Ernesto Tornquist, el hombre que hizo presidente a Carlos Pellegrini

Ernesto Tornquist nació en Buenos Aires el 31 de diciembre de 1842. Era hijo de don Jorge Pedro Ernesto Tornquist, comerciante norteamericano, y de doña Rosa Camusso, uruguaya.

Cursó sus estudios elementales en el Colegio de don Germán Frers, uno de los más acreditados de la época y luego los completó en la ciudad renana de Krefeld.

De regreso al país, en 1858, pasó a trabajar como vendedor y despachante de Aduana en la casa “Altgelt, Ferber y Cía.”, firma dedicada a la exportación de lanas y cueros y a la importación de maquinaria agrícola.

En 1874, comenzó a conducir la firma “Ernesto Tornquist y Cía.”, ocupada en la importación de mercaderías generales, como también la exportación a gran escala de productos argentinos. La casa creo una oficina técnica y de representaciones extranjeras, y obtuvo grandes negociaciones en Londres, París, Berlín y Amberes.

Hizo conocer la producción argentina y atrajo capitales al país.

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En 1878, formó parte del directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires. en los años críticos del ’80, integró el Comité de la Paz, que buscaba obtener las renuncias de Roca y Tejedor a sus candidaturas presidenciales, como forma de evitar la guerra civil.

Adquirió Tornquist gran cantidad de tierras, iniciando su explotación. Subdividió las adquiridas en la provincia de Buenos Aires, y radicó en ellas a colonos suizos y alemanes. Su presencia también se hizo sentir en el litoral por medio de la “Compañía de Productos Kemmerich” y el saladero “Santa Elena”, de Entre Ríos. Le interesó la industria azucarera, y en 1886, obtuvo la ley que le permitió crear en Rosario la gran “Refinería Argentina”, con ello a la par de estimular su producción, consiguió que el país dejase de importar azúcar.

En la Revolución de 1890, fue uno de los sublevados. Brindó su apoyo a las iniciativas financieras de Carlos Pellegrini, y no ajeno a la creación del Banco Nacional.

En 1891, rehabilitó la firma de “Sansinena” con su frigorífico “La Negra” del Riachuelo, e hizo surgir la planta de “Cuatreros” en Bahía Blanca. Más tarde, como dice Fernando M. Madero, encauza capitales europeos, preferentemente de origen francés que le llegaban por medio de sus relaciones del puerto belga de Amberes, y así surgen sociedades de colonización y de préstamos sobre hipotecas rurales que proveen los fondos para explotar campos en zonas marginales de Córdoba, La Pampa y San Luís.

En 1902, llegó a adquirir el activo y pasivo de la “Curumalál Land Co. Ltd.” Paralizada a raíz de la quiebra de Eduardo Casey, en la que instaló estancias y colonias, comenzando a fraccionar cerca de 25.000 has. para el afincamiento de pequeños propietarios.

Su impulso llegó a las industrias manufactureras: ingresó como fuerte accionista en los talleres metalúrgicos “Rezzónico, Ottonello y Cía.” (luego “Tamet”), creó también “Ferrum” fábrica de artículos enlozados y galvanizados.

En el norte, sobre la base de seis ingenios formó la “Compañía Azucarera Tucumana”. La pesca de ballenas en las Islas Georgias dio lugar a que creara la “Compañía Argentina de Pesca”, invirtió capitales en la búsqueda de petróleo en Mendoza, explotó quebrachales en Santiago del Estero, y tuvo injerencia en la radicalización de fondos belgas para el ferrocarril del Norte en Santa Fe. En los primeros años del siglo XX, la antigua razón social se transformó en la “Sociedad Anónima Financiera, Comercial e Industrial Ernesto Tornquist y Cía. Ltda.”, que fue la base y sostén de otras sociedades importantes de nuestra plaza.

Creó numerosas sociedades que tuvieron en él un gran impulsor como “El Quebracho” y “Quebrachales Tintina”; compañías “Crédito Ferrocarrilero Argentino” y “Belga Argentino Ferrocarriles”, “La Verde, introductora de Buenos Aires”; la Cervecería Palermo y otras, aparte de las reseñadas más arriba.

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La industria agrícola-ganadera, la industria azucarera y sociedades hipotecarias particulares también contaron con su estímulo y aporte.

Su nombre se vinculó con el progreso del balneario de Mar del Plata al dotarlo del Hotel Bristol, y del edificio del Torreón del Monje (1904), que le darán una característica especial.

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El Torreón original, hacia 1910.

El Torreón original, hacia 1910.

En la ciudad de Buenos Aires hizo construir el Plaza Hotel, creó el Golf de Palermo, cercano a su quinta de la avenida Luís María Campos y Olleros, con un castillo de estilo señorial como el que levantó en su estancia “La Ventana”, en la provincia de Buenos Aires.

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Vivió cerca del Plaza Hotel en la calle Florida 999, y su casa tenía un frente decorado con nichos orlado con esculturas y un pequeño mirador.

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Plaza Hotel.

Plaza Hotel.

Estuvo identificado con la política del proteccionismo en la industria, coincidiendo plenamente con el pensamiento de Pellegrini. En la segunda presidencia de Roca se preocupó por la estabilidad de nuestra moneda, donde el éxito coronó su iniciativa.

Fue el inspirador del Ministerio de Hacienda, Dr. José María Rosa, en 1899, de la Ley de Conversión que creó el mecanismo para evitar tanto la baja como el alza del peso en relación con el oro.

Otra cuestión que le preocupó fue la unificación de la deuda externa, con el propósito de brindar adecuadas garantías para que renaciera el interés por invertir capitales en nuestro país.

Negoció con los grandes banqueros europeos, contando con el decidido apoyo del ministro Berduc, y llegó a convencer de las bondades del proyecto a Pellegrini. En junio de 1901, cuando fue remitido al Congreso, Roca debió retirarlo ante las manifestaciones e incidentes que se produjeron, e implantó el Estado de Sitio. En esta cuestión sus ideas fueron derrotadas, pero “el país pagó la desinteligencia que fisuró para siempre aquella dirigencia”, como acota del doctor Madero.

En diversas ocasiones avaló con su fortuna personal las compras de armamentos que la Argentina debía efectuar en Europa para la eventualidad de un enfrentamiento con Chile. Cuando el secular conflicto volvió a agudizarse, Tornquist fue convocado por el presidente Roca a su casa de la calle San Martín, porque necesitaba su consejo y su influencia ante la banca europea. El mejor título de este ciudadano a la consideración pública, fue su intervención privada a las célebres negociaciones de desarme iniciadas en enero de 1902. Cuando lo rumores de la guerra con Chile se acentuaron de un modo alarmante, esto es, a fines de ese año climatérico, actuó privadamente, aprovechando sus poderosas relaciones con el extranjero. Tornquist telegrafió simultáneamente a la casa Baring y a Rotschild pidiéndole al gobierno británico para que influyese ante los de Argentina y chile de manera que las dos naciones suspendiesen las últimas adquisiciones navales. El gobierno del Rey Eduardo VII le hizo saber que sólo ofrecería sus buenos servicios si ambos gobiernos lo solicitaban. Fue entonces cuando Tornquist consiguió en concurso de Eulogio Altamirano, prominente hombre público de Chile, quien contribuyó a eliminar los obstáculos que se presentaban en Santiago. De ese modo Baring, Rostchild, los representantes diplomáticos en Chile y en la Argentina, todos actuaron para que el gobierno británico aceptase mediar, abriendo el camino para las negociaciones oficiales que condujeron a los célebres “Pactos de Mayo”.

Como consejero de Roca, mantuvo estrecha amistad con Pellegrini, siendo de filiación autonomista. Integró la lista de candidatos a diputados nacionales por la Coalición Popular, que triunfó en marzo de 1906.

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Tapa de la revista Caras y Caretas - 16 de septiembre de 1906. Carlos Pellegrini junto a Ernesto Tornquist.

Tapa de la revista Caras y Caretas – 16 de septiembre de 1906. Carlos Pellegrini junto a Ernesto Tornquist.

Desde su banca estuvo en contra de la amnistía para los complicado en el movimiento militar del 4 de febrero. Criticó las sumas que el Congreso votaba generosamente abultando el presupuesto nacional, y estuvo en contra del rearme naval preconizado por Estanislao Zeballos.

Bregó por la limitación de los armamentos. Al disponerse la clausura intempestiva del Congreso, Tornquist se encontró entre los legisladores que suscribieron un manifiesto condenatorio de aquel acto. Fue entonces cuando Zeballos convocó al ministro alemán en Buenos Aires haciéndole saber que el gobierno vería con agrado que la Casa Krupp le retirara su representación al adversario declarado del P. E.. Enterado Tornquist del episodio presentó su espontánea renuncia a la Casa Krupp, para no perjudicar los intereses de sus antiguos representados.

Perteneció al Jockey Club, Sociedad Rural Argentina, Club del Progreso, Patronato de la Infancia, Sociedad Hípica Argentina y oras instituciones.

Enfermo y vencido, falleció en Buenos Aires, el 17 de junio de 1908. Se había casado con su sobrina, Rosa Altgelt. A su muerte el gobierno se asoció al duelo decretándole honras fúnebres. Su sepelio se efectuó en el Cementerio del Norte.

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Tornquist y su esposa Rosa Laura María Altgelt, con su hija menor Sara Dolores en la falda, y los otros nueve que llegaron a ser adultos: cuatro varones y seis mujeres. Uno de los varones, Adolfo, fue sacerdote. Los otros tres quedaron al frente de las empresas de su padre.

Tornquist y su esposa Rosa Laura María Altgelt, con su hija menor Sara Dolores en la falda, y los otros nueve que llegaron a ser adultos: cuatro varones y seis mujeres. Uno de los varones, Adolfo, fue sacerdote. Los otros tres quedaron al frente de las empresas de su padre.

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