Su sueño, coinciden varios historiadores, era convertir ese majestuoso edificio en la residencia presidencial. Su casa cuando fuera presidente. Pero no pudo ser. No llegó a mandatario y ni siquiera logró ver su obra terminada. José C. Paz murió el 10 de marzo de 1912, dos años antes de la inauguración de su palacio, esa imponente construcción ubicada a un costado de la Plaza San Martín y que funciona, hace ocho décadas, como sede del Círculo Militar.
Como una muestra más del empeño que tenía la aristocracia porteña de convertir a Buenos Aires en una pequeña París, en el primer año del siglo XX José C. Paz viajó a Europa y le encargó al prestigioso arquitecto francés Henri Sortais la construcción de su mansión.
La obra comenzó dos años más tarde entre la avenida Santa Fe, Maipú y Marcelo T de Alvear. Para mediados de 1914, el Palacio Paz ya era la vivienda privada más grande de la Argentina.
Se trata de un edificio con 12.000 metros cubiertos dividido en 140 ambientes. Hay 17 escalinatas, cinco comedores y 10 ascensores para las cuatro plantas y el entrepiso. En los planos originales de Sortais figuran 40 baños.
La fachada del edificio, que mira hacia la Plaza San Martín, está inspirada en el Palacio de Chantilly y en uno de los frentes del Louvre. Son apenas algunas de las muestras de la obsesión que José C Paz tenía por Francia. El Gran Salón de Baile, uno de los primeros ambientes con los que los visitantes se sorprenden al ingresar, es casi un homenaje a la galería de los espejos de Versalles.
Es un enorme salón de estilo barroco iluminado por tres ventanales y dos llamativas arañas de bronce con caireles de cristal, que además cuenta con un palco en el que distintas orquestas tocaban durante las fiestas organizadas por la familia del fundador del diario La Prensa (fundado en 1869).
Es que Paz (nacido el 2 de octubre de 1842), aquel reconocido militar, político, diplomático y periodista emblema de la generación del Ochenta, no llegó a disfrutar de este palacio, pero sí lo hicieron su esposa, Zelmira Díaz Gallardo, y sus dos hijos, Ezequiel y Zelmira.
Entre 1916 y 1938, el Palacio Paz tuvo su época de esplendor. En aquellos años se brindaban suntuosos banquetes en el Gran Comedor de Honor, un salón con un marcado estilo renacentista con toques góticos que todavía hoy luce muebles de nogal tallados por un reconocido ebanista francés.
En aquellas reuniones era común encontrarse a los invitados hombres en la Sala de Fumadores y a las mujeres en la Sala de Damas, un ambiente de estilo rococó con enormes espejos y pinturas referidas a la maternidad. En este salón se encuentra la lámpara más importante del palacio. Se trata de una araña de bronce con unos 150 cristales de Bacaratt y 70 lámparas.
Los invitados de mayor jerarquía eran recibidos en el Gran Hall de Honor, un ambiente estratégicamente ubicado entre las alas del edificio y uno de los más llamativos tanto desde lo arquitectónico como desde lo visual. Es un inmenso espacio de estilo neobarroco con 21 metros de altura coronados por una enorme cúpula. Cuenta con una escalera de mármol enorme que lleva a varias habitaciones y permite, además, observar la sala desde la altura. El salón está coronado por una inmensa cúpula revestida en vitrales que dan forma al Rey Sol.
A metros de allí se erige otro ambiente impactante. El “despacho”, que iba a ser de José C Paz. Su enorme chimenea y sus puertas corredizas con vitrales estilo Art Nouveau de 100 kilos cada hoja son una más muestra de lo suntuoso de su proyecto y tal vez de las aspiraciones que tenía para su carrera política.
Paz no llegó a sentarse en el escritorio que soñó y su familia disfrutó del palacio solo hasta 1938 cuando, producto de las deudas del estanciero Aarón de Anchorena, segundo matrimonio de la hija de Paz, el palacio debió ser vendido.
Desde entonces pertenece al Círculo Militar, una asociación civil fundada por y para oficiales del Ejército, pero que en la actualidad, 80 años después, funciona como club social. En las oficinas del Círculo Militar se esfuerzan por aclarar que cualquier ciudadano puede ser socio y que, de hecho, el Palacio Paz se mantiene con esas cuotas, más el alquiler de los salones para eventos sociales.
Otras formas de sustento del palacio son las visitas guiadas y los almuerzos en alguno de los comedores abiertos al público. Tal vez una buena excusa para comer en pleno centro. Conocer algo más de la valiosísima arquitectura porteña y adentrarse en el sueño que José C. Paz nunca llegó a disfrutar.
Fotos: Silvana Colombo