Helenio Herrera: catenaccio y picasesos

  Helenio Herrera (también conocido como “HH” o “el Mago”) nació en Buenos Aires en una fecha dudosa que se supone fue durante 1910 (su padre, un emigrante español, falsificó la fecha de nacimiento para evitar ser multado por registrar tardíamente su nacimiento). Su padre era un carpintero anarquista e involucrado en el sindicalismo y su madre era empleada doméstica (“iletrada y de una inteligencia extraordinaria”, la definía HH). A los cuatro años, quizá escapando de las autoridades, la pequeña familia se fue a vivir a Marruecos. La cercanía de una muerte temprana por difteria y haber sobrevivido a un accidente aéreo en 1949 parecieron haber convencido a HH de que era un elegido y que tenía una misión, lo cual hizo que cultivara el ascetismo en su vida personal y fijara sus objetivos en la vida de manera obsesiva e irrenunciable.

     Como jugador era físicamente fuerte e imponente aunque no se destacaba técnicamente. Jugó 5 años en Marruecos y luego 13 años en Francia hasta su retiro como jugador en 1944. “Como jugador era triste, pero como entrenador tengo ventaja sobre los jugadores estrella que se transforman en entrenadores, ya que al ser muy presuntuosos no saben cómo enseñar a otros lo que ellos hacían fácilmente con su talento natural.”

     Hacia el fin de la guerra, en 1945, siendo entrenador en el Stade Français y colaborador en el seleccionado nacional francés, fue apodado “le Sorcier” (“el Mago”), título que HH detestaba. “La magia no existe en el fútbol, ‘pasión y fuerza’ son las palabras adecuadas”; “el mayor elogio que he recibido fue cuando alguien dijo que trabajo 30 horas por día”.

     Como entrenador trabajó en Francia, España (fue DT de varios equipos, entre ellos el F.C. Barcelona en los períodos 1958-1960 y 1979-1981), Portugal e Italia, donde obtuvo su consagración indiscutible dirigiendo al Inter de Milán entre 1960 y 1968. Ganó campeonatos en Francia (Red Star), España (Atlético de Madrid, F.C. Barcelona) e Italia (Inter y Roma), donde ganó con el Inter tres Ligas (“Scudettos”) (62-63, 64-65, 65-66), dos Copas de Europa (63-64 y 64-65) y dos Copas Intercontinentales (64 y 65).

   HH era una topadora trabajando y su nivel de exigencia para con los jugadores era extremo, inaudito para la época. “Cuando empecé, los jugadores eran niños consentidos por todo el mundo; yo los puse en su lugar, haciendo que se merecieran lo que ganaban.”

   HH unió las funciones de manager y entrenador; se involucraba en todas las cuestiones del equipo. Fue pionero en la implementación de la psicología aplicada al deporte, controlaba la dieta de los jugadores y fue quien desarrolló el “ritiro” (lo que hoy se conoce como “las concentraciones”, un sistema que hoy es habitual y que implica que los jugadores pasen al menos la noche anterior al partido todos juntos en su lugar de entrenamiento, sin volver a sus casas particulares). “No podías irte a ningún lado: sólo entrenabas, comías y dormías”, decían los jugadores.

    Era un maniático de la motivación permanente, pegaba carteles en el vestuario (“¿Jugar o pelear? ¡Jugar y pelear!” “El que juega para sí mismo juega para el oponente; el que juega para el equipo, juega para sí mismo”), alentaba a sus jugadores a dormir 12 horas por día y él mismo se acostaba poco después de las 21hs. La crítica lo calificaba de diversas maneras: “megalómano, payaso, vulgar, asceta, fanático, competente, grosero, genio”.

     No escatimaba críticas a sus colegas: “demasiados entrenadores limitan su rol a palmear en el hombro a sus jugadores y a dar largos discursos enardecidos antes de salir a la cancha; aunque eso pueda acelerar el corazón, sólo logra enfriar los músculos de los jugadores.” HH les daba té de hierbas a los jugadores antes de los partidos; les decía que era una poción mágica traída de Oriente. Antes de salir a la cancha los formaba en círculo y les lanzaba la pelota a cada uno preguntándoles “¿cómo jugaremos? ¿por qué ganaremos?” y los jugadores contestaban “¡todos juntos ganaremos!”

     Era cabulero sin remedio: derramaba intencionalmente vino en la mesa la noche previa a los partidos, mojaba su dedo en el vino y luego se tocaba la frente y el pie con su dedo mojado. Obligaba a tocar la pelota a sus jugadores antes del partido gritando “¡debe ser mía!”, mientras él les gritaba “¡un equipo, una familia!”

  Llegó al Inter con un contrato elevadísimo pactado con el presidente Angelo Moratti, que decía “a veces una elección cara puede resultar barata”; la venta de entradas se duplicó ya en su primera temporada en el club.

   Poco después de llegar al Inter se reunió con las esposas de los jugadores, les explicó la importancia de una alimentación adecuada y les explicó las rutinas que quería que siguieran en sus casas. Las exigencias con los jugadores no se hicieron esperar: Gerry Hitchens, Mario Corso y Luis Suárez fueron dejados por el autobús del equipo por llegar últimos luego de correr kilómetros en un entrenamiento y tuvieron que ir de regreso a Milano por su cuenta. Sandro Mazzola, la estrella del Inter por entonces, recuerda que HH le dijo “no importa cuán exitoso te creas, siempre hay que mantener los pies sobre la tierra, porque siempre habrá alguien pensando en destronarte”, cuando pidió unos días libres para el equipo después de haber ganado un partido importante por la Copa de Europa. Nunca se había visto en un entrenador tanto énfasis en lo físico y lo psicológico. “Hacía creer a sus mejores jugadores que no eran suficientemente buenos para que no perdieran la humildad, y con eso lograba que los jugadores nos esforzáramos en demostrarle que estaba equivocado”.

   La disciplina era absoluta y cualquier desafío a su autoridad era eliminado sin piedad. Ladislao Kubala, un excelso jugador de la época, fue deshechado porque, según HH, “sus problemas con el alcohol arruinan sus facultades y desestabilizan al equipo”. También se deshizo del famoso delantero argentino Antonio Angelillo por su turbulenta vida social. “He sido acusado de tiránico y despiadado con mis jugadores, pero simplemente he implementado cosas que luego fueron copiadas por todos los clubes: trabajo duro, perfeccionismo, entrenamiento físico, dietas y tres días de concentración antes de cada partido”.

   HH fue pionero en la utilización de los informes sobre los equipos rivales. Los jugadores llegaban a conocer tan bien a sus adversarios por las exposiciones que les hacía HH que no necesitaban ver fotos de ellos.

     Al Inter (Internazionale de Milán) de HH se lo reconoce como el impulsor del catenaccio, sistema que se fundamenta en la incorporación de un líbero defensivo –el famoso “último hombre”–, base de un sistema táctico que prioriza la negación ofensiva al rival antes que la creación propia. Fue cuestionado por mezquino, por contradecir la estética que hasta entonces habían postulado los grandes equipos de la época como el Brasil del ’58 y el Real Madrid de Alfredo Di Stéfano. El éxito, sin embargo, anestesió las críticas de los opositores. “Se juega mejor con diez que con once”, decía HH.

     En el juego de ataque, HH pregonaba fútbol vertical de alta velocidad, sin usar más de tres pases para llegar al arco contrario. “Si se pierde la pelota verticalmente no hay problema –decía–, pero si se pierde por jugar lateralmente, se paga con un gol en contra.”

     “Yo inventé el ‘catenaccio’ –decía HH–; el problema es que la mayoría de quienes me copiaron lo hicieron mal, porque olvidaron incluir los principios ofensivos que mi catenaccio tiene.”

     La efectividad de los equipos de HH no podía cuestionarse, había obtenido triunfos y campeonatos en todos lados. Y cuando eso ocurre aparecen envidias, rumores, despechos, celos, trascendidos y todo tipo de comentarios. Periodistas que se sentían agraviados por la habitual conducta despectiva hacia ellos de HH empezaron a llamarlo “el entrenador de las pócimas”. Los jugadores negaban todo: “eso de que nos daba drogas es todo mentira; sólo era un buen psicólogo.” Alguien muy cercano al grupo escribió que vio a HH darles píldoras a sus jugadores para que pusieran bajo sus lenguas, y que como algunos jugadores iban al baño y las escupían, empezó a dearselas diluidas en el té o el café… así fue como “Il caffe Herrera” se hizo habitual en el Inter. Sandro Mazzola, hermano de quien lanzó esas acusaciones, rechazó esas acusaciones indignado y cortó la relación con su hermano, y aunque nunca hubo una denuncia formal, los rumores quedaron.

     Como si faltara algo, aparecieron denuncias mediáticas de que HH arreglaba partidos: un árbitro yugoslavo (Branko Tesanic) declaró que HH le había pagado unas vacaciones por dejar pegar de más a los jugadores del Inter en una semifinal de la Copa de Europa ante el Borussia Dortmund en 1964; también hubo irregularidades arbitrales notables en otra semifinal frente al Liverpool, ya que un árbitro español (que ya venía cuestionado) convalidó un gol por tiro directo en un tiro libre indirecto y también cobró otro gol viciado de nulidad (Inter ganó 3-1). Sin embargo, HH nunca fue denunciado formalmente.

     HH tenía actitudes que hacían que se lo calificara como “desalmado”. El padre de un jugador murió la noche anterior a un partido contra el Milan (el eterno rival) y HH le ocultó la noticia hasta después del partido. Llevaba el rendimiento físico de sus jugadores hasta el límite y más allá, y supervisaba a los médicos del club presionándolos constantemente en la recuperación de los jugadores.

     Cuando el Inter jugaba de visitante en los torneos internacionales, HH hacía que el club reservara todas las habitaciones del hotel donde se hospedarían. No había nadie en el hotel excepto los jugadores y el cuerpo técnico, incluso los dirigentes del club debían hospedarse en otro hotel.

    Consciente o inconscientemente, Helenio Herrera se convirtió en una de las mayores atracciones del fútbol de su época. “La Grande Inter” (así lo bautizó la historia) superó a los grandes equipos de la época: Real Madrid, Benfica, Milan, Liverpool, Independiente y muchos otros cayeron ante el Inter imbatible, un equipo que ganó dos Copas de Europa y dos Copas Intercontinentales en forma consecutiva, introdujo un estilo e inauguró una época en la historia del fútbol moderno.

      En el transcurso de los años, cada vez son más los entrenadores con perfiles obsesivos, perfeccionistas y hasta despiadados; hoy nadie se sorprendería con la aplicación de estos métodos. Pero hace 60 años, lo único que evitaba el escándalo eran los éxitos que HH obtenía con sus equipos.

     Una encuesta realizada por la famosa revista “France Football” en 2019 ubicó a Helenio Herrera como el 7mo mejor entrenador de todos los tiempos.

     Helenio Herrera falleció en Venezia en 1997.

Referencia bibliográfica: “La pirámide invertida”, de Jonathan Wilson

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