La Legión Extranjera, el cuerpo élite de soldados de Francia listo para la guerra

Entre junio y julio de 1941, durante la campaña de Siria y Líbano en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar un enfrentamiento muy particular: las tropas de la famosa Legión Extranjera francesa se enfrentaron entre sí como contrincantes, ya que una parte de los legionarios había quedado bajo el mando del gobierno de Vichy –aliado al Tercer Reich–, mientras que otro grupo seguía a la Francia libre, conducidos por el general Charles de Gaulle.

Los grupos enfrentados pertenecían a la 13.ª Brigada, más conocida como de voluntarios rusos. Cuando Francia quedó bajo el mando del mariscal Philippe Pétain como aliado de Hitler, los oficiales de la 13.ª Brigada votaron a quién iban a obedecer. Treinta y un oficiales decidieron quedar a las órdenes de Pétain, mientras que veintiocho oficiales y sus tropas se alinearon con de Gaulle.

Estos últimos fueron comandadas por el capitán Dimitri Amilakhvari, un príncipe georgiano quien condujo a sus legionarios por Gabón, Camerún y Etiopía hasta llegar a Siria, donde enfrentó a sus ahora excamaradas en la Batalla de Palmira. 

Los grupos enfrentados pertenecían a la 13.ª Brigada, más conocida como de voluntarios rusos.

Cuenta la leyenda que, ante la resistencia que ofrecían los legionarios rusos que peleaban junto a los nazis, Amilakhvari ordenó a la banda ejecutar “Le Boudin” (La Morcilla), la marcha de la Legión Extranjera que proclamaba en sus últimas estrofas: “Olvídate de nuestra adversidad y la muerte, que a menudo se olvida de nosotros”. Al escucharla, muchos legionarios de Vichy se unieron al bando de la Francia libre.

Amilakhvari continuó al mando de la Brigada hasta su muerte, un año más tarde, peleando contra el Afrika Korps. 

Esta es una de las muchísimas historias que cimentaron el prestigio de la Legión Extranjera francesa, creada en 1831 bajo el reinado de Luis Felipe. La Legión es un cuerpo conformado por soldados de distintas nacionalidades dispuestos a defender a Francia. Como atractivo para unirse a la Legión, el gobierno francés dejaba atrás el pasado del postulante, aún los actos delictivos, como una forma de iniciar una nueva vida bajo la bandera de Francia. Por esta razón, los miembros de la Legión tenían fama de sanguinarios, aunque haya sido solo una excusa cinematográfica para justificar excesos argumentales en films no siempre fieles a la historia.

Al alistarse los reclutas no eran aún franceses, razón por la cual juraban por la Legión Extranjera. Solo podían solicitar la ciudadanía tras tres años de servicios o si eran heridos  en acción, convertidos entonces en “franceses por la sangre derramada”.

Desde su fundación a la fecha, han muerto más de 40.000 legionarios en las guerras coloniales de Francia y durante las dos contiendas mundiales. 

Inicialmente, la Legión prestó servicios en Argelia –donde tuvo su cuartel general–, pero pronto participó en conflictos en España durante las guerras carlistas, la guerra de Crimea, en el África subsahariana, Indochina, Madagascar y en México, donde escribió su página más gloriosa: la batalla de Camarón.

La Legión prestó servicios en Argelia pero pronto participó en conflictos en España.

En el contexto de la invasión francesa a México, la Legión tuvo, entre otras tareas, la misión de interceptar a tropas juaristas que se movilizaban por la zona de Veracruz. La tercera compañía de la Legión, con cuatro oficiales y sesenta y dos soldados a cargo del capitán Jean Danjou (conocido por lucir una mano de madera) fue designada para explorar el área vecina a esa ciudad. 

Los legionarios llegaron en las primeras horas del 30 de abril de 1863 a un rancho abandonado donde se detuvieron a descansar. Fue entonces cuando se acercó un grupo de caballería mexicana. En el enfrentamiento que siguió, los legionarios rechazaron a la avanzada enemiga, pero perdieron las mulas con municiones.

Advertido por los disparos, llegó el general Francisco de Paula Milán al frente de casi ochocientos hombres que rodearon al rancho donde los franceses se habían atrincherado. Después de una breve escaramuza, los mexicanos se acercaron a ofrecerles capitular, pero Danjou fue terminante: “Ni hablar de rendirse”.

Después de esta obstinada decisión, los franceses lanzaron un masivo ataque frontal. Durante esta maniobra murió Danjou. El nuevo jefe al mando de los legionarios, el teniente Vilain, falleció en acción pocas horas más tarde y fue reemplazado por el subteniente Maudet.

A las cinco de la tarde, los mexicanos prendieron fuego al rancho. Maudet, al frente de solo dieciséis soldados, decidió trabarse en una lucha cuerpo a cuerpo que duró más de 10 horas. Cuando solo quedaban seis legionarios en pie, ya sin municiones ni agua, calaron bayonetas y cargaron contra los cientos de hombres que los rodeaban. Fueron reducidos rápidamente  y sus vidas perdonadas por el general mexicano quien además garantizó la integridad física de los legionarios y rescató la mano de madera de Danjou que hoy se exhibe en el museo de la Legión en Aubagne (Francia).

El nombre de los legionarios que lucharon en la batalla de Camarón está inscripto en Les Invalides de París y años más tarde, en 1948, en el sitio del desigual combate se alzó un monumento que dice:

Eran menos de sesenta
Contra todo un ejército
Al que batallaron hasta la extenuación
Y que la vida, antes que el valor, abandonase
A los soldados franceses

El prestigio de la Legión, su espíritu de cuerpo, la fama de sus soldados, cuyo pasado quedaba enterrado cuando lucían el famoso “képi blanc” dieron lugar a novelas (como “Gourrama” de Friedrich Glauser y   “Yo ,el legionario” de George de Vigne) y películas como “Beau Geste” (de 1939) , “El legionario” con Jean-Claude Van Damme (de 1998) y “Mi bello legionario” (de 1977)  que cimentaron la reputación de este cuerpo. 

La discutida actuación de la Legión durante la guerra de la Independencia de Argelia y la derrota de Dien Bien Phu no lograron desacreditar su prestigio. Por el contrario, en esa última batalla cuando terminó la guerra de Indochina fueron los últimos en entregarse. Aún hoy son miles los aspirantes a ingresar en sus filas

Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, muchos habitantes de Alsacia Lorena –zona disputada entre Francia y Alemania–, que se sentían galos, se anotaron en la Legión Extranjera a sabiendas de que, si eran capturados por los alemanes, serían fusilados en el acto por traidores. De allí que muchos llevaban al cuello una cadena con una bala, para usarla a fin de evitar esta última ignominia. Se sentían franceses y, como tales, habrían de morir.

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Esta nota también fue publicada en MDZ

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