Descendiente de una familia de origen austro-húngaro, Milton Friedman nació el 31 de julio de 1912 en Brooklyn, Nueva York. Licenciado en Ciencias Económicas en la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, pasó más tarde una breve estancia en Columbia. Desde los años treinta se convirtió en analista de estadísticas para diferentes organismos gubernamentales, destacando su fructífera colaboración con el National Bureau of Economic Research que duraría hasta 1981. Durante la Segunda Guerra Mundial fue destinado al departamento del Tesoro, donde se encargó de asuntos relacionados con la política fiscal. En 1943 fue nombrado director de la Asociación Estadística de la Universidad de Columbia, que estudiaba problemas relacionados con la producción militar.
Obtuvo el doctorado en la Universidad de Columbia en 1946, y ese mismo año se incorporó como profesor de Teoría Económica en la Universidad de Chicago, donde descubrió el intenso ambiente intelectual que se movía en torno al departamento de Economía. Su carrera docente le llevó a las universidades de Princetown, Columbia y Stanford. En Chicago desarrolló sus investigaciones sobre la oferta monetaria y la inflación, convirtiéndose en el más activo defensor del liberalismo económico.
Durante los años cincuenta, Friedman viajó a Europa como asesor del plan Marshall, para el que estudió los tipos de cambio, y en 1953 obtuvo una beca Fullbright, que le permitió una estancia en la Universidad de Cambridge, donde existía entonces un amplio debate en torno a las ideas keynesianas. En septiembre de 1971, en uno de sus viajes a España, participó en la II Semana Económica Internacional en San Andreu de Llavaneras, Barcelona, donde polemizó con los economistas Richard Musgrave y Paul Einzing, defendiendo el monetarismo y la política financiera del presidente Nixon. La entrevista que concedió a Jacint Soler Padró en nuestras páginas es una auténtica declaración de principios de sus postulados liberales.
A lo largo de los años sesenta se incorporó como asesor económico para candidatos del Partido Republicano como Barry Goldwater o Richard Nixon. Más tarde aconsejó al presidente Ronald Reagan e influyó en la primera ministra británica Margaret Thatcher. Sin embargo, en los primeros años de la década de los ochenta, Friedman se mostró muy crítico tanto con el gobierno británico como con el estadounidense. Al primero lo responsabilizó del aumento del paro y al segundo de practicar una política monetaria errática -lejos de sus posicionamientos teóricos de oferta monetaria estable-.
En 1976 la Academia Sueca de Ciencias le concedió el premio Nobel de Economía por sus análisis del consumo, de la historia y la teoría monetaria, así como de la política de estabilización económica. En su momento, la concesión del galardón provocó un aluvión de críticas contra Friedman por sus posiciones extremadamente conservadoras y por viajar a Chile en 1975, dos años después del golpe militar de Pinochet, para aplicar las teorías del nuevo modelo neoliberal. En 1988 recibió la Medalla de la Libertad, la más alta condecoración civil de Estados Unidos, de manos de Ronald Reagan.
En 1976 comenzó su colaboración como profesor para el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford en California. Un año más tarde se retiró de la cátedra en la Universidad de Chicago. El 16 de noviembre de 2006, falleció en San Francisco, Estados Unidos.
Entre sus obras, destacan Capitalismo y libertad (1962), que se convirtió en la biblia para la nueva derecha; Historia monetaria de los Estados Unidos 1867-1960 (1963), donde criticó la política de la Reserva Federal antes de la Gran Depresión; Teoría de los precios (1976) y Libertad de elegir (1980), también difundido en forma de serie televisiva. Y es que Friedman fue un gran comunicador de sus doctrinas a través de varios programas televisivos que lo convirtieron en una celebridad.
Fue, sin duda, uno de los grandes economistas del siglo XX. De todas sus facetas, hay unanimidad en que sus análisis técnicos y sus estudios sobre inflación y comportamientos de los consumidores fueron sobresalientes. Sus propuestas monetaristas, que acabaron triunfando y siendo llevadas a cabo por la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, han sido más cuestionadas y, en bastantes casos, sus defensores aplicaron políticas que no se ajustaban estrictamente a su modelo. La misma Reserva Federal que adoptó los objetivos monetarios defendidos por Friedman en 1979, los abandono en 1982.
Por último, estaba el Friedman ideólogo, el gran propagador de la doctrina del libre mercado. Esta faceta es la más polémica y controvertida. En su creencia de que el mercado tiene soluciones para todo -sea educación, sanidad o drogas ilegales-, el modelo exigía la mínima intervención del Estado y una mayor desregulación. Sus ideas tuvieron gran aceptación en los partidos conservadores que adoptaron algunas de sus propuestas más llamativas -eliminación de los salarios regulados o el cheque escolar- pero un análisis detallado de la puesta en práctica de estas políticas en diferentes países no arroja un balance claro sobre la certidumbre de sus teorías.
Su influencia en la economía contemporánea ha sido decisiva. Milton Friedman realizó la gran contrarreforma contra el keynesianismo, que se había impuesto en los años treinta del siglo pasado. El padre de la escuela de Chicago, junto a otros economistas neoliberales, rescató los valores de la economía clásica en la segunda mitad del siglo XX -presumía de haber recuperado a Adam Smith-. Como afirmó el también Nobel Paul Krugman: “si Keynes fue Lutero, Friedman fue Ignacio de Loyola. Al igual que los jesuitas, los seguidores de Friedman, actuando como un ejército disciplinado, destruyeron la herejía keynesiana“.
Hoy, inmersos en otra formidable crisis económica, las propuestas monetaristas de Friedman están en el centro del debate, son fuertemente cuestionadas por los defensores de políticas de estimulo al crecimiento y su vigencia actual deberá ser contrastada, quizás definitivamente, por los desafíos de la actual crisis financiera.