El circo del fútbol, antes y ahora…

Desde la manera de jugar hasta la manera de organizar el fútbol, pasando por todos los negocios subyacentes, contratos, representantes de jugadores, concesiones, transmisiones televisivas, periodismo deportivo y  más debates sobre temas adyacentes al juego que sobre táctica o estrategia futbolística, toda la parafernalia futbolera ha cambiado notablemente a los largo de los años.

     Si bien toda evolución es lógica, la mayoría de los cambios ocurridos han alejado al fútbol de su esencia deportiva para acercarlo mucho más a un producto comercial masivo en el que se justifican disparates de todo tipo. Así es como se ve cada semana un juego bastante mal jugado pero cada vez más y mejor vendido en el que aficionado o hincha genuino de nuestro fútbol vernáculo mira desde el costado (y pagando cada vez más) mientras la torta se la llevan quienes menos aman el juego.

     Y conviene dejar de lado los inevitables exitismos mundialistas, ya que ninguno de los 26 jugadores campeones mundiales del 2022 actúa en nuestro fútbol doméstico excepto el arquero suplente, que no jugó ni un minuto en el torneo de Qatar.

     Porque el fútbol “de acá”, el que se juega en nuestras canchas, es otra cosa. En este contexto, vale la pena comparar y repasar cómo era el fútbol argentino hace muchos años. En los ’40 y los ’50, por ejemplo, se iba a la cancha de saco y corbata, incluso con sobretodo y sombrero. Pero no nos vayamos tan lejos; miremos un poco cómo era la cosa en los ’60, en los ’70, en los ’80… En mayor o menor medida, las cosas fueron cambiando y mucho desde entonces. Mirarlas todas juntas seguramente sorprenderá a algún joven y hará que los que ya tienen muchos años de fútbol encima se pongan la mano en la frente y se muerdan los labios.

     Porque en esas épocas, por ejemplo…

…Todos los partidos se jugaban el domingo y a la misma hora; a partir de fines de los ’60 comenzó a jugarse un partido adelantado y televisado el viernes a la noche.

…En la cancha había un tablero con chapas en el que se ponían los resultados de los partidos que se jugaban en las otras canchas.

…Si llegabas temprano a la cancha se podía ver el partido de la tercera y de la reserva. Sí, sí, había tres partidos y se podían ver con la misma entrada.

…Se iban al descenso los dos últimos de la tabla de posiciones y ascendían los dos primeros del torneo de la primera B.

…Los campeonatos eran “todos contra todos”, partido y revancha; había 18, 20 o 22 equipos. A partir de 1967 la temporada se dividió en dos torneos, el “Metropolitano” y el “Nacional”, un torneo más corto en el que se incorporaban los clubes del interior del país.

…Los partidos nunca se televisaban en directo; el partido principal de la jornada se veía el domingo a la noche, a veces completo, a veces editado.

…A la Copa Libertadores se clasificaban sólo el campeón y el subcampeón del torneo. Cuando se jugaban dos torneos al año (Metropolitano y Nacional) se clasificaba el campeón de cada torneo.

…Las entradas podían comprarse en las ventanillas del estadio el mismo día del partido, tanto los hinchas locales como los visitantes, sin ningún problema.

…No había barrabravas.

…No había que pasar por varios controles en la calle antes de llegar a la cancha.

…Los que iban a la cancha no eran palpados por la policía, ni tenían que dejar el paraguas o el cinturón por el “peligro” de las hebillas, ni tenían que sacarle las pilas a la radio, etcetc.

…No había “trapitos” intimidantes que piden dinero para “cuidar” el auto.

…A los partidos podían ir hinchas del equipo local y del equipo visitante y habitualmente llegaban a la cancha por las mismas calles, sin operativos policiales especiales, incluso en los clásicos.

…Al final del partido ninguna de las dos hinchadas tenía que quedarse en la  tribuna durante un buen rato esperando que la hinchada rival se fuera en forma tranquila y segura de la cancha.

…En muchas canchas, si ibas a la platea, podía ocurrir que se sentara a tu lado un hincha del equipo rival, que había comprado su platea en la misma ventanilla, y no había ningún problema.

…Los jugadores jugaban muchos años en el mismo club. No era habitual que un jugador, a lo largo de su carrera, jugara en más de tres clubes.

…Los jugadores no tenían representantes. Habitualmente los dirigentes de los clubes (incluso el presidente) orientaban a los jugadores sobre cómo invertir el primer dinero grande que ganaban. Los representantes empezaron a aparecer en la década del ’80, y al principio muy pocos jugadores tenían uno.

…Si los jugadores no aceptaban renovar sus contratos se les aplicaba “la cláusula del 20%”, que era una cláusula contractual que se fijaba por protocolo en todos los contratos registrados en la AFA, que decía que durante dos años más los jugadores seguían vinculados al club con un 20% de aumento en su salario y recién ahí podían considerarse “jugadores en libertad de acción”.

…Al menos la mitad de los jugadores de cada club provenía de sus divisiones inferiores.

…Había clubes que usaban camisas en lugar de camisetas: River, San Lorenzo, Argentinos Juniors, por ejemplo.

…No había publicidad en las camisetas.

…Las camisetas no tenían impresos los nombres de los jugadores, y los pantaloncitos no llevaban el número del jugador.

…Los clubes jugaban siempre con la misma camiseta; había una sola camiseta alternativa y sólo se usaba si la camiseta titular se confundía con la del rival, cosa que casi nunca ocurría.

…Todos los jugadores usaban botines negros.

…Los arqueros usaban rodilleras y gorra y no usaban guantes; los guantes empezaron a usarse a principios de la década del ’70 y no todos los arqueros los usaban.

…No se permitían los cambios de jugadores durante el partido, salvo el del arquero. A partir de 1968 se autorizó el cambio de un jugador por lesión además del arquero, a partir de 1970 se podían hacer dos cambios sin distinción de puestos y a partir de 1994 ya se permitían dos cambios más el arquero.

…No existían las tarjetas amarilla y roja. Las tarjetas empezaron a utilizarse en 1970; hasta entonces los árbitros anotaban en una libretita los nombres de los jugadores amonestados.

…Los árbitros se vestían siempre de negro.

…Los jugadores respetaban mucho más a los árbitros.

…Los jugadores no simulaban infracciones.

…Los jugadores no “botoneaban” a los rivales que cometían infracciones ni “pedían tarjeta” para que el árbitro sancionara a los jugadores rivales.

…Los jugadores se lesionaban mucho menos.

…Los jugadores gritaban todos los goles y nunca “pedían perdón” por hacerle un gol a un ex-club.

…Las sanciones del tribunal de disciplina eran más severas.

…No había decenas de programas diarios deportivos sobre fútbol en los canales de televisión y en las radios, todos los días y a toda hora.

…Había revistas deportivas con mucha información.

…Los periodistas deportivos no eran amigos ni compinches de los jugadores. No existía la adulación interesada que busca recibir a cambio el favor de que los jugadores les concedan reportajes.

…No había una obsesión permanente por saber cuál iba a ser la formación de cada equipo el fin de semana, ni había un parte diario de lo que pasaba en los entrenamientos de cada equipo, ni se informaba sobre trascendidos de vestuario, trascendidos que provienen de los mismos jugadores o staff técnico, transformados en las siempre misteriosas “fuentes” de los periodistas.

…Los periodistas deportivos radiales tenían un lenguaje más que correcto y una dicción perfecta, y los periodistas deportivos escritos tenían una excelente prosa. En esa época, los hinchas deseaban poder expresarse como lo hacían los periodistas; hoy, los periodistas de medios escritos escriben con el mismo lenguaje que utilizan los hinchas, argumentando que eso los acerca al público.

     El circo del fútbol vernáculo ha agregado bastantes payasos y fieras difíciles de domar, eso sí. El fanatismo y la irracionalidad han hecho del fútbol local un espectáculo desorganizado, corrupto, peligroso y hasta grotesco, lleno de negocios turbios de variada monta a su alrededor, y que despierta algo muy parecido a la adicción en las multitudes de fanáticos, en el que no conviene mirar mucho sus miserias (a las que la gente ya está acostumbrada) y mucho menos intentar corregirlas, no vaya a ser cosa que la gente se quede sin ese regalito semanal que alivia su habitualmente penosa realidad diaria.

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