Los ojos de Daumier

Honoré Daumier tuvo una larga carrera como artista comprometido ideológicamente. Si bien su ambición era convertirse en un pintor académico, su prestigio (y su forma de ingreso) dependían de su trabajo como litógrafo y caricaturista. En 1860, la famosa revista Le Charivari rescindió el contrato con Daumier, circunstancia que le permitió concentrarse en la pintura al óleo (solo dejo 200 óleos), pero disminuyó sus ingresos a punto de considerar la posibilidad de mudarse de su cómodo estudio de la Île St. Louis a un lugar más modesto. Sin embargo, en 1863 se reinició la relación con Le Charivari, revista de actualidad donde predominaba la ironía y que fue copiada en otros países, como The Punch en Inglaterra y Caras y Caretas en estas orillas (Le Charivari se publicó hasta 1937  cumpliendo más de un siglo). Tanto a Daumier como la revista se vieron afectados por la prohibición impuesta por el gobierno francés de realizar caricaturas políticas (Daumier había tenido serios problemas con el gobierno del rey Luis Felipe en 1837, que terminaron con el pintor encarcelado por seis meses). Dadas las circunstancias, tanto el artista como el director de la revista, Charles Philipon, se enfocaron en satirizar la vida cotidiana y sus nuevas contingencias en un mundo que aceleraba su andar, con modas vertiginosas y ropas extravagantes. El primer tema que encaró fue “Momentos difíciles de la vida”, una saga sobre los problemas de la burguesía parisina para asimilar las nuevas corrientes artísticas.

Gargantúa, litografía, 1831.
Los trenes del placer. Litografía publicada en Le Charivari, 1864.
Una discusión literaria en la segunda galería. Litografía publicada en Le Charivari, 1864.

Se dice que a lo largo de su existencia Daumier realizó más de 4000 litografías, para las cuales debía dibujar la imagen invertida en piedra o madera a fin de imprimir estas ilustraciones.

En 1870 le ofrecieron ser miembro de la Legión de Honor, distinción que rechazó por discrepancias ideológicas. Daumier pensaba que aceptar este halago del sistema político iba contra las ideas sociales que había sostenido toda la vida. Aceptarla hubiese sido una traición a sus principios y una hipocresía.

Ese mismo año, después de la derrota de Sedán durante la guerra franco prusiana, Napoleón III debió abdicar. El Imperio colapsó y comenzó la Tercera Republica bajo la amenaza del avance de los alemanes. Paris cayó el 28 de enero de 1871 y por 73 días los comuneros parisinos se multiplicaron en las calles de la Ciudad Luz en una lucha condenada a la derrota, pero que actuó como inspirador del díscolo Daumier. Este aprovechó el relajo de la censura imperial y junto a otros colaboradores como Cham, Andre Gill, De Bertall y Faustin convirtieron ese trágico período de la historia de Francia en un festival de caricaturas que plasmaron con ironía, humor, y, ¿por qué no? horror, aquellos tiempos en los que la sangre corría por las calles y personajes impensados tomaban las armas para defender su país y sus ideas. Esos fueron los días más gloriosos de la caricatura política.

La capitulación de Sedán. Litografía publicada en Le Charivari, 1870.

Fue entonces cuando Daumier empezó a experimentar dificultades visuales que le impidieron continuar con su trabajo. Esta forzada inactividad le trajo dificultades económicas que lo obligaron a mudarse a Valmondois donde tenían una casa con su esposa. Las deudas lo acosaban y estaba en peligro de perder este domicilio por la hipoteca, cuando su amigo, el pintor Jean-Baptiste-Camille Corot, pagó la deuda como un regalo al artista y afectuoso reconocimiento por sus aportes al arte francés. Vale aclarar que tanto Corot como Daumier habían sido perseguidos por abrazar los mismos ideales radicales.

Los amigos del artista también convencieron a Paul Durand-Ruel, el galerista más conocido de París, de realizar una retrospectiva de las pinturas de Daumier. La exposición contó con el apoyo incondicional de Victor Hugo. Sin embargo, la muestra estuvo lejos de ser el éxito deseado y una vez más el sueño de Daumier de convertirse en un pintor de fuste se vio postergado, aunque años más tarde Pablo Picasso lo comparara con Michelangelo.

Nadie como Daumier conocía los secretos de París, sus miserias, sus mendigos, las condiciones de vida de los más humildes, las periódicas epidemias de cólera, los payasos itinerantes que divertían al pueblo y, a su vez, las costumbres burguesas, los paseos por los parques parisinos para lucir sus costosas indumentarias y, sobre todo, las dependencias judiciales y las actividades rimbombantes de jueces y abogados (de los que Daumier había sido víctima por sus opiniones políticas). La sátira de Daumier era una sublimación del trauma de la  sociedad francesa, que pasaba de la gloria al ridículo y de la opulencia a la miseria en cuestión de días (como había sido el trágico fin del Imperio). La ironía y la sátira eran la forma de criticar a  esa realidad y también exponía crudamente esas formidables variaciones no solo políticas, sociales y hasta arquitectónicas (el barón Georges-Eugène Haussmann rehacía la ciudad abriendo grandes bulevares mientras el viejo París caía bajo  la picota modernizadora que a no todos convencía).

El vagón de tercera clase, 1864.

Charles Baudelaire, tomando el ejemplo de Daumier, escribía un ensayo sobre las caricaturas como un modelo estético de crítica social. Específicamente, de Daumier diría que “pinta el mal y sus secuelas, probando la belleza de su corazón”. Otro crítico afirmaba que era  el “Molière con crayón”.

Duncan Phillips, el más ávido coleccionista de obras de este artista, decía: “La sátira de Goya es casi un odio satánico y mórbido; Hogarth expone un disenso didáctico sobre las fallas humanas, mientras Daumier, como Balzac, era consciente de exponer la épica de los hechos con la belleza de la verdad”.

En  los últimos años de su vida, Daumier no pudo ni ver ni reflejar esa belleza porque para 1872 debió retirarse de Le Charivari imposibilitado de trabajar por sus problemas visuales y en 1877 murió ciego y pobre después de una fallida operación de cataratas (aunque, probablemente, también haya tenido algún problema en la retina).

Si bien la influencia de Daumier se aprecia en sus sucesores, como Cézanne, Giacometti (y su figura del Quijote), Picasso (y sus arlequines) y de los expresionistas en general también dejó un impronta negativa en Claude Monet, su coetáneo. Resulta que el desastroso final de Daumier inspiró un miedo pánico a perder la visión en Monet circunstancia que atrasó la cirugía de cataratas que necesitaba el artista impresionista y también la entrega de los Nenúfares, la obra encomendada por el ministro Clemenceau para honrar el coraje del pueblo franceses durante la primera contienda mundial.

Daumier fue un genio que no llegó a expresar todo su potencial por la censura de su época, por la necesidad de ganarse el sustento en una actividad infravalorada y las limitaciones visuales que lo obligaron a retirarse cuando aún tenía mucho para ofrecer.

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER