Más allá del postulado grandilocuente de Roosevelt, se apuntaba a que el canal fuera algo más que una demostración de la capacidad norteamericana para las grandes obras: la construcción del mismo auguraba a EEUU enormes beneficios comerciales y militares.
El gobierno norteamericano estaba convencido de la necesidad de un canal desde la época de la guerra contra España, en 1898, cuando un barco norteamericano salió de Cuba hacia las islas Filipinas y tardó 69 días hasta llegar al Cabo de Hornos para recién ahí doblar (“usted siga todo derecho hasta el final, jefe…”) y cambiar de océano hasta llegar a su destino final.
El canal de Panamá fue entonces una de las cuestiones centrales (si no la más importante) de la política exterior de Theodore Roosevelt. En sintonía con esto, en 1904 propuso una ampliación de la Doctrina Monroe (elaborada por John Quincy Adams aunque atribuida al presidente James Monroe en 1823, y que no era más que un principio de la política exterior norteamericana que decía que las potencias europeas no tenían derecho a intervenir en los asuntos interiores de los Estados americanos, y que toda intervención de esta clase será considerada como una amenaza hostil; en pocas palabras: “América para los americanos”), relacionando esa medida con lo que definió como el “destino manifiesto” de los Estados Unidos: que el “gran país del norte” debía extenderse desde un océano hasta al otro (y ya que estamos, pasar fácilmente de un océano al otro). El agregado (“Corolario”) de Roosevelt incorporó el hecho de que Estados Unidos debía tener “poder policial” sobre sus vecinos latinoamericanos (la historia posterior pondría de manifiesto la ambigüedad de esta doctrina en varios casos, uno de ellos, la cuestión Malvinas, por ejemplo).
La estrategia reconocida de Roosevelt (simbolizada por la frase “habla suavemente, pero lleva un garrote”, frase mencionada en 1901 refiriéndose a su política exterior) fue uno de los pilares del desarrollo expansivo norteamericano por aquellos tiempos, en los que se convirtió en una verdadera potencia naval.
En 1903 el istmo de Panamá era una provincia de Colombia, bastante descontenta con su suerte y su destino, y había tenido intentos secesionistas desde hacía setenta años. Sin embargo, los partidarios de la independencia de esa provincia habían fracasado reiteradamante, entre otras cosas, porque hasta entonces Estados Unidos había apoyado siempre a Colombia en esas disputas territoriales. Hasta 1903.
Porque ese año Estados Unidos fracasó en el intento de obtener autorización por parte de Colombia para construir un canal a través del istmo de Panamá. En una frase de pobre retórica pero al parecer bastante gráfica para los estándares americanos de entonces, el presidente Roosevelt dijo “sería más fácil que la gelatina de grosella se quedara adherida a una pared que llegar a un acuerdo con los políticos de Colombia” (parece mentira que esta frase haya quedado en los anales de la historia norteamericana). Así que, en honor a su declamado “poder policial”, en lugar de seguir negociando envió barcos de guerra a Panamá, donde fomentó una nueva rebelión de los secesionistas panameños.
Dicho alzamiento tuvo lugar el 2 de noviembre de 1903; al día siguiente, los marinos norteamericanos desembarcaron e impidieron que el ejército colombiano sofocara la revuelta (con los pibes no te metas, están en su derecho, eh). Así, Panamá consiguió su autonomía (pasó de “Panamá-provincia” a “Panamá-país”) y Estados Unidos, padrino del ahijado revoltoso, consiguió finalmente una república que le permitiera construir su deseado canal.
Roosevelt justificó esta acción militar invocando una “obligación moral, y por lo tanto legal” (frase genial para hacer lo que a uno le conviene), ya que se trataba de una obra no solo para los estadounidenses o los panameños, sino “para el bien de todo el mundo civilizado”. En fin. La independencia de Panamá fue proclamada con el apoyo norteamericano, por supuesto; los panameños temían que si EEUU se retiraba de allí, volviera Colombia a reclamar su antiguo dominio. ¿Cómo poner a salvo la independencia y la autonomía (ja) panameñas? Simple: firmemos un Tratado y nos cubrimos todos. El resultado de este ejercicio de lógica común fue el “Tratado del Canal de Panamá”, llamado Tratado de Hay-Bunau Varilla, que fue firmado el 18 de noviembre de 1903.
Este tratado tuvo vigencia hasta el 1 de octubre de 1979, fecha en que entraron en vigor los tratados Torrijos-Carter, con los que se puso fin a la presencia y administración estadounidense en el Canal de Panamá.
Pero mucho no se nota.