Después del asteroide

Los geólogos se refieren a este suceso como el “acontecimiento del límite K/T”, ya que se produjo en la frontera temporal que separa el período Cretáceo (K, de “Kreide”) del período Terciario (T, era cenozoica).

El asteroide se evaporó al perforar la corteza terrestre y dejó un cráter de 200 km de diámetro. Las rocas fundidas salieron despedidas por el aire formando nubes de polvo tan densas que la luz del sol no pudo llegar a la superficie del planeta durante meses. La piedra caliza se evaporó y roció la atmósfera con dióxido de carbono. A varios cientos de kilómetros de esa zona devastada por el impacto, los bosques se convirtieron en una enorme hoguera. En el mar, un tsunami formó una pared de agua de un kilómetro de alto y muchos más de largo, que se estrelló contra la costa del golfo de México matando todo lo que encontraba a su paso por cientos de kilómetros. Hasta en Wyoming se encontraron fósiles de peces con las agallas llenas de cristales creados por el impacto del asteroide. El inigualable tsunami generó alteraciones en todas las cuencas oceánicas, con los consecuentes daños en todo el planeta.

En las tierras más lejanas los efectos inmediatos no fueron tan dantescos, pero a las pocas semanas el conjunto de la biosfera ya sufría una gran transformación. La ceniza eclipsó al sol y el cielo empezó a descargar lluvia ácida (ácido nítrico) sobre el planeta, matando a la mayoría de los organismos biológicos alcanzados por la misma. El planeta quedó en oscuridad total durante uno o dos años, lo que detuvo por completo la actividad de fotosíntesis e interrumpió la conexión vital entre el mundo vivo y el Sol. Cuando el polvo en suspensión volvió a asentarse y la energía solar volvió a filtrarse, la Tierra se calentó rápidamente, debido a que las cantidades de dióxido de carbono (CO2) y metano que contenía la atmósfera eran muy superiores a los anteriores al impacto del asteroide. Años después, las plantas que lograron sobrevivir tuvieron que hacerlo en un mundo recalentado por el efecto invernadero. La biosfera necesitó varios miles de años para recuperar algo remotamente parecido a lo que era, y más de la mitad de los organismos biológicos preexistentes dejó de existir.

Las especies de dimensiones más grandes fueron las que salieron peor paradas de esto (bah, no salieron, directamente), porque necesitan más energía (que no abundaba, estaba casi todo muerto), son menos numerosas y se reproducen más lentamente que las de menor tamaño. Eso condenó a los dinosaurios más voluminosos a desaparecer. Los pájaros (descendientes de dinosaurios pequeños) y los roedores se las arreglaron algo mejor. El mundo posterior al suceso de Chicxulub fue el mundo en el que evolucionaron los mamíferos, desde los cuales desciende la especie humana (como mamíferos, los humanos compartimos el 90% de los genes con nuestros congéneres, sean estos ratas o lobos). Pese a que las primeras criaturas mamíferas no eran mayores que un ratón, ya cuidaban a sus crías como los mamíferos actuales, y la división entre mamíferos marsupiales y placentarios ya se había producido hace al menos 170 millones de años.

Es probable que el impacto del asteroide que acabó con los dinosaurios terminara también con las tres cuartas partes de las especies de mamíferos existentes hasta entonces; sin embargo, muchas de las especies que eran de un tamaño más que pequeño pudieron “colarse” en las rendijas de esta crisis evolutiva. Cuando el planeta recobró algo parecido a una situación normal, los organismos que habían sobrevivido al asteroide de Chicxulub se encontraron en un mundo nuevo y extraño. Con la desaparición de los dinosaurios habían surgido nuevas oportunidades, y los mamíferos empezaron su diversificación y expansión –también llamada “radiación”– evolutiva (algo así como lo que seguramente harían los pequeños comercios si de la noche a la mañana desaparacieran todas las grandes compañías…). Así, en medio millón de años el planeta se pobló de mamíferos herbívoros y carnívoros de buen tamaño (nada comparable a los grandes dinosaurios, por supuesto). Los frugívoros primates ya existían en épocas de dinosaurios, pero no prosperaron como especie hasta que aquellos desaparecieron; es decir, la nueva vida les abrió el camino.

Sin embargo, antes de que los mamíferos pudieran dominar el planeta tuvieron que sobrevivir a otra “crisis biológica”, provocada en este caso por un intenso (aunque no muy prolongado) aumento de la temperatura del planeta debido a los gases del efecto invernadero (entre 6 y 9 grados Celsius). A este suceso se lo conoce como MTPE (máximo térmico del Paleoceno-Eoceno). Este brusco cambio climático se produjo hace 56 millones de años, y sus efectos causaron también la extinción de muchísimas especies. Este acontecimiento se produjo porque en ese breve período de tiempo la actividad volcánica fue especialmente intensa, por lo cual el CO2 de los volcanes incrementó los niveles atmosféricos de ese gas. Los océanos polares se calentaron y los polos se derritieron muy rápido descongelando sus esferas de metano, gas que se liberó a la atmósfera y que tiene más capacidad aún que el CO2 para provocar efecto invernadero.

Luego de unos doscientos mil años de temperatura extremadamente elevada, se inició un lento descenso de la misma; el índice de CO2 de la atmósfera empezó a disminuir y la proporción de oxígeno a aumentar. A su vez, las diferencias de temperatura entre las regiones ecuatoriales y las polares se acentuaron; los casquetes ártico y antártico se cubrieron de hielo y disminuyó el nivel de los mares. Este enfriamiento se debió a cambios en los ciclos orbitales del planeta y en la inclinación del eje de la Tierra, variaciones que reciben el nombre de “ciclos de Melankovic”. A causa de estas modificaciones, la energía que la Tierra recibía del Sol también sufrió sutiles cambios; además, intervinieron e influyeron los procesos tectónicos, el océano Atlántico se agrandó, la Antártida se transformó en un enorme reservorio de hielo, brotó el Himalaya y aumentó la erosión y la sustracción de carbono del aire; todo eso ayudó al descenso de la temperatura. También influyó la acción de los seres vivos: empezaron a desarrollarse nuevos tipos de plantas, las gramíneas (el pasto, la hierba), que efectuaban una fotosíntesis más eficiente que la de los árboles, siendo capaces de absorber más CO2 de la atmósfera.

Estas condiciones se mantuvieron por millones de años, y se mantienen aún; desde hace unos 2,6 millones de años el planeta ingresó en una fase (en la que nos encontramos aún hoy) marcada por la sucesión de eras glaciales.

Finalmente, los primates se desarrollaron.

Y detrás de ellos, los humanos.

Que empezaron a causar otro tipo de problemas.

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