“Nunca pinté sueños. Pinté mi realidad”: Frida Kahlo y la vida es un gran regalo

En 1953, un año antes de morir a los 44 años, Frida Kahlo, aunque era una figura conocida en su país y el exterior, hizo su primera gran retrospectiva de sus pinturas en Méjico. Imposibilitada de moverse, una ambulancia la condujo a la galería de arte contemporáneo donde 200 amigos y admiradores se turnaron para saludarla en su cama, cantando canciones mejicanas entre brindis y abrazos, hasta el amanecer los descubrió felices y borrachos por esa noche inolvidable.

Era la culminación de una vida compleja, de coraje, alegrías y sufrimientos. Pocos artistas han contado con tantas maldiciones y bendiciones como para convertir su existencia y sus rasgos en el centro de su obra.

Esos ojos profundos, esas cejas espesas y hasta ese bozo indisimulado nos contemplan envueltos en los deslumbrantes colores de la flora y fauna mejicana, una escenografía exuberante para mostrar el corazón de la obra de Frida, su dolor.

Autorretrato con collar de espinas y colibrí

Las desventuras la persiguieron desde la infancia que ella se empeñó en declarar feliz a pesar de su secuela de polio y un accidente ingrato que le partió la pelvis a los 15 años, y así los sueños de maternidad. En más de una oportunidad debió abortar por indicación médica. Las operaciones a las que fue sometida, muchas de ellas inútiles y fallidas, se sucedieron con sus secuelas de dolor e invalidez que disfrazaba bajo esas enormes faldas multicolores, típicas de su país. Contaba con más de 35 intervenciones, entre abortos, operaciones de columna y amputaciones, de las que se ufanaba como de un triste récord que ella evocaba con una sonrisa.

Escapaba del tedio de la invalidez con sus pinturas y ese amor generoso que desparramó a su alrededor con desbordante entusiasmo. En el centro de sus afectos se destacaba la imagen gigantesca de su gran amor, Diego Rivera, un titán de la pintura que la doblaba en años y  corpulencia. Conoció a quien sería su marido cuando aún era estudiante y lo visitaba mientras él completaba uno de sus famosos murales en el Ministerio de Educación. De allí en más comenzaron una larga relación de dependencia y desencuentros, de furiosas peleas con fogosas reconciliaciones, de innumerables traiciones y también de ambiciones compartidas. Ambos fueron hijos de la Revolución Mejicana que impregnó el arte de su tiempo.

También la militancia política señó la vida y  obra de Frida. Su simpatía con el comunismo le abrió puertas en todo el mundo, aunque la vida que llevaba junto a Diego, fuese la de una burguesa que viajaba frecuentemente al exterior, tanto a Estados Unidos como a Europa. Ella amaba París y fue una amor correspondido.

Su vinculación con León Trotski, primero como anfitriona del líder marxista y después como amante fue bien conocida y difundida después de la muerte violenta del líder bolchevique. Pero Trotski  no sería su único amante y, en todo caso, las preferencias de Frida no se limitaban a un sexo…

Más discutible es su pertenencia al surrealismo aunque haya frecuentado a las figuras más destacadas de este movimiento como André Breton (que decía que su arte era “exclusivamente femenino”), Marcel Duchamp, Max Ernst y René Magritte, entre otros. Sin embargo, ella rechazaba este encasillamiento diciendo que sus obras “no son un sueño”. Difícil le resultaba soñar con el dolor que la perseguía como una sombra.

El Sueño

Uno de sus amigos la definió como “la única artista que se ha dado luz a ella misma”. La obra de Frida era el hijo que no pudo tener con Diego, aunque éste, su marido, se convirtió en su niño al que amaba, reñía y reprochaba sus inconductas… Así lo escribió en el diario que llevó toda su vida donde la figura de Diego es central e imperante . “Eres mi niño nacido a cada momento”, y por eso lo pintó una y otra vez…

Diego y yo

Los problemas de salud de Frida se agravaron y lo reflejó en sus obras con sus abortos, su columna rota y hasta su pie amputado. No se mostraba para dar lástima sino para ganar fuerza. “Pies, para qué los quiero si tengo alas para volar”. En el vernissage de 1953, declaró  “No estoy enferma, estoy quebrada. Pero feliz de estar viva mientras pueda pintar”.

La columna rota

El 13 de julio de 1954 Frida Kahlo murió mientras dormía. Se dijo que fue por un tromboembolismo pulmonar, pero ella murió y renació y volvió a morir muchas veces, en su existencia apasionada, en sus amores, en su pintura con una fuerza tan personal y exultante que la convirtió en única en el mundo del arte.

Fue cremada y sus cenizas preceden la casa de Coyoacán que compartiera con Diego Rivera, convertida en museo de su memoria que excede la obra pictórica que nos ha regalado.

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