A principios del siglo XIX New Orleans era una de las ciudades más ricas y cosmopolitas; una especie de crisol cultural donde gente de distintos orígenes y nacionalidades vivían puerta con puerta. En esta ciudad, las melodías caribeñas empezaron a mezclarse con los ritmos africanos traídos por los esclavos y con las melodías clásicas occidentales traídas por los criollos (en ese entonces, eran considerados criollos los descendientes de los nativos de la Louisiana colonial, tanto en su período español como en su período francés, es decir, “europeos” franceses o españoles nacidos en las colonias).
La mayoría de estos músicos criollos, que se identificaban con sus ancestros europeos y no con los africanos, tenían formación clásica. A la mezcla mencionada se añadieron canciones de minstrel (género musical teatral, casi operístico, racista, originado en las plantaciones), los spirituals, y el sonido de las bandas de vientos y bronces que actuaban en funerales y bodas de New Orleans.
Esta mezcolanza musical terminaría por cuajar a finales del siglo XIX, cuando las “leyes Jim Crow” cambiarían más aún el panorama musical de New Orleans. Estas leyes, bajo el cínico lema “separados pero iguales” propugnaban la segregación racial en todos los ámbitos de la vida pública y se aplicaban a los afroestadounidenses y a otros grupos étnicos no blancos en los estados del sur de los Estados Unidos. En los estados del norte la segregación fue por lo general “de facto” y predominantemente hacia los negros que vivían en ghettos urbanos.
Pero volvamos a New Orleans: las leyes de “separados pero iguales” generaron en los “criollos” el efecto de acercarse e interrelacionarse –musicalmente hablando– con la comunidad negra, en lugar de separarse de ella. Así, mezclaron su dominio técnico de varios instrumentos con la música de las bandas negras, claramente influenciadas por el blues. Juntos crearon una música que empezó a emerger en el amanecer del siglo XX. A la mezcla de músicas mencionada se le agregaron reminiscencias e influencias del ragtime y el blues; a esa música se llamó inicialmemnte “hot music”, para dejar clara su naturaleza fogosa, y más tarde fue llamada “jass” (nombre que provenía del perfume a jazmín que solían usar las prostitutas de Storyville).
A finales del XIX y principios del XX la forma de entretenimiento más excitante en New Orleans no era escuchar a las bandas de jazz sino a las bandas de bronces (vientos), se escuchaba más música “de desfiles”, marchas, que ragtime.
Hacia 1907, cuando el pianista y compositor Jelly Roll Morton comenzó a mezclar el ragtime con el minstrel, el blues y los bailes caribeños cubanos (lo que él llamaba “el matiz español”), el término ya se había trasnformado en “jazz”, y así ha permanecido hasta nuestros días. Sin embargo, no existe una fecha de comienzo del jazz como música definida y autónoma. Se lo suele ubicar entre 1895 y 1917; para entonces, el término “jazz” ya era usual y la “Original Dixielend Jazz Band”, la formación pionera del jazz, realizó sus primeras grabaciones.
Para los años 1917-1918 aún no se hacía improvisación sino “adornos” en la melodía. Parece ser que el ragtime al piano fue el influjo principal en la zona de Ohio, y que en esa zona el cambio al jazz tuvo lugar cuando entraron en las bandas el banjo de cuatro cuerdas y el saxo. Mientras tanto, en New York a principios de los ’20 sólo se escuchaban blues y verdadero jazz en cabarets de mala reputación donde iban las clases inferiores.
En el hogar negro de clase media no solía permitirse interpretar blues y boogie-woogie, pues se asociaba a baja categoría; no se toleraba ninguna música “ruda o vulgar” todo era música refinada o “sentimental”. Las barreras sociales hacia los músicos de color también impedían grabaciones, por esto los primeros músicos de jazz solo se dedicaban a esta música de manera marginal y ocasional.
Así que los músicos de New Orleans tocaban todo tipo de música, aunque sólo una parte de ella contenía elementos que poco después se convirtieron en el jazz primitivo; la música que después comenzó a ser llamada “jazz” sólo se interpretaba marginalmente.
Fue en la década del ’20 cuando el jazz comenzó a unificarse, cuando pasó a ser artículo de consumo demandado en las zonas de entretenimiento de Chicago, Nueva York, Los Ángeles, Kansas City, y cuando –casi al mismo tiempo– los discos de la Original Dixieland Jazz Band comenzaron a difundirse, como quedó dicho. Al entrar esta década el género creció y emigró hacia muchos lugares. New Orleans estaba ya en declive económico y Chicago surgió como la escena dominante, donde no sólo podían apartarse de la terrible segregación sureña sino que había más locales donde podrían tocar, después de aprobarse la ley de prohibición de alcohol; esto además, significaba trabajo para los músicos.
A partir de los años ’30 y durante toda la década de los ’40 y ’50, se produce la época dorada del jazz, con músicos afroamericanos convertidos en auténticos virtuosos del estilo, implementando instrumentos tan propios del género como el saxo o el contrabajo, y marcando las pautas que el jazz habría de seguir desde entonces.