La suerte póstuma del magnicida

“Siempre es así con los tiranos”, exclamó el actor John Wilkes Booth después de asesinar al presidente Lincoln y arrojarse al escenario donde pronunció estas palabras, las últimas que dijo sobre las tablas… o, mejor dicho, lo que suponemos que fue el gran final de su existencia porque, según algunas versiones, Booth no fue atrapado por las fuerzas del orden, ni murió en Port Royal, Virginia, como afirma la historia oficial.

Según la versión canónica (y la más probable ) el cadáver de Booth fue conducido a Washington y enterrado en la vieja penitenciaría. Dos años después fue exhumado y enterrado en la prisión de Warehouse.

En 1869, a pedido de su familia, el cuerpo fue, una vez más, trasladado al cementerio de Green Mount, en Baltimore, donde se lo sometió a un examen forense. Entonces la identidad del magnicidas fue confirmada por su odontólogo.

Todo hubiese concluido en esa oportunidad, si no fuera porque en 1870, un abogado llamado Finis Bates (abuelo de la actriz Susan Bates) fue convocado por un tal John St. Helen a su lecho de muerte. St. Helen, creyendo que estaba por cruzar la laguna Estigia y debía dejar consignada su verdadera identidad, le confesó a Bates que él era John Wilkes Booth. 

Obviamente, Bates quedó conmocionado por esta noticia, pero resultó que el tal St. Helen (o Booth) esquivó a las Parcas, se recuperó y desapareció de los lugares que solía frecuentar. Bates no pudo olvidar el asunto y cuando en 1903 llegó a sus oídos que un señor llamado David E. George, en su lecho de muerte, también había confesado ser el asesino de Lincoln, no dudó en dirigirse a Oklahoma, donde había fenecido el tal George, para constatar su identidad. Allí descubrió que St. Helen era David George y por lo tanto, ambos eran John Wilkes Booth, el actor que había elegido las palabras de Brutus, el asesino del César según la versión de Shakespeare, para justificar el magnicidio.

Como nadie había reclamado el cadáver, Bates lo hizo embalsamar y se lo llevó a su casa de Memphis donde lo alojó, mientras preparaba un libro sobre la trama secreta del asesinato de Lincoln que incluía los nombres de los miembros del gabinete del presidente que habían instigando al magnicidio. También contaba sobre el  salvoconducto para evitar el castigo y como lo habían reemplazado por un tal Ursi, quien llevaba los documentos del actor cuando fue alcanzado por una bala de las autoridades…. 

Perseguido, burlado y en la bancarrota

Para promocionar su libro, el Sr. Bates decidió exhibir la momia de Booth en distintos circos relatando su versión de los hechos. El libro, “Escape y muerte de John Wilkes Booth”, no tuvo el éxito esperado y Bates falleció perseguido, burlado y en la bancarrota.

En 1930, una sobrina nieta del actor, publicó un libro llamado “Un acto de locura” en el que cuenta que miembros de su familia habían tenido contacto con el actor aún después de su supuesta muerte.

A todo esto, la momia de Booth (o quien fuera) fue adquirida por John Harbin quien la exhibió en distintos circos hasta 1942. Después de ese año se pierde el rastro del cadáver. 

Por su lado, la familia de Booth persiste en su versión que el que está enterrado en Green Mount no es su pariente. En 1994 pidieron a la Justicia la identificación definitiva con el ADN del cadáver del magnicida. Resulta que, como la tumba del actor no fue identificada para evitar profanaciones, nadie sabe exactamente dónde está enterrado el supuesto John Booth y el juez no dio lugar al pedido de exhumación para no perturbar el descanso eterno de otros difuntos que no merecen ser molestados para identificar, más de un siglo después, al supuesto asesino del presidente Lincoln.

La muerte no siempre es el final de la historia y suele ser el comienzo de muchas versiones que no siempre son fidedignas ni creíbles ...pero suelen ser muy curiosas y más divertidas que la versión oficial.

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