Cualquier de nosotros pasa alrededor de 20.000 minutos de la vida besándose y, probablemente, estos besos estén entre los recuerdos más gratos que nos llevaremos de este mundo.
En el Día Internacional del Beso recordaremos aquellos de antología, algunos de los besos célebres en la literatura, el cine, la pintura y la música.
El primero en evocar es el de la obra romántica por antonomasia, los amantes de Verona. ¡Cómo olvidar a Romeo y Julieta en esa noche de amor entre el canto del ruiseñor y la alondra y el beso póstumo en la tumba sin retorno!
El de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, lo da el protagonista “bajo la luna de otoño que tiñe de blanco la acera”. Rescatamos el tenso beso de La tregua de Mario Benedetti, ante el inexorable acecho de la madre de Isabel y también el beso de nuestra Rayuela, cuando “los ciclopes” buscan en un juego sus bocas para luchar tibiamente “mordiéndose los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde el aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio”.
Quizás el beso literario más esperado lo escribió J. K. Rowling cuando, después de 7 largos libros, los niños hechiceros ingresan a la pubertad con la misma ebullición erótica que los demás mortales.
El beso más triste lo describió Markus Zusak en La ladrona de libros, el último beso a Rudy Steiner, su amigo muerto y el más visto (y en su momento el más leído) fue el de Scarlett O’Hara en el libro de Margaret Mitchell Lo que el viento se llevó, una de las películas más taquilleras de la historia con un beso memorable entre Rhett Butler (Clark Gable) y la caprichosa Scarlett (Vivien Leigh). Lo que no muchos saben es que Gable tenía halitosis por lo que el beso, en la vida real, por lo cual el beso no fue tan apasionado…
El cine fue el mejor lugar para exponer este intercambio oral de fluidos entre amantes, de hecho, una de las primeras películas de 1896 es sobre un beso.
¿Quién no derramó un lagrimón en la simple pero efectiva Love Story cuando Ali MacGraw y Ryan O’Neal se despiden para siempre? ¿Quién puede olvidar el beso entre Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en la mítica Casablanca y ese “siempre nos quedará París”?
Aunque nos parezca una ridiculez, los besos eran censurados en Hollywood por el Código Hays. Bajo estas normas ningún ósculo podía durar más de tres segundos… Pues todos los que hemos visto y habremos de ver, han durado años en nuestra memoria.
Julia Roberts fue partícipe de dos besos de antología, uno en Mujer bonita con Richard Gere, y el otro en Notting Hill junto a Hugh Grant quien también besa a Andie MacDowell en Cuatro bodas y un funeral.
Burt Lancaster y Deborah Kerr se besan apasionadamente en una playa desierta en De aquí a la eternidad y Fellini nos regala un espléndido beso pasado por agua (no cualquier agua, sino la de la Fontana di Trevi) con el inolvidable (y entonces muy joven) Marcello Mastroianni y la exuberante Anita Ekberg. También mojado, en este caso por la lluvia, es el beso entre Audrey Hepburn y George Peppard en Desayuno con diamantes.
Algunos besos en la pantalla terminaron en casamiento en la vida real, como los de Paul Newman y Joanne Woodward (Un nuevo modo de amar donde representaban a Steve y Samantha), y el de Steve Mcqueen y Ali MacGraw (La huida), aunque este romance fue más escandaloso porque Ali estaba casada con el productor de la película. En nuestro medio es imposible olvidar a La Mary y esa tórrida escena entre Susana Giménez y Carlos Monzón, que si bien no llegó al altar más que en el celuloide, fue un hito en la historia del cine nacional y en la vida de la diva y el boxeador.
Cuando Carrie Fisher (la princesa Leila) y Harrison Ford (Han Solo) contactan sus labios en la saga La guerra de las galaxias, ambos vivían un tormentoso romance que mantuvieron en secreto.
Oficial y caballero termina con un beso memorable entre Jennifer Warnes y Richard Gere al son Up Where We Belong interpretada por Joe Cocker.
Y para terminar, porque esto de usar el musculo orbicular del labio y los demás 34 músculos faciales y los otros 112 posturales para concretar este intercambio de fluidos orales puede ser eterno, traeré a la memoria dos besos que tienen como protagonistas a Patrick Swayze en Dirty Dancing con Jennifer Grey y Ghost: la sombra del amor con una muy joven Demi Moore.
La lista podría seguir con la moderna versión de Romeo y Julieta con Leonardo Dicaprio, quien también fue el actor principal en Titanic y participe de ese ósculo apasionado en la proa de transatlántico con Kate Winslet al son de la almibarada canción de Celine Dion.
En la pantalla los hubo tiernos y apasionados, mefistofélicos como los de Drácula, homosexuales como los de Juegos Sexuales o Lazos ardientes…
Y desde aquí comenzamos nuestro viaje por los besos en la pintura con una obra de Toulouse Lautrec, hecha en los años en los que se internaba en una casa de tolerancia para profundizar sobre la vida prostibularia. Este Au lit es un hallazgo perturbador de amor homosexual entre pupilas de un lupanar.
El mito del artista enamorado de su obra se refleja en la obra de Jean-Léon Gérôme titulada Pigmalion y Galatea que hasta cuenta con un cupido para hacer la obra metafórica.
La obra de Gustav Klimt representa un abrazo erótico del artista con su amante Emilie Flöge envuelto en un manto dorado.
Picasso también se retrató en un beso cubista en 1969 y Marc Chagall lo reflejó en una obra llamada L’anniversaire, donde la pareja flota en el aire en posiciones inverosímiles.
René Magritte prefiere jugar al misterio y Los amantes se besan bajo las sombras de un velo. Roy Lichtenstein nos regala un beso con su habitual estética de cómic mientras Banksy, ese iconoclasta desconocido, expuso este beso como una forma de protesta contra la represión.
Por último, pero no por eso menos importante, ha quedado la música donde el beso es el protagonista de la melodía, aunque vale señalar que toda música es el marco ideal para un beso. De hecho los primeros besos, esos románticos y furtivos de nuestros primeros amores suelen asociarse con una canción que la pareja evocará por muchos años.
Desde Carmen de Bizet al El beso de Bedřich Smetana, la ópera es una sucesión de dramas e intrigas donde el beso tiene un papel protagónico, la culminación de una turbulenta historia como en Tosca (Giacomo Puccini), el desenlace trágico de La traviata (Giuseppe Verdi) o el sello de un amor eterno como el de Tristán e Isolda (Richard Wagner) o el de uno que supera la muerte como en Aida (Verdi).
Cada época tuvo su canción de besos robados, de besos forzados, inocentes o trágicos, llenos de deseo o apenas condescendientes. Los hubo íntimos a públicos y en cuanto idioma uno se puede imaginar, porque el beso trasciende al lenguaje. Están los besos cantados por Juan Luis Guerra hasta los de Morrisey, desde Miguel Mateos a Luis Miguel pasando por Celine Dione, Los Beatles, Génesis y hasta en los Sex Pistols … El beso se mueve al ritmo de un Lieder de Robert Schumann o bajo la fuerte base rítmica de los Rolling Stones, cultiva ritmos tropicales, la melancolía del blues y la cadencia folclórica… porque el beso es universal, la eterna búsqueda de los pechos maternos, un atavismo instintivo heredados de nuestros ancestros.
Hay quien dice que es el resabio de la regurgitación directa de los alimentos para nutrir al ser querido. En esta zona de altísima sensibilidad se liberan hormonas como la oxitocina que crea vínculos de unión y las endorfinas que dan esa sensación de extravío de felicidad y amor eterno.
También vale recordar que con un beso Judas entrego a Jesús.
Enumerar la cantidad de enfermedades que pueden transmitir en un beso (la listeriosis también se conoce como la enfermedad del beso) haría enfriar las pasiones más exaltadas porque en el proceso se intercambian no menos de 40.000 bacterias… porque las hormonas y el deseo siguen estando entre las fuerzas más movilizadoras de nuestra condición humana.
¿Y por qué empezamos esta larga perorata sobre el beso? Porque el 13 de abril una pareja tailandesa que celebraba el día de San Valentín (en una fecha ajena a la nuestra) se trenzó en un prolongado accionar del orbicular y otros músculos faciales para romper un récord del libro Guinness. Este se extendió por 46 horas, 24 minutos y 9 segundos. No contentos, esta misma pareja (Ekachai y Laksana Tiranarat) superó su récord en 2013 llegando a las 58 horas, 35 minutos y 58 segundos, todo un récord que se incorpora a los muchos récords y momentos hermosos que pasamos por un beso.