Antonio González Balcarce nació en Buenos Aires el 24 de junio de 1774, aunque alguna fuente encontrada sostiene que en realidad su natalicio ocurrió el 13 de ese mismo mes. Más allá de la exigua y poco importante diferencia, dado que en esa época era normal que hubiera imprecisiones con respecto a ese tipo de fechas, lo cierto es que su padre, el barcelonés Francisco González de Balcarce, se dedicaba a la actividad militar.
Así fue como a los 13 años, Antonio siguió la carrera de su padre, sumándose como cadete en el cuerpo de Blandengues. Fue ascendiendo hasta que el 25 de noviembre de 1801, logró el grado de capitán. El personaje en cuestión no era el único que acompañó a su padre: los hermanos Juan Ramón, Marcos, José Patricio, Diego y Francisco María también se dedicaron a la actividad militar, con distinta suerte. Pero, para la historia, solamente a Antonio se lo conoce con el doble apellido, y por eso presta lugar a confusiones (el resto, quedó en la memoria como los hermanos Balcarce, a pesar de que era el segundo apellido y no el primero).
Este militar se sumó a pelear contra las invasiones inglesas, pero en 1807, durante la defensa de Montevideo, fue tomado prisionero junto a su hermano José Patricio. Balcarce fue llevado a Londres, donde permaneció en cautiverio hasta que se restablecieron las relaciones entre España y el gobierno británico. Después, se instaló en España y luchó contra las fuerzas de Napoleón. Fue ascendido a teniente coronel de caballería y antes de regresar al Río de la Plata, entabló amistad con José de San Martín.
Para 1810, no dudó en apoyar la causa de la Revolución de Mayo. A esta altura, Balcarce ya era parte de la Logia Lautaro en Buenos Aires. Cuando se enteró del movimiento contrarrevolucionario que tenía al ex virrey Santiago de Liniers como cabeza principal, acompañó al entonces coronel Francisco Ortiz de Ocampo y al auditor del llamado Ejército del Norte, Feliciano Chiclana, al sur de la provincia de Córdoba.
A pesar de no estar de acuerdo, junto a 300 hombres que habían quedado bajo su mando militar; tras la no aceptación de Ocampo para fusilar a Liniers, y que le costó el relevo de su cargo, terminó apresando y cumpliendo la orden del secretario de la Junta, Mariano Moreno y su enviado político, Juan José Castelli. El héroe de las invasiones inglesas fue fusilado el 26 de agosto cerca de Cabeza de Tigre, a unos pocos kilómetros de la actual localidad de Cruz Alta, en el sudeste de la provincia mediterránea.
Vencida la contrarrevolución, Balcarce avanzó hacia el Alto Perú, actual Bolivia. Como explica muy bien el periodista y profesor de historia Rogelio Alaniz, la contradicción estuvo planteada entre colonialistas y anticolonialistas, independientemente de su lugar de origen o capa social. También apunta Alaniz en un artículo publicado en junio de 2016 en el diario El Litoral de Santa Fe, que a esas disputas se sumaban “los intereses locales, las pujas de las diferentes familias por ocupar posiciones de poder”; e indios y negros, que solían integrar los batallones de uno u otro ejército. Por último-dice Alaniz- “las disensiones internas entre las elites revolucionarias se hicieron cada vez más evidentes”.
Con ese panorama, vino la primera derrota del ejército patriota en Cotagaita, a fines de octubre. Pero, el 7 de noviembre, en su llegada hasta Suipacha, Balcarce y los suyos obtuvieron el triunfo en esa memorable batalla. En realidad, esta victoria fue festejada y recordada por ser la primera en las llamadas “guerras de independencia”, pero no representó tamaña magnitud en cuanto a su significado contra los realistas, sino que se trató de un combate no muy grande en el que se sobredimensionó el éxito obtenido. Sin embargo, Antonio González Balcarce quedó como un héroe, y nada más y nada menos que una calle en el microcentro porteño recuerda el combate.
Desde el punto de vista político, que como bien precisa el párrafo anterior estaba netamente vinculado con lo militar, Suipacha sí representó un triunfo, ya que se depusieron autoridades leales a la corona y los jefes militares realistas, junto al ya exgobernador Francisco de Paula Sanz, fueron pasados por las armas. Los ánimos del ejército patriota estaban exaltados, y Balcarce avanzó hasta el río Desaguadero, límite entre el Virreinato del Río de la Plata y el del Perú.
Balcarce, de héroe a villano
El Ejército del Norte avanzó hasta las orillas del río Desaguadero, en el límite entre ambos virreinatos (más allá de la experiencia juntista en Buenos Aires y Chile, o de la autonomía sui generis de los paraguayos), todavía el Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, seguía existiendo en términos de jurisdicción territorial, a través de la vigencia de la Ordenanza de Intendentes.
Las desavenencias internas y una fallida estrategia militar hicieron peligrar la revolución. La derrota caló hondo, y hasta hoy el hecho es nombrado por los especialistas en el tema como “El desastre de Huaqui”, ocurrido en junio de 1811. Balcarce fue destituido del mando del ejército, y al regresar a Buenos Aires, sometido a un juicio largo pero nunca claro, dadas las “interferencias” entre autoridades políticas y militares, el contexto de urgencia de la Revolución y guerra, como muy bien inmortalizó Halperín Donghi, y las renuncias de los diferentes actores que debían formar el consejo de guerra, en su gran mayoría avocados a los campos de batalla que se sucederían uno tras otro.
También hubo testigos que responsabilizaron a Viamonte, el segundo jefe por detrás de Balcarce. Pero lo cierto es que le cupo a González Balcarce toda la responsabilidad, aunque se excusó-entre otras cosas-, en que el mando en realidad lo tenía Castelli como enviado político de la Junta, apoyándose en el principio de la soberanía delegada del pueblo hacia dicho cuerpo (sin ir muy lejos, el tema más discutido en el Cabildo Abierto del 22 de mayo, que permitió la posterior remoción de Cisneros).
El primo de Belgrano, que era vocal y también tuvo que dar las explicaciones del caso, murió-paradójicamente-, de un cáncer de lengua en 1812, mientras se estaba desarrollando el juzgamiento en su contra. Sin embargo, las cosas ya habían cambiado con el derrocamiento del Primer Triunvirato y el comienzo del segundo, que estaba directamente ligado, en principio, a la Logia Lautaro (aunque de los llamados “de segunda línea”, hay que recordar que Balcarce era uno de sus miembros).
La Asamblea del año XIII, controlada políticamente por Alvear y los suyos, tenía una concepción “unanimista” del poder, tal como sostiene la historiadora Irina Polastrelli. Y un aspecto íntimamente ligado con el anterior: la necesidad de quitar las luchas facciosas, a tono con la idea imperante, que había quedado evidenciada con la declaración de Balcarce sobre que su imputación fue una excusa para juzgarlo por haber estado en desacuerdo con el cercano-y a la vez lejano-, movimiento del 5 y 6 de abril de 1811.
Por otro lado, avanzado ya el tiempo, no era el mismo contexto que en el desastre de Huaqui: Belgrano acababa de perder en Vilcapugio y Ayohúma, luego de las grandes gestas victoriosas de Tucumán y Salta. Por lo que la Asamblea, y por supuesto, el Primer Triunvirato, necesitaban de hombres de carrera en el ámbito militar, dadas las circunstancias. Es por eso que mediante un acuerdo secreto de los entonces triunviros Gervasio Antonio de Posadas, Nicolás Rodríguez Peña y Juan Larrea, se cerró la causa judicial y se ordenó la libertad de los oficiales involucrados para prestar servicio donde fuesen requeridos.
Director supremo y después, otra vez seguir a San Martín
En la época del Directorio, Balcarce fue nombrado Gobernador intendente de Buenos Aires y mantuvo su puesto hasta abril de 1815, cuando cayó junto con el gobierno de Alvear. Pero, tras la renuncia de su sucesor, Ignacio Álvarez Thomas, que en carácter de interino había estado un año, Antonio González Balcarce fue designado como nuevo Director supremo. Estuvo apenas tres meses: desde abril de 1816 al memorable 9 de julio, día en que se declaró la independencia en el famoso Congreso de Tucumán, y Juan Martín de Pueyrredón fue el elegido para sucederlo.
A pesar de tener una actitud más conciliadora con la llamada Liga de los Pueblos Libres, que comandaba el caudillo oriental José Artigas, Balcarce no ahorró en gestiones para quitarle apoyo y segregar al actual Uruguay, que recibió la invasión de los portugueses. Las provincias litorales no habían estado en Tucumán y apoyaban la causa artiguista, en especial Santa Fe, que había resistido invasiones porteñas en busca de su autonomía.
Para 1817, Balcarce fue uno de los tantos que se hizo presente en Chile con el famoso Ejército de los Andes, al mando de San Martín. El personaje en cuestión fue su segundo jefe, y el 1° de agosto de 1817 fue designado Jefe del Estado Mayor General. En septiembre de ese mismo año, ante la ausencia de San Martín, fundado en su mal estado de salud, Balcarce tomó el mando interinamente del Ejército de los Andes.
Así las cosas, Balcarce quedó a cargo de algunos combates menores, y era además el jefe de la caballería del ejército. El llamado desastre de Cancha Rayada, batalla en que los realistas tomaron por sorpresa a sus enemigos y peligró la independencia de Chile. Corría marzo de 1818, pero una maniobra excepcional de Las Heras, con su retirada rápida y eficaz, salvó una buena parte del ejército, de la pérdida humana y material (ver artículo sobre Las Heras publicado por este autor en este link: https://historiahoy.com.ar/140399-gran-militar-independentista-y-desconocido-como-politico-juan-gregorio-de-las-heras/
El Ejército Libertador volvió, con Balcarce y los suyos sumados a Las Heras, y-por supuesto-, nuevamente con el general San Martín a la cabeza. Así, peleó en la batalla clave de Maipú en abril de 1818, que le aseguró la independencia a Chile. Mientras San Martín hizo un viaje a Buenos Aires para negociar con las autoridades porteñas sobre el devenir de su plan libertador, que tenía como próximo objetivo llegar a Perú, Antonio González Balcarce volvió a quedar al mando en jefe del Ejército.
En noviembre de ese mismo año, otra vez San Martín tomó la posta y designó a Balcarce para comandar el Ejército del Sud, en la llamada Segunda campaña al sur de Chile, especialmente en las cercanías de Concepción. Es que todavía había focos realistas allí, y San Martín continuó hacia el Perú, primero por vía marítima y luego por tierra. Después de perseguir a su enemigo, los 3000 hombres al mando de Balcarce vencieron en la batalla del Bío-bío, librada en enero de 1819 en el sur de Chile. Por este hecho, fue condecorado tanto por los chilenos, como por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Sin embargo, la salud de Balcarce empeoró, y se vio obligado a dejarle el mando al entonces coronel chileno Ramón Freire, mientras él se dirigió primero a Santiago, y luego regresó a Buenos Aires. En la capital del antiguo virreinato fue nombrado Jefe del Estado Mayor General, el 19 de julio de ese mismo año. Finalmente, Antonio González Balcarce nunca se pudo recuperar bien, y falleció el 5 de agosto de 1819, cuando apenas tenía 45 años de edad. Sus restos se encuentran en el Convento de Santo Domingo de Buenos Aires, junto a los de Manuel Belgrano.
Descendencia y homenajes
Antonio González Balcarce se casó con Dominga Buchardo y tuvieron cuatro hijos, de los cuales se destacaron dos: Mariano Balcarce, que se hizo famoso por contraer matrimonio con Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, mejor conocida como Merceditas, única hija del libertador. El otro fue Florencio González Balcarce, reconocido poeta romántico, que falleció a muy temprana edad.
Balcarce es muy recordado por la calle céntrica de la capital argentina, donde se emplaza la entrada a la Casa Rosada, pero que tiene razón de ser: Antonio vivió durante años en un solar ubicado a metros de la Plaza de Mayo, más precisamente en parte de los terrenos que después se usaron para ser sede del antiguo Congreso Nacional, y posteriormente (hasta la actualidad), la Academia Nacional de la Historia.
También es muy conocida la localidad (y partido homónimo), de Balcarce, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, sobre todo porque allí nació el pentacampeón mundial de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio. Existen además varias calles en el país con ese apellido, aunque algunas también lo recuerdan en conjunto con sus hermanos. En otro orden, las instituciones educativas lo honran con su nombre: por ejemplo, la escuela “General Antonio González Balcarce” que está en Santa Lucía, ciudad aledaña a la capital sanjuanina, y la Escuela de Educación Técnica Provincial N° 670 “General Antonio González Balcarce”, de Gálvez, provincia de Santa Fe.