A las 14:45 del 17 de marzo de 1992 un estallido conmovió Buenos Aires, la Embajada de Israel ubicada en Arroyo y Suipacha quedó destruida. Con la onda expansiva se dañó la iglesia de Mater Admirabilis y los edificios vecinos.
Inmediatamente, el entonces Presidente Carlos Menem vinculó el ataque con el “nazismo que fue derrotado en el país”. En declaraciones posteriores señaló a grupos extremistas islámicos como los autores de este atentado y también del el de la AMIA (1994). Según el expresidente el apoyo argentino a las operaciones norteamericanas en el Golfo y su visita a Israel podrían haber originado el ataque. Es casi imposible desligar este siniestro de la muerte de Carlos Menem Jr.
Desde el principio hubo desconcierto y desinformación. Por haber comprometido a un país extranjero (fue lejos el peor atentado sufrido a una embajada israelí en el mundo), le cupo tratar el tema a la Corte Suprema de Justicia por los artículos 116 y 117 de la Constitución. Recién en 1999 se acordó que los muertos habían sido 22, aunque la investigación del FBI habla de 29 víctimas, como afirma la jueza norteamericana Ellen Segal Huvelle en su condena a Irán.
Esta acordada sostiene que la explosión se debió a un coche bomba, una camioneta Ford F100 comprada por un ciudadano brasileño a un fotógrafo de la policía. Por este hecho, la Corte dictó la orden de captura contra Imad Fayez Mughniyeh quien continúa prófugo (según la justicia nacional, aunque existen versiones que sostienen que ha muerto). Vecinos que transitaron la zona minutos antes no vieron tal camioneta. ¿Acaso la explosión se inició por algún dispositivo remoto? O ¿Existió un chofer suicida?
En un momento se supuso que un tal Abu Yasser era el nuevo mártir de la causa, pero estas versiones se diluyeron. También estuvieron presos seis ciudadanos pakistaníes, pero fueron liberados por falta de mérito.
Por largo tiempo se discutió sobre si había sido una implosión, (es decir que los explosivos estaban dentro de la embajada) o se trató de un coche bomba colocado a las puertas del edificio. Triunfó esta última versión.
En el primer caso cabría la sospecha de que alguien hubiese colocado la bomba en la embajada, cosa muy difícil por la constante vigilancia del lugar. También se especuló que hubiese estallado material explosivo que los israelitas conservaban en el lugar (circunstancia que no se puede descartar y sería inconfesable para los diplomáticos de Israel).
Una tercera versión es que la camioneta haya impactado en la embajada, estallando dentro del edificio, tema improbable porque ningún testigo ha dado fe de esa maniobra. Tampoco hay coincidencia con el tipo de explosivo utilizado.
Lo cierto es que el embajador israelí Daniel Gazl dijo en 2010 que todos los autores del atentado “han sido eliminados”.