vence un préstamo de 80 millones de dólares, tengo el dinero y si no lo giro va a aparecer la Argentina como deudora morosa de una obligación con el extranjero, causándole con eso un gran daño al país’. Y el doctor Elizalde fue a pagar y el crédito argentino se mantuvo”.
Ejemplos de una Argentina y argentinos para quienes la palabra empeñada tenía valor.
Sobre el autor: Diego Barovero es el Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.