Flores en la tumba de Aphra Behn

«Todas las mujeres deberían poner flores en la tumba de Aphra Behn, que se encuentra, escándalo mayúsculo pero a la vez bastante razonable, en la Abadía de Westminster, porque fue la que ganó para ellas el derecho a expresar lo que piensan».

Estas palabras las escribió Virginia Wolf y estaban contenidas en su ensayo Una habitación propia, sin ningún género de dudas, uno de los pilares fundamentales en el estudio del binomio mujer-literatura. En las páginas de ese libro, el nombre de Aphra Behn aparece en numerosas ocasiones, pues no en vano, esta mujer fue una de las primeras que se zambulló de lleno en las procelosas aguas de la literatura profesional.

Pero ¿quién fue en realidad Aphra Behn y qué papel jugó en el mundo de la literatura para que la autora de La Señora Dalloway le otorgara el papel de figura pionera en las letras británicas?

Tenemos pocos datos fiables de su biografía. Si algo sabemos de su vida es que no sabemos casi nada. O mejor dicho: que casi nada de lo que sabemos es absolutamente cierto. Su biografía está inmersa en una bruma que la convierte en una figura de dimensiones míticas, casi en un personaje de ficción de una de sus propias obras. Incluso la fecha y el lugar de su nacimiento son inciertos, dependiendo de la fuente que se consulte. La Enciclopedia de Literatura Merrian Webster establece el mes de julio de 1640 como la fecha más probable. El lugar, la pequeña población de Harbledown, en el estado de Kent, en Inglaterra. No obstante, no parece haber ninguna duda en la fecha y el lugar de su muerte: 16 de abril de 1689, en la ciudad de Londres. De ser ciertos estos datos, Aphra Behn no llegó siquiera a cumplir los cincuenta años. Y sin embargo, su vida —o al menos los retazos de esa vida que han llegado hasta nosotros— es absolutamente apasionante.

No se sabe con certeza quiénes fueron sus padres. Se habla frecuentemente de un barbero y una nodriza, aunque otras fuentes dicen que fueron una pareja de mercaderes. Lo que sí sabemos con certeza es que, siendo una niña, pasó una temporada en las Antillas británicas, en Surinam. También sabemos que muchas de las experiencias vitales de aquella época acabarían en las páginas de sus libros. Pero no mucho más. Al volver a Gran Bretaña convertida ya en una mujer hecha y derecha, se casó con un rico comerciante, de quien tomaría su apellido, Behn, con el que ha entrado de lleno, y por derecho propio, en la Historia de la literatura. También sabemos que su esposo moriría pronto, apenas tres años después de que la pareja hubiera contraído matrimonio. Y a la mujer no le quedó más remedio que agudizar su ingenio para sobrevivir. Se cuenta de ella que trabajó como espía para el rey Carlos II en la guerra que este libró contra los holandeses en el siglo XVII. Se cuenta que contrajo numerosas deudas, hasta el punto, de pasar una temporada en la cárcel. Se habla de amantes diversos, hombres y mujeres, incluido el monarca británico. Se habla de actitudes libertinas, de pasión desaforada, de convencionalismos que se rompen en miles de trocitos. A día de hoy, no podemos establecer fidedignamente cuánto hay de realidad en todo esto y cuánto pertenece al ámbito de la fantasía.

Lo que sí sabemos con absoluta certeza es que Aphra Behn fue novelista, poeta, traductora (principalmente del latín y el francés al inglés) y, sobre todo, una extraordinaria dramaturga, que brilló con la misma intensidad con la que lo hicieron los más importantes dramaturgos británicos de la época en que le tocó vivir, la Restauración. También se puede afirmar con rotundidad que ella fue la primera mujer que se ganó el pan escribiendo. Antes que ella hubo otras mujeres que escribían. Por supuesto. Pero antes de ella no hubo ninguna otra mujer que lo hiciera de manera profesional. No está nada mal para una chica del siglo XVII.

La carrera profesional de Aphra Behn comenzó con una obra de teatro llevada a los escenarios en el año 1670; The Forced Marriage (El matrimonio forzado), una obra con la que alcanzó una gran popularidad ya en su tiempo y que acabó convirtiéndose en un éxito clamoroso entre el público londinense. Esta obra ahondaba en uno de los temas recurrentes de la escritora: los matrimonios de conveniencia. Después vinieron otras muchas obras que la convirtieron en una de las autoras favoritas del público londinense: The Widow Ranter, The Young Brother, Abdelazar (la única tragedia de su extensa producción), The Amorous Prince, The Dutch Lover, Sir Patience Fancy, The Luckey Chance, The City Heiress, The Feign’d Curtizans, The Roundheads o The Rover. En total más de veinte obras, casi todas comedias o tragicomedias, que, como hemos señalado, le proporcionaron una extraordinaria popularidad y cuantiosas sumas de dinero.

A propósito del teatro de Aphra Behn, la profesora y poeta cordobesa Bibiana Prior, escribió en un artículo titulado Aproximación a la figura de Aphra Behn: su poesía amorosa (2015):

En sus obras trata numerosos temas: políticos, sociales, así como económicos y religiosos. Los personajes femeninos y el tratamiento de los temas relacionados con la situación de la mujer serán analizados permanentemente, tomando partido por la defensa de sus intereses, cuya situación no dejaría nunca de denunciar.

No obstante, Aphra Behn no fue sólo una (destacada) autora de obras de teatro. Como señalan Ronald Carter y John McRae en The Penguin Guide to English Literature: Britain and Ireland, Behn escribió alrededor de treinta novelas, entre las que destacan sobre todo dos: Love Letters between a Nobleman and his Sister, (Cartas de amor entre un noble y su hermana) publicada en 1683, y Oroonoko, (existe traducción castellana: El príncipe Oroonoko) de 1688. Ambas obras se adelantaron bastante a su tiempo, pues la primera tiene forma epistolar, cuando ese género ni siquiera existía, y la segunda suele ser considerada como la primera novela filosófica inglesa. Oroonoko, cuyo subtítulo era The Royal Slave (El esclavo real en alusión al personaje protagonista de la obra, el príncipe africano Oroonoko), está basada en las experiencias personales que la autora vivió en la época que pasó en Surinam, donde el mercado de esclavos estaba a la orden del día, aunque es una obra de ficción y como tal ha de ser leída. El libro narra las vicisitudes de un príncipe africano que ha sido secuestrado y llevado a la fuerza desde su tierra natal en África a la Guyana, donde transcurre la obra, para ser vendido como esclavo. Aphra Behn se cuestiona, en las páginas de esta obra, la legalidad y la moralidad del sistema esclavista lo que hacen de la obra, un libro absolutamente innovador para la época en que se publica y que, convierte a su autora, en una influencia para los grandes narradores británicos que vendrían después, desde Sterne a Defoe, pasando por Swift, Richardson o Fielding.

Aphra Behn también escribió abundante poesía, la mayoría de las veces, formando parte de las obras de teatro. Estos poemas son, principalmente de temática amorosa e incluso erótica, aunque también hay poesía que hoy denominaríamos de contenido político o social. No resulta nada descabellado calificar la obra poética de Behn con el adjetivo “feminista”, a pesar de que fue escrita hace más de dos siglos, cuando era impensable siquiera plantearse algo remotamente parecido a las tesis feministas. Sus versos están recopilados en varias obras: The Covent Garden Drolery (1672), A Collection of Poems Written Upon Several Occasions (1673) o Poems Upon Several Occasions (1684). Además, muchos de sus poemas han sido incluidos en numerosas antologías de poesía inglesa.

Tras su muerte y durante mucho tiempo, la figura de Aphra Behn fue sepultada en el olvido, en parte debido a la idea puritana de que su obra era obscena e incluso escabrosa. Sin embargo, como señala Erika Harlitz-Kern, en la actualidad, con la apertura de miras y la inclusión de otras voces en el canon, el talento y la contribución de esta autora a la literatura inglesa ha empezado a ser reconocida. Nunca es tarde, si la dicha es buena.

Texto extraído del sitio: http://lagigantadigital.es/flores-en-la-tumba-de-aphra-behn/

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