Visitantes lejanos

En “El día que paralizaron la Tierra” (“The day the Earth stood still”, Robert Wise, 1951), los alienígenas ya se tomaban la molestia de venir hasta acá para avisarles a los díscolos terrícolas que aprendieran a convivir en paz entre ellos y con el planeta ya que de lo contrario serían (seríamos, bah) destruidos (los humanos y el planeta) por representar una amenaza interplanetaria. Los visitantes tenían sus trajes y escafandras plateadas, eran como nosotros pero más serios. Parece un poco mucho que se procuparan tanto por nosotros, teniendo en cuenta que somos un grano de arena en el océano galáctico; pero bueno, si el solipsismo es moneda corriente hoy, imaginen hace más de 70 años. En 2008, Scott Derrickson dirigió una remake de aquella película, con el inexpresivo Keanu Reeves como el “mensajero alienígena” y la desconcertada científica Jennifer Connelly tratando de que no lo elimináramos nosotros a él y de que no se la agarraran con nosotros por no hacer caso a sus advertencias.

     En “La guerra de los mundos” (Byron Haskin, 1953, basada en la novela de H.G. Wells), implacables naves espaciales con tentáculos dotados de unos ojos mecánicos que todo lo veían vinieron a extinguir la especie humana. Mientras ni siquiera la bomba atómica lograba detenerlos, el bueno de Gene Barry luchaba casi en soledad para escapar de la masacre. Pero luego de haber destruido bastantes ciudades las naves empezaron a caer y a estrellarse, ya que los malignos invasores fueron destruidos por nuestros microbios, esos diminutos seres que nos molestan un poco pero a los que acá en la Tierra estamos más que acostumbrados. En 2005, el genial Steven Spielberg hizo su versión de la historia, siendo Tom Cruise el personaje principal.

     En “La invasión de los usurpadores de cuerpos” (Don Siegel, 1956) un médico descubre que en su pueblo los habitantes están siendo reemplazados (“habitados interiormente” sería la forma de describirlo) por alienígenas. Las personas ya no son las mismas, parece como que no tuvieran sentimientos. Cuando parece que todos en el pueblo se están volviendo locos, se descubren unas extrañas formaciones (como vainas) en el jardín que crecen y se transforman en cuerpos humanos de aspecto idéntico al de cada habitante del pueblo. En 1978, Philip Kaufman filmó una remake de esta película.

     Steven Spielberg filmó en 1977 “Encuentros cercanos del tercer tipo”, una gran película en la cual la teoría de la relatividad de Einstein juega un papel importante en el comienzo y en el final, ya que algunos pilotos militares desaparecidos muchos años antes son devueltos por los amigables extraterrestres mucho tiempo después –sin signos de envejecimiento en ellos–, en una especie de intercambio, ya que se llevaron varios voluntarios con ellos, vaya a saber dónde. El intercambio entre los que regresan y los que se van se efectuó en una montaña plana, luego de definir los detalles con un melodioso intercambio de sonidos. Richard Dreyfuss se anota para el viaje con los aliens, y lo feliz que se lo veía de partir hacia rumbo desconocido.

   “E.T.” (Steven Spielberg, 1982) muestra a un extraterrestre (jovencito, cabezón, de brazos larguísimos, piernas cortísimas y ojos saltones) que se quedó perdido en el bosque mientras su nave volvía a casa, dejándolo varado en la Tierra. El pequeño Elliott (Henry Thomas) y sus hermanos lo ayudarán a comunicarse con su planeta y a reencontrarse con su mamá-alien, que vuelve a buscarlo al mismo bosque, mientras la infaltable pandilla de humanos agresivos perseguían sin éxito a la banda de chicos que, en bicicletas voladoras, llevaban a ET al punto de encuentro. Todo muy emotivo, los alienígenas sólo querían llevarse a casa al pequeño.

     Distinta era la situación en “La cosa” (“The thing”, John Carpenter, 1982). En la Antártida, un perro llega a una base militar norteamericana perseguido a los tiros por un helicóptero desde otra base antártica, en este caso noruega. El (aparentemente) inocente y acosado can era en realidad el huésped transitorio de una entidad alienígena que se mimetizaba en los cuerpos a los que invadía, como una especie de parásito destructor. En fin, la cuestión es que esta “cosa” liquidó a todos en la base (en la que ya no se sabía quién estaba invadido por “la cosa” y quién no), a pesar de los esfuerzos de MacReady (Kurt Russell) por detenerla. En 2011, Matthijs van Heijningen jr. dirigió un film del mismo nombre pero que parece ser la precuela de la histora, ya que comienza con el hallazgo bajo los hielos polares de una nave extraterrestre. Rescatado de su habitáculo el cadáver congelado de un alienígena, el mismo es trasladado a una base científica noruega, y los problemas (las muertes, bah) no tardarán en aparecer.

     La miniserie “V, invasión extraterrestre” (1983) desarrolla una trama en la cual unos extraterrestres con apariencia humana llegan a la Tierra desde el cuarto planeta de la estrella Sirio en una flota de 50 naves que aterrizan sobre las principales ciudades del mundo. Parecen ser amigables y buscan la ayuda de los humanos para obtener ciertos productos químicos que necesitan en su propio planeta. A cambio, prometen compartir su avanzada tecnología con nuestra gente. Los gobiernos del mundo aceptan y los extraterrestres ganan una gran influencia en las más altas esferas de poder del mundo. Sin embargo, los visitantes eran en realidad reptiloides que buscaban invadir la Tierra para asentarse en ella definitivamente.

     En “Cocoon” (Ron Howard, 1985), unos ancianos se bañan en una piscina en la que hay sumergidos unos capullos dejados ahí por unos extraterrestres. La salud y la energía de los ancianos mejora notablemente debido a la influencia vigorizante y sanadora de los capullos, y cuando los extraterrestres vuelven a buscarlos, los ancianos les piden a los visitantes que los lleven también con ellos. Hay segunda parte y remakes de esta historia.

     En “Hombre mirando al sudeste” (Eliseo Subiela, 1986) un paciente de un instituto psiquiátrico dice ser un visitante del espacio y todo parece indicar que así es, hasta que el misterioso sujeto desaparece. “K-Pax” (Iain Softley, 2001) es la versión norteamericana de la misma historia; el nombre de la película es el nombre del planeta del cual dice ser oriundo el misterioso paciente, bien personificado por Kevin Spacey y su expresión de sereno cinismo.

    

En “Critters” (Stephen Herek, 1986), un grupo de criaturas tan pequeñas como feroces llegan a la Tierra escapando de una prisión alienígena. Aterrizan cerca de un pequeño pueblo rural, los persiguen dos cazadores de recompensas mutantes y hacen todo el daño que pueden a su paso.

     “Depredador” (John Mc Tiernan, 1987) muestra a un extraterrestre que llega a la Tierra y enfrenta en la selva de Guatemala a un grupo comando norteamericano. La criatura alienígena es poderosa, puede hacerse invisible y es una especie de cazador, una infalible máquina de matar. No parece clara la razón de su llegada a la Tierra, pero las secuelas no se hicieron esperar: ya en “Depredador 2” (Stephen Hopkins, 1990), una criatura similar acechaba a los habitantes de Los Angeles.

    En “Mi novia es un extraterrestre” (Richard Benjamin, 1988) un científico obsesionado con la vida en otros planetas envía una señal al espacio que es recibida en un extraño planeta en vías de extinción. Desde allí, con intención de obtener información sobre la Tierra, envían a una extraterrestre (Kim Basinger) que se hace pasar por una holandesa; el científico se enamora de ella y empiezan los problemas.

     En  “Están vivos” (“They live”, John Carpenter, 1988) un obrero encuentra un par de anteojos con los cuales observa las cosas “tal como son”; entre otras cosas, descubre que muchas personas de apariencia común y corriente son en reralidad extraterrestres ya instalados cómodamente entre nosotros.

     “Abismo” (“The Abyss”, James Cameron, 1989) comienza con el hundimiento de un submarino nuclear estadounidense que choca con un objeto no identificado y queda destruido en el fondo del mar. La marina decide enviar una nave con marines al lugar del hundimiento para recuperar o destruir toda la información secreta y rescatar ojivas nucleares. Pero resulta que ahí, en el fondo del mar, hay una gigantesca nave extraterrestre. Y la llegada de los agresivos humanos a sus hasta entonces tranquilas profundidades genera un incordio que se teñirá de dramatismo encuadrado en cuestiones filosóficas.

     “Coneheads” (Steve Barron, 1993) es una comedia en la que se relatan las aventuras de una familia extraterrestre cuya nave, como parte de una misión avanzada de exploración, es derribada por un avión de la Fuerza Aérea norteamericana. La familia extraterrestre (de cabezas en forma de cono) queda varada en la Tierra, trata de insertarse en la sociedad estadounidense y de alcanzar el “sueño americano”.

     En “Especies” (Roger Donaldson, 1995), un laboratorio que investiga la existencia de vida extraterrestre recibe un mensaje codificado en el que se detalla una estructura de ADN alienígena junto con instrucciones sobre cómo empalmarla con ADN humano. El experimento se lleva a cabo y el resultado es una niña, Sil, que crece y se transforma en hermosa mujer. Tratan de eliminarla con venenos tóxicos, pero Sil es resistente y, por supuesto, escapa. Y transformada en una depredadora que busca encontrar humanos para reproducirse, cosa que, por supuesto, logra fácilmente. Una bizarra banda de científicos y militares del gobierno la persigue mientras la hermosa alienígena hace estragos por ahí. Hay una segunda parte de la historia, por supuesto también.

  En “Día de la Independencia” (Roland Emmerich, 1996) los extraterrestres llegan en manada y organizados. Vienen con afán destructivo: enormes naves destruyen ciudades enteras desde el cielo y la desesperación invade a los terrícolas. Un piloto (Will Smith), un matemático (Jeff Goldblum) y el presidente norteamericano (Bill Pullman) se enfrascan en una cruzada para destruir la nave madre y salvan al planeta. En 2016, el mismo Roland Emmerich dirigió la segunda parte, “Independence Day: Resurgence”.

     Tan malos como los anteriores eran los marcianos de “Marte ataca” (“Mars attack”, Tim Burton, 1996), pequeños hombrecitos verdes, cabezones y de ojos saltones que fulminaban con sus armas en un soplido a cualquier humano que se les cruzara. Pero los marcianos tienen un punto débil que terminará siendo fatal: su cerebro explota cuando suena la canción “Llamada de amor indio”. Cuando se dan cuenta de eso, los humanos ponen esa canción en todos lados y listo, chau marcianos.

     “Hombres de negro” (“Men in black”, Barry Sonnenfeld, 1997) nos muestra que en realidad hay alienígenas (muchos, eh) conviviendo con los humanos en la Tierra desde hace mucho tiempo. Los extraterrestres, cuyo aspecto real es de lo más variado (desde insectos hasta masas deformes, pasando por políticos más que conocidos) viven en secreto en la Tierra disfrazándose como humanos, sobre todo en New York. Los Hombres de Negro (Tommy Lee Jones, Will Smith y compañía) son una agencia secreta que vigila a estos extraterrestres, protege a la Tierra de las amenazas intergalácticas y utiliza neuralizadores que borran la memoria para mantener en secreto la actividad extraterrestre. Hay “Hombres de Negro” 2 y 3, también.

     “Señales” (M. Night Shyamalan, 2002) muestra la llegada cautelosa de extraterrestres a la Tierra, pero no todos se percatan de ello. Extraños dibujos en los campos de cultivo y otras yerbas parecen evidenciar que ya están aquí, y de hecho lo estaban (en todo el filme apenas se ve una figura extraterrestre por un instante) pero tuvieron que irse porque resultó que eran alérgicos… al agua (que, como todos sabemos, forma las tres cuartas partes de nuestro planeta). Mal cálculo previo, amigos invasores.

     En “Transformers” (Michael Bay, 2007), autobots y decepticons (extraños extraterrestres mecánicos) continúan en la Tierra una pelea que empezó en su planeta original, Cybertron. Como cada vez que hay pelea, los humanos se involucran y se produce una espiral de destrucción y batallas. Muchísimas secuelas no hicieron más que aumentar la sofisticación del desquicio.

     “Super 8” (J.J. Abrams, 2008) es una muy buena película en la que hay un extraterrestre varado en un pueblo rural debido a que su nave está averiada. El alien está en una especie de cueva, el ejército lo detecta y va con toda su parafernalia hacia el pueblo, cuyos habitantes no saben nada (salvo unos niños que filmaban una película y casualmente son testigos de un extraño incidente). Los artículos electrónicos se vuelven locos (el alienígena necesita energía para recargar su vehículo espacial, parece), las comunicaciones se interrumpen y el extraterrestre termina secuestrando a varios, pero al final logra reparar su nave y se vuelve al espacio.

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     En “Sector 9” (“District 9”, Neill Blomkamp, 2009), los extraterrestres (unos tipos altos de aspecto similar a insectos erectos) conviven en forma relativamente pacífica (bueno, no tanto) con los humanos, pero confinados en un ghetto en Johannesburg. Los delitos y las peleas son frecuentes, y la alegoría a la discriminación es evidente.

     En “Invasión a la Tierra” (“Battle: LA”, Johnathan Liebesman, 2011), un escuadrón de la marina norteamericana busca defender a la población de una invasión extraterrestre global. En “Attack the block” (Joe Cornish, 2011) la invasión parece más modesta, ya que unos alienígenes atacan un edificio en Londres.

    

Paul” (Greg Mottola, 2011) es una divertida película en la que dos amigos nerds ingleses (Simon Pegg y Nick Frost) que van a una convención de comics en EEUU deciden pasar por el Área 51 y se topan con Paul, un extraterrestre bastante pícaro y desenfadado que huye del gobierno que lo persigue y sólo quiere volver a su casa. Los nerds empatizan enseguida con Paul y se ven envueltos en una aventura bastante insólita a través del desierto para poner a salvo al nuevo compinche extraterrestre.  

     “Cowboys and aliens” (Jon Favreau, 2012) es un engendro en el que naves alienígenas atacan un pueblo en el lejano oeste americano en el que a su vez todos se pelean con todos. Harrison Ford y Daniel Craig participan de este bodrio indefendible.

   En “Battleship” (Peter Berg, 2012) una flota de la marina norteamericana se enfrenta a los extraterrestres en pleno océano. Las naves alienígenas no perecen muy hábiles en las maniobras navales, ya que un joven oficial (Taylor Kitsch) los enfrenta y derrota con una estrategia lógica pero básica.

     En “Under the skin” (Jonathan Glazer, 2013), una alienígena de aspecto humano (Scarlett Johansson) seduce a sus víctimas masculinas aisladas y las aniquila.

     En “La llegada” (“Arrival”, Denis Villeneuve, 2016), lingüistas y científicos (Amy Adams y Jeremy Reiner) son convocados para tratar de comunicarse con los miembros de una nave extraterrestre enorme que acaba de llegar.

     En “La quinta ola” (Jonathan Blakeson, 2016) los alienígenas ya han llegado a la Tierra cuatro veces, la han arrasado y están buscando destruirla por completo en su quinta visita.

     “Calle Cloverfield 10” (Dan Trachtenberg, 2016) comienza como una película claustrofóbica en la que una joven (Mary Elizabeth Winstead) es secuestrada en un bunker por un hombre obsesionado con una invasión extraterrestre (John Goodman). La joven logra escapar y comprueba que la invasión era cierta y que los extraterrestres sobrevuelan la Tierra en sus naves.

     “Un lugar tranquilo” (“A quiet place”, John Krasinski, 2018) nos presenta, en un entorno apocalíptico, a una familia (Emily Blunt, John Krasinski e hijos) aparentemente sola y aislada que debe vivir en silencio ya que cualquier ruido dispara la presencia inmediata de alienígenas asesinos y destructores.

     Más allá del cine, en la televisión, series como “Mi marciano favorito” (1963), “Los invasores” (1967), “Mork y Mindy” (1978) y “Alf” (1986), han expuesto la convivencia entre los extraterrestres y los humanos.

     El denominador común de estas historias muestra dos situaciones: en una de ellas, los extraterrestres buscan atacar el planeta Tierra, ya sea  invadiéndolo o exterminando a la especie humana, para ocuparlo ellos posteriormente; en la segunda, los extraterrestres conviven con los humanos. En este último caso, los llegados del espacio suelen estar ocultos o disfrazados de humanos y son despreciados, discriminados o perseguidos. En resumen: la convivencia entre extraterrestres y terrícolas no parece ser la opción más natural. Al menos en las películas.

   Más allá de las diferentes circunstancias que hayan hecho a los alejados vecinos del universo decidirse por acercarse a nuestro planeta, la pregunta inevitable es “para qué”. Habiendo tantos (pero tantos) lugares en el universo en los que no hay humanos…

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