Alexis de Tocqueville: La libertad ante todo

Alexis de Tocqueville es fundamentalmente recordado por haberse preguntado qué era lo que hacía exactamente que una democracia funcionara. La pregunta, desde ya actual, terminaría transformándolo en uno de los pensadores más icónicos del liberalismo del siglo XIX, pero todo esto resulta tanto más elocuente en tanto que uno se remonta al contexto específico en el que este aristócrata francés la formuló.

Tocqueville era un espectador privilegiado de su tiempo. Político de inclinación liberal e hijo de aristócratas perseguidos por la Revolución de 1789, se balanceaba entre el mundo del Antiguo Régimen y el caótico presente francés, marcado por el surgimiento del liberalismo en Europa. Él siempre había tenido una marcada vocación política que le venía de familia y en 1827, con 21 años, llegó a actuar como aprendiz de magistrado durante el gobierno de Carlos X, pero recién a partir de la Revolución de 1830 se convenció de que esta Francia turbulenta estaba aspirando a alcanzar un ideal democrático. En nuestra realidad moderna, donde la forma republicana es la norma de tantos gobiernos, esto puede llegar a sonar raro, pero Tocqueville había crecido en un país que había pasado por todo tipo de formas de gobierno, pero, con el fantasma revolucionario flotando en el ambiente, no parecía terminar de ajustarse a ninguna y oscilaba entre la libertad y el despotismo. Para él, entonces, lo más importante era explorar las posibilidades políticas que Francia podía adoptar y, alejándose de la tradición liberal anglófila tan común en ese entonces, prefirió poner su mirada en los jóvenes Estados Unidos.

Tocqueville litografía.jpg

 

 

 

Así es que, con la excusa de escribir un libro sobre el sistema penitenciario norteamericano, Tocqueville consiguió que el gobierno francés lo enviara a América. Durante nueve meses entre 1831 y 1832 se entrevistó con diferentes personas, observó las bondades y contradicciones de Estados Unidos y se maravilló con las posibilidades de una democracia que, a pesar de la persistencia de la esclavitud, en pleno gobierno populista de Andrew Jackson estaba empezando a tomar algo más de vuelo. Lejos de la tan temida “tiranía de la mayoría”, Estados Unidos parecía haber alcanzado un régimen que – aunque no era “virtuoso” en el sentido clásico, sino que estaba compuesto de individuos guiados por el materialismo – gracias a una fuerte cultura de asociacionismo y participación ciudadana podía, en definitiva, participar de la vida pública y conjugar sin mayores problemas la tan deseada libertad con la igualdad.

Todo lo que vio y experimentó terminó siendo volcado con gran detalle en el exitosísimo La democracia en América, obra que salió en dos tomos en 1835 y 1840. Este libro, junto con otras obras sobre Inglaterra y Argelia, consagró a Tocqueville como uno de los observadores políticos más importantes de su tiempo y le mereció todo tipo de premios y homenajes, como la Legión de Honor y la introducción a la Academia Francesa.

Así y todo, la concreción de sus objetivos inspirados en lo que había visto en Estados Unidos resultó más dificultosa de lo esperado. Desde 1839 retornó al mundo de la política cuando fue electo diputado, pero no logró generar apoyos dentro de la cámara y su actividad legislativa fue extremadamente limitada y olvidable. Más tarde, como figura de autoridad se opuso a la Revolución de 1848 por miedo a que el país descendiera al socialismo – sistema que él no veía compatible con la libertad – y, tras un breve período de aprobación, como defensor de la constitución votada en 1849, terminó enfrentado a Luis Napoleón tras su golpe contra el régimen parlamentario en 1852. A causa de esta caída en desgracia, Tocqueville pasó una temporada en prisión y, aún tras su liberación, no pudo volver a participar en política. Así, asilado y deseoso de ganar una nueva oportunidad de influir en la vida pública, trató de replicar el fenómeno de La democracia en América y elaboró un libro de gran éxito llamado El Antiguo Régimen y la Revolución (1856); obra que buscaba demostrar la existencia de una predisposición a abrazar al despotismo en Francia que estaba anclada en el Antiguo Régimen y que trascendía todas las revoluciones.

Disfrutando de uno de los últimos grandes momentos de su vida, las enfermedades pulmonares que lo habían aquejado toda su vida terminaron matándolo el 16 de abril de 1859. Su influencia, sin embargo, no se desvaneció, sino que se mantuvo relevante hasta finales del siglo XIX. Desde entonces, aunque mucha de la información fáctica quedó obsoleta, el valor de sus teorías sobre la democracia hace que Tocqueville continúe siendo reconocido como un brillante politólogo.

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER