Los mayas llamaban a los días kin. Los períodos de veinte días recibían el nombre de uinal; dieciocho uinales formaban un tun (360 días terrestres/solares). Veinte tunes formaban un katún, y veinte katunes conformaban un baktún. Y hay unidades mayores (todas terminan en “tún”), pero dejémoslo ahí.
La Cuenta Larga era un calendario de numeración vigesimal (basada en 20), como toda la numeración maya. Si lo expresáramos (para entenderlo mejor) en nuestra nomenclatura de días, meses y años, se dividía en ciclos de 20 días (uinales, equivalentes a nuestros meses), años de 360 días (tunes) y ciclos de 20 años (katunes, algo así como nuestras décadas) y de 400 años (baktunes, que serían nuestros siglos, bastante más largos).
Los mayas desarrollaron un sistema numérico que, en lo esencial, es parecido al nuestro. Utilizaban el número cero, y junto con Babilonia y la India, la cultura maya ha sido una de las tres que ha desarrollado un sistema posicional con el cero. Este “principio posicional” implica que el valor del número varía en función del lugar que ocupe. Por ejemplo, en el caso del 111, cada uno de los “unos” (1) tiene un valor diferente (unidades, decenas y centenas) según su posición, como bien lo sabemos.
Los mayas representaban el número uno con un punto, dos puntos representaban el dos, tres puntos para el tres, cuatro puntos para el cuatro. El cinco estaba representado por una raya, el seis, un punto y una raya y así, con combinaciones de este tipo, se llegaría al número diecinueve. A partir del veinte funcionaría el principio posicional: el número veinte, por ejemplo, es un punto y un cero, que se representaba como un cuenco o concha estilizada.
Si tuviéramos que representar su sistema de numeración con nuestros números arábigos, el número 24 se representaría de esta manera: 0.0.0.1.4.
El 4 ocupa el lugar de las unidades y el uno los grupos de veinte unidades. A la izquierda, igual que en el sistema decimal de numeración, cada número multiplica por diez su valor.
Además de estos signos, los mayas tenían otros símbolos rituales en los que los números eran representados por algunos de los rostros de sus dioses. Estas figuras, de aspecto amenazador, evidenciaban la relación existente en el mundo maya entre ciencia, religión y relaciones de poder. Estamos acostumbrados a ver los números como algo aséptico y “neutral”, pero a diferencia de eso en los números mayas pueden encontrarse caras de dioses. Por ejemplo, para hacer el número quince ponían arriba el número cinco y le ponían como mandíbula la del dios de la muerte, que representaba el número diez. Esto añadía un carácter simbólico, artístico y religioso a lo que para nosotros serían simples cuentas. Y es que la escritura maya no era sólo una herramienta para la comunicación sino que era todo un símbolo de poder de la casta sacerdotal y la realeza sobre el resto del pueblo maya; los que la desarrollaron potenciaron su aspecto mágico y buscaban que fuera difícil de leer para el resto de la gente, lo cual les daba poder.
Estos factores, unidos a un conocimiento astronómico capaz de predecir eclipses de sol y luna y otras conjunciones planetarias, convertían la ciencia maya en un instrumento para la dominación por parte de los reyes y sacerdotes mayas.
El calendario Cuenta Larga sólo usaba tres símbolos para representar todos sus números, tal como el sistema de numeración maya: como quedó dicho, un punto representaba la unidad, la barra o raya representaba cinco unidades y además disponían del cero. Así, el 24, por ejemplo, era representado con cuatro puntos en la posición inferior de la columna y un punto ocupando la casilla siguiente.
Para la medida del tiempo en la Cuenta Larga, la base utilizada era veinte, salvo para la cifra correspondiente al segundo nivel (el equivalente a nuestras centenas) donde la base era dieciocho. Esto era así por influencia de la astronomía: 18×20=360, una cantidad más cercana al número de días que tiene un año como lo conocemos nosotros (365). Las fechas eran representadas en forma de columnas que se leían de abajo hacia arriba en un sistema posicional que se valía del cero para poder representar cantidades excepcionalmente grandes.
En el calendario de Cuenta Larga, el tiempo empezó a “contarse” a partir de lo que sería el equivalente al 11 de agosto de 3.114 a.C. en el calendario gregoriano. Y la fecha del final de ese calendario fue el 21 de diciembre de 2012 d.C. Por lo tanto, la duración fue de 5.125,36 años terrestres/solares, pero en términos mayas resulta una cifra entera y redonda puesto que son 5.200 tunes (que, como quedó dicho, son ciclos de 360 días). La superstición originada por el final de este enorme ciclo generó augurios, alejados de toda realidad racional, de catástrofes o desgracias, que por supuesto no ocurrieron.