Piotr Kropotkin: El príncipe de los ácratas

Los anarquistas decimonónicos fueron los ardientes herederos de las ideas liberales de los revolucionarios franceses. Los enrage o enfurecidos, eran los grupos extremistas que en 1789 propusieron el uso de la violencia como método rápido y efectivo para lograr las metas de una sociedad igualitaria propuesta por ideólogos como Rousseau, (“La única costumbre que hay que enseñar a los niños es que no se sometan a ninguna”), Sylvain Marechal (“El disfrute comunal de los bienes de la tierra”) y Babeuf (“La Conspiración de los iguales”). El primero en usar el término anarquía fue el dramaturgo griego Esquilo en su obra “Los siete contra Tebas” (467 a. C.). La idea de una sociedad sin jerarquías o control gubernamentales tentó a varios pensadores a lo largo de los siglos, desde las propuestas del cristianismo primitivo, a la concepción de una “Utopía”, como lo propuso Tomás Moro, pasando por la prédica de los anabaptistas. Estos, bajo la conducción de Thomas Müntzer, alzaron a los campesinos alemanes en 1525, y fueron sometidos por una violenta represión que ocasionó la muerte de más de 100.000 insurgentes a manos del ejército conducido por Jorge III von Waldburg Zeil. Pensadores como François Rabelais, Etienne de la Boétie y el reformador Gerard Winstanley jugaron con la idea de un sistema igualitario sin gobierno central. Sostenían, que la naturaleza humana era lo suficientemente sabia para desechar una conducción represora y la sana discusión de las ideas llevaría naturalmente a una convivencia armónica.

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Kropotkin.
Kropotkin.

 

Piotr Kropotkin era hijo del príncipe Alekséi Petróvich Kropotkin, aunque tempranamente renunció a su título. Alternó su exitosa carrera científica con sus actividades revolucionarias. Durante sus viajes por Siberia el príncipe Kropotkin tuvo la oportunidad de estudiar las conductas de distintos animales, especialmente el lobo y sus métodos para cazar en manada. Estas observaciones fueron volcadas en su libro “Ayuda mutua, un factor de evolución”, basada en la prédica de darwinistas sociales como Francis Galton. De esta colaboración nació el concepto de solidaridad del grupo (de acuerdo a Kropotkin la cooperación es más fuerte que la competencia como factor evolutivo). El anarquismo surgido de esta solidaridad era contrapuesto al individualismo de Bakunin. A su vez discrepaba con el ejercicio de la violencia, y el modelo de economía colectiva propuesta por el ideólogo ruso. Todo el esquema de Bakunin era para Kropotkin excesivamente burocrático. Después de la revolución de 1917, Kropotkin volvió a Rusia, después de haber vivido un largo exilio en Inglaterra donde conoció a William Morris y Bernard Shaw. En Moscú fue aclamado por las multitudes y propuesto para hacerse cargo del Ministerio de Educación, puesto que declinó porque según el príncipe, aceptar un nombramiento en el gobierno era una traición a su credo anarquista. Cuando los bolcheviques se hicieron del poder, después de la revolución de Octubre, Kropotkin realizó un comentario lapidario que pasó a la posteridad: “Esto entierra a la Revolución”. El autoritarismo bolchevique reprimía las aspiraciones libertarias ácratas. “En una sociedad basada en la explotación y la servidumbre, la naturaleza humana se degrada”. En su libro “La Conquista del Pan”, el ex príncipe predijo que todo Estado basado en el socialismo autoritario muy probablemente terminase con la restauración del capitalismo. A Rusia le llevó casi un siglo y varios millones de muertos por la represión stalinista, pero finalmente le llegó la Perestroika. China debió sufrir la Revolución cultural maoísta para desembocar en este neo capitalismo que le conocemos. Kropotkin y Lenin convivieron en un incómodo equilibrio durante dos años, hasta la muerte del líder anarquista, que fue enterrado con las honras públicas. Si bien la prédica anarquista continuó con ideólogos como Malatesta, Emile Armand, Néstor Majno (y su Ejército Negro en Ucrania), Cipriano Mera en España y Daniel Cohn Bendit (Dany el Rojo, del Mayo francés), el movimiento perdió fuerza popular después de la Segunda Guerra Mundial. El triunfo del socialismo autoritario soviético como fuerza política de izquierda, le restó atractivo a la prédica anarquista. Los fracasos de los ensayos anarquistas le restaron protagonismo ante la creciente fuerza del comunismo. La elección sin condicionamientos es un natural aspiración del ser humano en el orden individual. Obedecer a un gobierno y pagar sus impuestos continúa siendo una pesada carga, por más democracia que se predique. La estructuración de la sociedad requiere un sacrificio de esas libertades que no todos quieren conceder. De allí el atroz encanto del anarquismo a pesar de sus magros resultados. El anarquismo impone condiciones que atentan contra la estructuración de un partido político coherente, más allá del entusiasmo pasional de sus miembros. En sus ideas conceptuales, el anarquismo encierra la semilla de su fracaso, al impedir la organización de sus seguidores como fuerza política. Sin embargo sus derrotas históricas no le restaron esa fascinación que ejerce y ejerció sobre intelectuales y activistas que confundieron la idealización de algunos caracteres de la condición humana con las necesidades de la sociedad.

En 1920 comenzó a padecer una neumonía, y falleció a las 3 de la madrugada del 8 de febrero de 1921. El gobierno bolchevique ofreció un funeral oficial pero la familia y amigos anarquistas rechazaron la oferta. Los grupos anarquistas rusos formaron una comisión fúnebre para organizar la ceremonia. La multitud de unas 100 000 personas acompañó al féretro los 8 kilómetros que distaban hasta el Cementerio Novodévichi. Los seguía una orquesta que ejecutaba la Sinfonía Patética de Chaikovski. Cientos de banderas de partidos políticos, sociedades científicas, sindicatos y organizaciones estudiantiles ondeaban entre los concurrentes. También flameaban las banderas negras de los anarquistas.

 

 

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