El Primer Aniversario de la Revolución de Mayo en Córdoba

Al comenzar el año de 1811, habían pasado cuatro meses desde que los señores Santiago Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, Santiago Alejo de Allende y Joaquín Moreno fueron fusilados en el monte llamado de los papagayos o de los loros. Aquellos quienes habían jurado fielmente al Rey Fernando VII de España, manteniendo la autoridad y vigilancia de la ciudad cordobesa causando una dura resistencia a diferencias de las demás ciudades dependientes de Córdoba, quienes se pronunciaron unánimes por la Junta a excepción de Mendoza que también rechazó aquella Revolución de Mayo pero enseguida fue sofocada.

La situación social y política a fines de 1810, era expectante ya que Córdoba estaba al tanto de la situación que ocurría en la península ibérica pues habían recibido (por real orden) la nueva Junta Gubernativa de España e indias. La Revolución de Mayo se aproximaba…

Las opiniones de los cordobeses –en su mayoría– aún estaban a favor del rey pero nadie se atrevía decir una palabra por temor a la represión; Debemos entender que habían pasado toda su vida bajo los ideales de la corona española, no conocían otro modo de vida pero el día 4 de mayo los cabildantes integrados por los sres. Lorenzo Recalde y Cano, alcalde ordinario de primer voto, Juan Capistrano de la Torre, Regidor Fiel Ejecutor, Eduardo Pérez Bulnes, Regidor Defensor de Menores; José Lazcano y Isidro Olivera, regidores llanos entre otros se reunieron en la Casa Capitular a igual que la Junta de Córdoba.

Fachada del cabildo de Córdoba en 1810

No hacía mucho que las obras del nuevo cabildo habían sidas concluidas gracias a Juan Manuel López, cuya fachada tenían balconcillos en cada ventana pero en la sala principal ocupaba un balcón corredizo que ocupaba tres aberturas; Posteriormente el Marqués solicitará el agregado de una nueva estructura que realzara el ingreso principal, agregándose un pórtico saledizo o sobresaliente en el medio de la estructura, en donde se colocó un reloj público (el primero en funcionar frente a la plaza mayor) según un Calotipo y textos de época.  Mientras se concluían las obras el Marqués pidió presupuesto y recomendaciones para construir una Capilla destinada a los presidiaros, éste construido (antes de 1782) detrás y costado del cabildo sobre la actual peatonal Deán Funes. Al parecer, fueron construidas por López que –posteriormente a la Revolución– seguirá apareciendo como ingeniero al servicio del gobierno. Aclaramos al lector que el cabildo no tuvo torre y tampoco patios internos durante la época colonial.

Detrás del cabildo de Córdoba antes de 1792

En la sesión,  la Junta de Córdoba mencionó el tema de realizar el primer aniversario de la revolución de mayo; Los cabildantes aún juraba fidelidad al rey pero la situación estaba controlada por la Junta y nadie se expresó en contra. El tema fue aprobado y –en los días siguientes– ya se hallaban realizando los preparativos, por entonces la Junta de Gobierno de Córdoba estaba integrada por los señores José Norberto de Allende, José Javier Díaz, José Antonio Cabrera y Narciso Moyano y precedido por Diego José de Pueyrredón como Gobernador Intendente interino pero será separado de su cargo a fines de 1811 debido a las fuertes disputas con los cabildantes.

Este gran acontecimiento debían realizarse en todas las ciudades, de hecho la Junta de Buenos Aires redacta un comunicado a Córdoba:

“… se ha de verificar el paseo del Estandarte Real en memoria del nuevo gobierno ha acordado en este día el Cabildo, se pase a V. SS.”.

En la redacción más extensa, la junta porteña alienta seguir con los preparativos y que dicha celebración fuera suntuosa. En tanto (con fecha del 6 de mayo) el Cabildo de Córdoba resolvió dar doscientos pesos al Alférez Real para que este diera cumplimiento con su deber llevando el Estandarte Real a pie como era la costumbre. Al día siguiente (7 de mayo) la Junta de Córdoba pidió que el Alférez lo hiciera a caballo… Desconocemos ¿Por qué los cabildantes demoraron en responder la solicitud? y recién el día 10 se volvieron a reunir en la Sala Capitular, en donde los integrantes de la Junta de Córdoba expusieron sus motivos; Lorenzo Recalde y Cano dio su opinión y resolvieron que el Alférez lo hiciera a caballo. A pesar de ello, el día 14 volvieron reunirse y la Junta Gubernativa insistió en la idea, a los dos días (16) Recalde y Cano sin titubeos comenta que “…para evitar disgustos en el particular y otros escándalos que turbarían la tranquilidad pública y la de esos magistrados cuya armonía se debe conservar.”.

Por entonces los cordobeses ya se habían enterado de la realización y próxima celebración por medio de rumores ya que no hay indicios de que la Junta de Córdoba diera a conocer la noticia formalmente, además de las evidentes decoraciones en los edificios centrales y plaza que por entonces tenía una bella y gran fuente en el medio, además de una pequeña recova al costado de la calle.

Plaza Mayor de Córdoba en 1810

El día 24 de mayo –según documentos– ya habían terminado con los preparativos y dieron por comenzado la celebración pero volvieron los desacuerdos entre los cabildantes y la junta cordobesa, según el pliego “…ninguno de dichos cuerpos debía ser buscado por el otro…” al comenzar el recorrido trazado junto a los demás ciudadanos pero un enviado de la junta notificó a los cabildantes que ellos ya estaban esperando junto al Alférez, una evidente provocación aunque debieron resignarse y bajar por la escalera de hierro e ir hasta donde estaba el Estandarte Real.

Al bajar ellos observaron que los señores de la junta ya se habían posicionado detrás del Alférez, enojándolos más porque los cabildantes siempre se ponían detrás del Alférez pero ellos callaron ya que el pliego de condiciones decía que la junta debía posicionarse a la derecha y ellos a la izquierda y así lo hicieron. Enseguida comenzaron el recorrido pero a los metros el Alférez se detuvo y dirigió unas palabras al señor José J. Díaz porque  (en año anterior) éste le había dado la mano derecha “…para que así pudiese por sí solo presidir la función.”, también dijo que él debía presidir el paseo; La junta accede el pedido y continuaron con la ceremonia.

El recorrido finaliza cuando se detienen frente al Cabildo, el Alférez manda al señor Regidor Fiel Ejecutor Pedro Antonio Savid para llevar el Estandarte Real a la Sala Capitular y lo dejara allí. Y tras una tarde tranquila, llega la noche en donde las casas y el Cabildo continuaron con los festejos… ceremonias, bailes, buena comida y platicas amigables. La Sala se hallaba iluminadas por la dama cordobesa María Josefa Suárez quien las había preparado, así mismo pondría (por tres días) estrellas sobre la casona, demostrando el interés por el festejo patrio. Cabe mencionar que la Junta de Córdoba le pagaría por sus servicios el 6 de junio del mencionado año, unos tres pesos y cuatro reales.

Al día siguiente sábado, 25 de mayo se oficiase en la Catedral la solemne misa en acción de gracias, luego de la ceremonia se le concedió espacio al canónigo Miguel Calixto del Corro (con 35 años de edad) quien dio una oración entusiasta y enérgica en el púlpito sobre la Patria, Libertad e Independencia. Terminada la ceremonia, volvieron a realizar el paseo del Pendón Real en tanto las iglesias replicaron sus campanas.

Debemos detenernos momentáneamente para aclarar que, durante todo el mes de mayo, el clero había hecho muchas contribuciones económicas extraordinarias ya que ellos simpatizaban con la Revolución de Mayo, exponiendo sus palabras de aliento en las misas.

El 31 de mayo la Junta de Córdoba y los cabildantes  volvieron a reunirse en la Sala Capitular, y se oyeron los descontentos; El Alcalde de Primer Voto dijo unas palabras en contra de la junta, mientras el secretario anotaba todo lo acontecido en las actas: “Excelentísima Junta se sirva de librar las providencias que convinieren, declarando para lo sucesivo el método que se debe guardar en tales actos y otros que se presenten, así a los interinos como para los propietarios y gobernadores, a fin de quitar toda etiqueta y escándalo, guardando de este modo la armonía tan recomendada por las leyes y la buena correspondencia entre los magistrados que debe ser la norma de los pueblo…”. En tanto El Alcalde de Segundo Voto, Lorenzo Recalde y Cano comentó lo siguiente “…que para hacer presente a la superioridad los justos motivos que ha tenido este cuerpo para sus solicitudes y competencias con la Junta de esta Capital, quien a sangre y fuego lo ha atropellado a este cuerpo…”. Dando por terminada la sesión de aquel día.

Los textos son muy extensivos cuyas peleas entre ambos bandos son muy prolongables, demostrando las evidentes enemistades. Ante la situación, la Junta de Buenos Aires entiende las quejas como algo tontas y le resta importancia ya que la Junta de Córdoba gozaba de los mismos privilegios y prerrogativas. El comienzo de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata había comenzado, sin embargo en enero de 1812 se notifica al Triunvirato la supresión de la Junta Provincial y se nombra a Santiago Carrera como nuevo Gobernador Intendente, y el (18 de Febrero del mencionado año) Gobierno de Buenos Aires dio por expresado el uso de los colores oficiales de la escarapela nacional formándose de dos colores blanco y azul celeste, quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían y lo firmaban Feliciano Antonio Chielana, Manuel de Sarratea, Juan José Passo y Bernardino Rivadavia como secretario. El Gobernador y Teniente Coronel de Ejército de Córdoba Sr. Carrera, leyó el comunicado y se dispuso responder  “…que ningún vecino, sea militar ó de otra cualquier clase, use ni pueda usar de otra escarapela…”, “…los militares que por obligación deben traerla, podrá también llevarla cualquier paisano que quiera como distinción de nuestro actual sistema…”, fechada el 20 de Abril de 1812.

Los cordobeses lentamente fueron aceptando los nuevos ideales y situación de las provincias; Al año siguiente (1813), la Soberana Asamblea General Constituyente aprueba la Marcha Patriótica (actual Himno Nacional Argentino con modificaciones).

Catedral de Córdoba en 1815

Otro suceso importante ocurrido durante la independencia, sucedió el 25 de febrero de 1815 cuando el Gobernador Intendente de Córdoba, Francisco Ortiz de Ocampo consideró que la ciudad carecía del escudo patriótico, en lugar de ello se observaban recordatorios de los reyes de España. Por ello reflexiona un lugar visible para la colocación del Escudo de Armas, eligiendo el frontis triangular de la Catedral sin embargo el sitio se hallaba un nicho pero aquello no impidió al gobernador quien mantuvo correspondencia con el obispado exigiendo la colocación del escudo. Y en la sesión del 10 de octubre de 1815 (durante la nueva gobernación intendencia José Javier Díaz), el Vicario a cargo de la diócesis Juan Francisco Castro y Carceaga, ordena al Mayordomo de la Catedral colocar el Escudo de Armas de la Patria en la Portada tapiándose el nicho.

CÓRDOBA LA CONSERVADORA, incluso en los tiempos actuales; Era de esperarse que los cordobeses se mantuvieran fieles al Rey Cautivo por Napoleón quien puso a su hermano José como nuevo Rey (1808 – 1813), ellos desconocían del nuevo monarca y aún juraban lealtad al Rey Borbón. En la fecha del 25 de Mayo de 1811, Fernando era un prisionero de lujo quien se hallaba encerrado en el Castillo de Valençay, Francia desde 1808, éste se había dedicado a “cultivar su alma” refiriéndose a los rezos continuos en la iglesia. Y ya manifestaba su fidelidad y afecto a Napoleón públicamente y por medios de cartas (1810), intentando unir sus intereses con el emperador. No nos consta que los cordobeses se hallaran enterados de las actitudes de Fernando, de estarlo la situación hubiera sido diferente, se hubieran sentidos obligados adherirse al festejo de mayo por la decepción de las creencias de Fernando. En lugar de ello, sintieron –de a poco– la afición por la nueva Patria.

Para Julio de 1819 y tras casi una década de revolución, la mentalidad de los cordobeses había cambiado notoriamente… En silencio habían jurado fidelidad al pueril rey Fernando para luego sentir afecto por la Patria, la denominación española había terminado.

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