Ayn Rand: el triunfo del yo

Ayn Rand es un personaje controversial que, cada tanto, resurge y genera una nueva ola de indignación y apoyo. Como individuo ella siempre fue muy vocal y se expresó fuertemente en contra o a favor de muchísimas cuestiones que – de un lado u otro – han despertado rabia e indignación, pero en cuanto a su filosofía, el objetivismo, es evidente que han existido perversiones que no permiten verla como lo que realmente fue.

¿Quién es esta persona y por qué existe tanto revuelo a su alrededor?

Rand fue una escritora rusa, luego nacionalizada estadounidense, que nació el 2 de febrero de 1905. Su infancia transcurrió en San Petersburgo, donde gracias a la farmacia que tenía su padre llevaba una vida cómoda que le permitió acceder a una muy buena educación. Amaba leer y escribir, pero sus días de libros y héroes llegaron a su fin en 1917 cuando tuvo lugar la revolución de 1917 y el negocio de su padre fue expropiado, complicando la situación familiar. Para muchos, estas experiencias iniciales – en conjunto con sus estudios sobre filosofía, historia y cine – son lo que la inspiraría, no sólo a desarrollar su pensamiento particular, sino a partir a los Estados Unidos, único país en el que creía que éste se podía realizar.

Llegó allí en 1926 y, después de pasar algunos meses con familia en Chicago, comenzó una carrera en Hollywood, lugar con el cual – declarada cinéfila – había soñado toda su vida. En sus primeros años en el país llegó a actuar como guionista y tuvo toda una serie de trabajos bizarros como extra en Rey de reyes (1927) de Cecil B. DeMille o como cabeza del departamento de vestuario en RKO. Pero a la par, comenzó a escribir. Rand, a diferencia de otros filósofos, articuló su pensamiento fundamentalmente a través de la ficción y, aunque sus primeras dos novelas – Los que vivimos (1936) e Himno (1938) – no tuvieron éxito, en ellas ya se percibía una crítica al colectivismo.

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Ayn Rand en Nueva York
Ayn Rand en Nueva York

 

Su primer gran triunfo, sin embargo, llegó a inicios de los cuarenta con El manantial (1943), obra de difícil publicación que terminaría siendo un éxito de ventas gracias al boca a boca. Esta novela, si bien no es abiertamente política como su trabajo previo, presentaba al gran público por primera vez algunas de sus ideas personales acerca de la supremacía del individuo e impactó a muchas personas que comenzaron a ver en ella, más que una obra de ficción, un estilo de vida.

Su momento de mayor fama, sin embargo, llegó a finales de los cincuenta con la publicación de La rebelión de Atlas (1957). Este libro, que ha llegado a ser considerado como el segundo más influyente después de la Biblia en Estados Unidos, es también una obra de ficción distópica, pero además expresa definitivamente la versión más acabada del pensamiento randiano: el objetivismo. Corriente extremadamente incomprendida, básicamente proponía que, a fuerza de sonar redundante, la realidad es lo único real, y es algo que percibimos a través de la razón, que a su vez es objetiva e imparcial. Así, en el mundo de Rand no hay lugar para las grandes ideologías, la fe o el altruismo (razón por la cual resulta tan impopular) y, si nada de esto existe, nadie está obligado moralmente a hacer algo en el nombre de una comunidad imaginaria, sino que el individuo está en el centro y es quien debe velar por sí mismo usando su propio criterio egoísta para lograrlo. Por esta razón, Rand consideraba que lo que el individuo necesita para alcanzar su felicidad es absoluta libertad, y que el único sistema capaz de proveerlo era el capitalismo, entendido como una estructura sostenida por un Estado mínimo que sólo intervendría para garantizar la libertad y la propiedad.

Después de este nuevo éxito de ventas, Rand se involucró en política y propició el desarrollo de nuevas organizaciones que la tenían a ella en el centro. Dejó de escribir ficción y, desde entonces, se dedicó a desarrollar su pensamiento en diferentes ensayos publicados en sus propias revistas y a través de conferencias que dio hasta su muerte en 1982.

Aunque naturalmente un discurso que elimina todo tipo de obligación moral para con el prójimo resulta extremadamente controversial, éste tuvo mucha llegada, especialmente en círculos conservadores, y su influencia se mantiene relevante al día de hoy. Generalmente reverenciada en Estados Unidos por los políticos Republicanos – que muchas veces omiten su posturas anti-religiosas y pro-aborto -, Rand subsiste también entre los hombres jóvenes, sus lectores más fieles, y todos los que creen encontrar en su literatura una defensa de la visión personal y la posibilidad de defenderla a ultranza, con absoluta libertad.

Ayn Rand – En Defensa del Capitalismo

 

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1 COMENTARIO

  1. Las ideas de Rand se contradicen totalmente con la evidencia científica actual sobre las poblaciones y el comportamiento humano. Su idea de que predomina el egoísmo frente al altruismo se contradice con el conocimiento actual sobre la importancia del altruismo en las relaciones humanas (https://link.springer.com/article/10.1007/s11229-020-02890-y), sumado a que esto presupondría una idea del mito Robinsoniano (noción que también entra en contradicción con la evidencia empírica sobre el desarrollo social del humano como especie: es gracias a la sociedad que el humano puede adquirir capacidad y “libertad” como individuo).
    Por otro lado su epistemología se contradice también con la evidencia de la falibilidad de la percepción humana. Al plantear que “la realidad es lo único real, y es algo que percibimos a través de la razón, que a su vez es objetiva e imparcial”, se está omitiendo la facilidad (constatada por miles de experimentos en base a la existencia del efecto placebo, la disonancia cognitiva, el efecto Dunning krugerr, entre otros) que la “razón” no es infalible a la hora de captar, representar y actuar en la “realidad”; sumado a que, debido a su defensa del capitalismo, está negando el carácter histórico-contingente de los modos de producción en la vida social del humano.
    Las ideas de Rand actualmente predican una filosofía obsoleta, ahistórica y acientífica, y que solo le da de comer a los “gurúes liberales” y embaucadores del estilo.

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