Cómo Gandhi encontró en la no violencia la mejor estrategia contra el Imperio Británico

EL CONTEXTO

Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica , Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.

En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.

A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.

gandhi

Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en al régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.

En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore -premio Nobel de Literatura en 1913- lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial.

EL DISCURSO

“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Yes el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable ami país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.

“Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.

“Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.

“En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.

“La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento.No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.

“El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.

“No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.

“En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal.Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.

“La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común”.

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER