Azúcar amargo

Durante casi tres siglos a partir del descubrimiento de América, el azúcar fue el producto agrícola cultivado en tierras americanas más importante para Europa. Se desarrollaron cañaverales en el litoral húmedo y caliente del noreste brasileño y después en las islas del Caribe, Veracruz y la costa peruana.

Grandes legiones de esclavos llegaron desde África para proporcionar la fuerza de trabajo que exigía el rey azúcar. Las plantaciones, nacidas de la demanda europea, eran empresas puestas al servicio de ese mercado y funcionaban como estructuras feudales que usaban mano de obra esclava.

Las colonias españolas proporcionaban principalmente metales. El azúcar, relegado a un segundo plano, tenía a Brasil como el mayor productor mundial hasta mediados del siglo XVII. Simultáneamente, Brasil era también el principal mercado de esclavos: la mano de obra indígena era escasa y y se extinguía rápido en los trabajos forzados que demandaba el azúcar, que exigía grandes contingentes de mano de obra para limpiar y preparar los terrenos, plantar, cosechar, transportar la caña y finalmente molerla y purgarla. La sociedad colonial brasileña , subproducto del azúcar, floreció en Bahía y Pernambuco hasta que el descubrimiento de oro en Minas Gerais trasladó hacia allí a su núcleo principal.

Las tierras fueron cedidas en usufructo por la corona portuguesa a los primeros grandes terratenientes de Brasil. Sin embargo fueron capitales holandeses los que financiaron en mayor medida el negocio, participando en la construcción de ingenios y en la importación de esclavos. Llegado el azúcar a Lisboa lo recogían en bruto allí, lo refinaban y lo vendían en Europa. En 1630 la Dutch West India Company se instaló en la costa este de Brasil para asumir “in situ” el control del producto.

Para multiplicar las ganancias, la Dutch West I.C. ofreció a los ingleses de Barbados las facilidades para iniciar el cultivo en gran escala en las islas caribeñas, para lo que trajo a Brasil a colonos del Caribe para que aprendieran los conocimientos técnicos necesarios a tal fin.

Cuando los holandeses fueron expulsados de Brasil en 1654 ya habían sentado las bases para que Barbados siguiera adelante con el negocio, convirtiéndose en el principal competidor de Brasil. En un par de décadas se multiplicó por diez la población negra de Barbados; las Antillas estaban más cerca de Europa, aún tenían tierras vírgenes y producían con mejor nivel técnico. Como consecuencia, las exportaciones brasileñas cayeron a la mitad, así como sus precios. Las tierras brasileñas se habían “cansado” y la aparición del oro en el sur le quitaba mano de obra a las plantaciones. El monocultivo extendido durante tanto tiempo, además, había agotado los suelos del noreste brasileño.

En su mejor momento, en Brasil había unos 140 ingenios, pero sus dueños no cultivaban otros alimentos, los cuales importaban, así como importaban artículos de lujo y esclavos. También relegaron la ganadería hacia tierras desérticas del interior, lejos de la franja húmeda de la costa, por lo cual se criaba poca cantidad de ganado que proporcionaba carne de baja calidad. Aún hoy, las tierras del noreste brasileño padecen la herencia del monocultivo del azúcar, a pesar de haber generado en su momento el negocio más lucrativo de la economía agrícola colonial.

Así, las Antillas, las “Sugar Islands” (Barbados, Guadalupe, Trinidad Tobago, Jamaica, Santo Domingo –hoy, Haití y República Dominicana–, Puerto Rico), padecieron luego (y aún hoy) el monocultivo de la caña de azúcar. También Cuba continúa dependiendo de manera determinante de sus ventas de azúcar, si bien la reforma agraria de 1959 inició un proceso de diversificación de la economía de la isla.

Barbados fue la primera isla del Caribe en donde se cultivó el azúcar para la exportación en grandes cantidades. Antes del azúcar, Barbados producía en pequeñas cantidades tabaco, algodón, naranjas, vacas y cerdos; el cultivo del azúcar postergó el policultivo.

A principios del siglo XVIII, el suelo de Jamaica también se agotaba. En la segunda mitad del siglo, el mejor azúcar del mundo se criaba en el suelo esponjoso de las llanuras de la costa de Haití, una colonia francesa que por entonces se llamaba Saint Domingue; esto llevó a Haití a transformarse en otro vertedero de esclavos, como lo había sido Jamaica. En 1791 estalló una revolución y en un mes doscientas plantaciones fueron incendiadas mientras los esclavos sublevados iban empujando a los soldados franceses hacia el mar y los barcos partían a Europa llevando cada vez más franceses y menos azúcar. Al final de la sangrienta guerra el país quedó paralizado y arruinado. Cercana en el tiempo a la Revolución Francesa, la Revolución en Haití sufrió también la consecuencia del bloqueo comercial británico, al que se le agregó el bloqueo de la misma Francia y, en 1806, el de EEUU. En 1825 Francia reconoció la independencia de Haití, un país que nació en ruinas, entre cenizas y escombros, y hasta hoy no ha podido recuperarse.

La crisis de Haití provocó el auge azucarero de Cuba, que rápidamente se convirtió en el primer proveedor del mundo. La producción de azúcar superó a la de café; de hecho, años después Cuba tuvo que comenzar a importar café. Cuba, que también tenía una economía rural basada en el tabaco y la ganadería, también fue virando hacia el azúcar. En poco tiempo fueron llevados a Cuba una enorme cantidad de esclavos con la intención de ir modelando la economía cubana a las necesidades de azúcar de Europa. Los ingenios absorbían hombres y tierras; los artesanos y los campesinos que cultivaban frutas o tabaco fueron arrasados por los cañaverales y se incorporaron a ellos. Luego de la rebelión haitiana se pagaron los precios más elevados de la historia del azúcar en el mercado europeo, y en 1806 Cuba había duplicado la cantidad de ingenios y la productividad de los mismos, pero al igual que en los otros lugares mencionados, la plantación excesiva y única fue reduciendo la fertilidad de sus suelos.

La invasión de la caña de azúcar hizo arder bosques vírgenes para cultivar la caña; y Cuba, que tenía madera de sobra, terminó comprándole madera a EEUU. El cultivo rapiña no sólo implicó la muerte del bosque sino de la fertilidad de la isla; la erosión destruyó los suelos, los arroyos se fueron secando, la tierra fue muriendo.

Actualmente el rendimiento de las plantaciones azucareras de Cuba es tres veces menor al de Perú y cinco veces menor al de Hawaii.

Brasil, Barbados, Jamaica, Haití, Cuba: la “sacarocracia” y sus víctimas.

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