Todo comenzó el 24 de septiembre de 1941, cinco días después de que los alemanes se hicieran con el control de Kiev durante la “Operación Barbarroja”, el plan de Hitler de invasión a la URSS durante la Segunda Guerra Mundial.
Ese día los alemanes, luego de bombardear la ciudad a discreción, emitieron un comunicado oficial convocando a todos los judíos que vivieran en Kiev para el día 29 de septiembre: “Todos los judíos que viven en la ciudad de Kiev y sus alrededores deben presentarse a las 8 hs de la mañana del lunes 29 de septiembre de 1941, en la esquina de las calles Melnikovsky y Dokhturov. Deben llevar consigo documentos, dinero, objetos de valor, así como ropa abrigada, ropa interior, etc. Cualquier judío que no cumpla con estas instrucciones y que se encuentre en otro lugar será fusilado. Cualquier civil que ingrese a pisos evacuados por judíos y robe propiedades será fusilado”.
La mayoría de los que se presentaron en el lugar de la convocatoria pensaban que iban a ser deportados; de hecho, muchos de ellos pensaban que esa sería la mejor opción para escapar de la represión nazi. Pero no se trataba de eso. Los miles de judíos que llegaron al lugar designado fueron llevados en grupos hasta el barranco de Babi Yar, un desfiladero de geografía más que conveniente para las intenciones nazis, que no eran otras que las de utilizar el barranco como una fosa común. Allí fueron fusilados, poco a poco, a lo largo de ese día y del día siguiente. La masacre de Babi Yar es considerada uno de los mayores asesinatos múltiples llevados a cabo en una única operación, sólo superada en cantidad de muertos por la masacre de Odessa en octubre de ese mismo año y la de Lublin en 1943.
Los judíos eran llevados a los empujones hacias zonas en las que se les obligaba a abandonar su equipaje y ropas. “Schnell, schnell!” (“¡rápido, rápido!”) gritaban los guardias, conduciendo a la gente entre golpes hasta una zona de pastizales donde se pedía a las víctimas que se desnudaran. Si alguien se mostraba reticente a hacerlo era apaleado especialmente; los guardias actuaban con furia y sadismo. Ya desnudos, policías ucranianos colaboracionistas de los nazis los dirigían hacia el borde del barranco, donde se les ordenaba tumbarse boca abajo. Allí les disparaban con pistolas y metralletas. Cuando los judíos que venían detrás descubrían los cadáveres los invadía el pánico, pero ya era demasiado tarde para escapar. Las nuevas víctimas debían ir acostándose desnudas sobre los cadáveres fusilados anteriormente pero en sentido contrario: la cabeza coincidiendo con los pies de los de abajo. Los nazis llamaban a esa forma de acomodar los cuerpos “formación lata de sardinas”. Cada persona se acostaba de esa manera sobre la víctima anterior y era ejecutada. Luego de eso, el destino final era el barranco de Babi Yar: los cuerpos de las víctimas rodaban hacia el fondo del barranco.
La decisión de matar a todos los judíos en Kiev fue tomada por el gobernador militar, el general Kurt Eberhard, el comandante de la policía del ejército SS-Obergruppenführer Firedirch Jeckeln y el comandante Otto Rasch, de las Einsatzgruppe C. La masacre fue llevada a cabo por soldados del 4° Sonderkommando, bajo las órdenes del Standartenführer de las SS Paul Blobel, y contó con la ayuda de los batallones parapoliciales de las SD, las SS y la policía ucraniana.
Esta masacre fue solo el principio del horror, ya que los nazis realizaron a partir de fines de septiembre una atroz limpieza étnica en Babi Yar asesinando, además de judíos, a gitanos, prisioneros de guerra soviéticos, partisanos, comunistas, nacionalistas ucranianos y otros enemigos de la Alemania de Hitler.
Según el Informe de situación operativa Einsatzgruppe No. 101, un total de 33.771 personas fueron asesinadas el 29 y el 30 de septiembre en Babi Yar, pero la matanza se prolongó durante varios meses: el barranco de Babi Yar fue utilizado para terminar con la vida de aproximadamente 100.000 personas, convirtiéndose en una gigantesca fosa común donde enterraron miles de cadáveres.
Sin embargo, tal el estilo nazi, en el año 1943, cuando los soviéticos empezaron a recuperar Ucrania, los nazis decidieron desenterrar los cadáveres y quemarlos, para borrar la espantosa huella que habían dejado en aquel lugar. Para eso utilizaron a prisioneros, que se encargaron de llevar a cabo las tareas de desentierro y el proceso de cremación de los cuerpos. Aunque los nazis pusieron mucho empeño en ocultar la masacre, sólo pudieron ocultarla parcialmente. Terminada la guerra, los crímenes pudieron ser probados y documentados gracias al testimonio de los sobrevivientes y de muchos prisioneros que, habiendo realizado los trabajos de desentierro y cremación, lograron escapar y contaron lo que los alemanes intentaban ocultar al mundo.
Entre 1946 y 1947 se realizó el juicio contra los comandantes de los Einsatzgruppen, proceso en el que Paul Blobel fue juzgado y condenado a muerte. Tras varias peticiones infructuosas de clemencia, fue ejecutado en la horca el 7 de junio de 1951.
Babi Yar es conocida como “el Holocausto de plomo”, para diferenciarlo del “Holocausto del gas”, utilizado con el mismo fin: la exterminación del pueblo judío por parte de los nazis.
No fue hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991 cuando se erigió el primer monumento en recuerdo a los judíos que fueron asesinados en ese lugar, ya que hasta entonces sólo se recordaba a “los ciudadanos soviéticos caídos en manos de los nazis alemanes”. Babi Yar continúa siendo una herida dolorosa en Ucrania, ya que la importante e imprescindible participación de colaboracionistas ucranianos en esa matanza de judíos ha sido probada y documentada por diversos historiadores. La conexión de este episodio con el Holocausto fue prácticamente ignorada hasta que Ucrania alcanzó la independencia e implementó la política de alejarse del comunismo y condenar públicamente los crímenes del totalitarismo soviético.