Mijaíl Kaláshnikov (quien no fue el menor de la familia ya que el matrimonio tendría dos hijos más) fue un joven interesado en la mecánica…y en la poesía. A lo largo de su vida, escribió tres libros de poemas, eclipsada esta vocación literaria por su terrible invención.
Después de graduarse en la escuela secundaria, trabajó en el ferrocarril de Turquestán–Siberia, hasta su ingreso al Ejército Rojo donde fue destinado a la escuela de mecánicos. Allí se especializó en carros de combate y fue tanquista.
En calidad de comandante de un T-34, peleó contra los alemanes en la batalla de Briansk, donde resultó herido. Durante su convalecencia se dedicó a pensar en un arma automática confiable, después de escuchar las quejas de sus camaradas sobre las fallas de sus fusiles que se encasquillaban una y otra vez.
Después de años de trabajo, presentó un fusil de asalto llamado Avtomat Kalashnikova modelo 1947, conocido como AK-47. Se calcula que se han fabricado más de cien millones de fusiles siguiendo los diseños de Kaláshnikov en 15 países. Fue el arma oficial de Rusia, China y otros 55 países, además de naciones africanas, narcos sudamericanos (los mejicanos la llamaban “cuernos de chivo”) y terroristas islámicos.
Se calcula que al año mueren 200.000 personas por balas disparadas por las 30 variables de Kaláshnikov. Los soviéticos pusieron su imagen en una moneda y Mozambique la incluyó en su bandera. Desde el fin de la Guerra Fría, ha sido uno de los objetos más exportados por Rusia, después del caviar y el vodka.
¿Por qué es tan popular el AK-47? Porque no se atasca ni se recalienta, dispara en el barro, en la arena y bajo el agua. Es liviana, barata (en África se consigue por 530 dólares), es prácticamente indestructible y muy fácil de ensamblar, de allí que el AK-47 sea responsable de la existencia de niños soldados.
Su característico cargador curvo puede alojar hasta 30 balas que salen a 715 metros por segundo y son capaces de atravesar más de 5 mm de acero a corta distancian. Sin embargo, su ventaja no ha sido la precisión ni las grandes distancias, sino su gran capacidad de fuego.
Curiosamente, a pesar del enorme éxito, Mijaíl Kaláshnikov no cobró ni un centavo por los derechos de su desarrollo, aunque le granjeó una enorme popularidad: fue condecorado con el Premio Stalin, la Orden de la Bandera Roja y de la Estrella Roja, fue ascendido a mayor general en 1994 y Vladímir Putin le condecoró con la Orden de Mérito Militar en el 2004. En el año 2009 fue declarado Héroe de la Federación Rusa por haber diseñado la marca que enorgullecía a la nación. En algún momento Kalàshnikov expresó su conformidad porque su invención asistió en la liberación de varias naciones, pero poco antes de morir envió una carta al patriarca Cirilo I de Moscú donde relataba su dolor espiritual porque su fusil había quitado la vida de un sinnúmero de personas. “¿Podría ser yo un creyente cristiano y ortodoxo culpable de esas muertes, aun cuando fueran enemigos?” Y se respondía a sí mismo: “No es mi culpa que fuera utilizado en sitios con problemas”.
En el año 2017 se inauguró un monumento en honor a Mijaíl Kaláshnikov como una “marca cultural de Rusia”. El monumento debió ser modificado porque el arma que portaba Kaláshnikov en el bronce no era su emblemático AK-47, sino un StG 44, un fusil de asalto alemán.
+
Esta nota también fue publicada en mdzol