El corsario francés al servicio de Buenos Aires

Invadida Buenos Aires por los británicos, el manco Mordeille sumó sus hombres a las fuerzas de la Reconquista encabezada por Liniers. Al corsario se le encomendó reunirse con William White para llegar a un acuerdo y evitar el derramamiento de sangre, pero por mutua desconfianza (después de todo los dos eran corsarios y recelaban uno del otro), la reunión no se produjo y las tropas encabezadas por Liniers se abrieron paso a sangre y fuego, logrando que los británicos se refugiasen en el Fuerte. Allí Mordeille y los suyos usaron sus ganchos de abordaje para trepar las paredes de la fortaleza. Cuando los ingleses optaron por rendirse, le cupo al manco Mordeille ser el primero en recibir la espada de Beresford. Ángel Hubac fue un privilegiado testigo del momento ya que actuaba como segundo al mando de Mordeille en este histórico acontecimiento.

¿Qué lo retuvo a Hubac en Buenos Aires? ¿Acaso los aires libertarios o los ojos de alguna dama porteña? Hubac se casó con Petronila Centurión y se afincó en esta gra aldea que necesitaba desesperadamente hombres de mar. Elevado a oficial se enroló en la naciente flota nacional, junto a sus compañeros Azopardo y Bouchard.

El 2 de marzo de 1811 fue el bautismo de fuego de nuestra armada en el combate de San Nicolás y ese día le tocó a Hubac disparar la primera andanada de esa jornada, que terminó en forma poco feliz. Hubac salvó su vida por escaso margen, pero fue apresado y conducido a Montevideo donde pudo escapar a fines de 1811.

El 8 de agosto se le confió el mando de la goleta “Nuestra Señora del Carmen” y en 1814 pasó a ser segundo al mando de la “Santísima Trinidad”. A la muerte en acción del capitán Nother, Hubac quedó como capitán de la nave. En tal calidad participó en la batalla naval del Buceo, logrando la caída de Montevideo, razón por la cual fue ascendido. Le cupo a Hubac recibir en su nave al capitán Romarate cuando la flota española capituló, dejando libres las aguas del Río de la Plata.

Fue Hubac el nuevo jefe del apostadero de Montevideo hasta que la ciudad le fue entregada a Artigas.

En 1815 encabezó la flota porteña que se dirigía a Santa Fe, aunque la lucha quedó truncada por la revuelta de Fontezuelas.

En septiembre de 1918, una vez más encabezó una expedición punitiva de los porteños contra Santa Fe, con la intención de bloquear la ciudad. El conflicto venía de tiempo atrás fruto del recelo de los comerciantes porteños por el puerto de Santa Fe que llevó a cuatro expediciones en ciudades hermanas.

En 1819, Hubac fue elevado a coronel de la flota de Buenos Aires que ahora guerreaba contra las fuerzas artiguistas de López y Ramírez. El 1ro de enero la escuadrilla de Hubac se apoderó de la boca del Río Colastiné, bloqueando a la ciudad de Santa Fe. Cuando hicieron su aparición las naves del Protectorado estaban al mando del irlandés Campbell, un curioso personaje de nuestra historia que podría guerrear desde el mar como en tierra. Esta vez acudía al rescate de Santa Fe con cinco faluchos y los indios Guaycurúes. El combate fue dramático, se peleó cuerpo a cuerpo con arma blanca. Los porteños habían hundido dos embarcaciones cuando un disparo certero le arranca las piernas al francés. Inmediatamente fue conducido a Buenos Aires, pero en vano. Murió antes de llegar.

Su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de la Merced, aunque ninguna placa recuerda al bravo francés, el corsario que se lanzó al abordaje del Fuerte de Buenos Aires a fin de batir a los ingleses en su último refugio y quien, con su tema libertaria encendió el fuego de las naves argentinas.

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