Firmemos acá… y después vemos (Parte I)

   Muy lindo todo, pero en la cancha el respeto a los tratados internacionales termina dependiendo de las circunstancias políticas y de los vaivenes de ambición o estrategia de los que ostentan el poder de turno.

    Desde el Imperio mongol de Gengis Kan hasta las Declaraciones del Consejo de Seguridad de la ONU, desde Alejandro de Macedonia hasta los tratados durante la Guerra Fría, pasando por Roma, las aventuras napoleónicas o los pactos previos a la Segunda Guerra Mundial, la firma o la palabra empeñada han demostrado tener muy poco valor.

     La cantidad de Pactos, Acuerdos, Protocolos y Declaraciones que han sido vulnerados, incumplidos, rotos o desconocidos es tan elevada a lo largo de la historia que es imposible de enumerar. Como para darnos una idea, en esta pequeñísima muestra se describirán muy resumidamente algunos de los casos más conocidos (en este caso, todos en el siglo XX) en los que “importantes” tratados, pactos o acuerdos han sido incumplidos, tirados a la basura sin miramientos y sin culpa alguna.

1912, La Liga Balcánica. Decididos a olvidar (más bien a posponer) sus enemistades, Bulgaria, Grecia, Serbia y Montenegro, todos ellos instigados por Rusia, resolvieron unirse contra el Imperio Otomano.

     Empezaron a entrelazarse los pactos: Bulgaria y Serbia firmaron un pacto en marzo, en mayo firmaron otro pacto Bulgaria y Grecia; después, también Montenegro estampó su firma. Bueno, ya estamos todos. No los unía el amor sino el espanto; más bien, el deseo de aplastar a los turcos. Todos querían detener la “otomanización” política y cultural que los turcos ejercían en los enclaves serbios, griegos, búlgaros y montenegrinos, así como en Macedonia y Albania.

  El puntapié inicial lo dio Montenegro, que atacó a los turcos en Macedonia en octubre de 1912. El resto de los países de la Liga entró en acción poco días después, y en apenas un mes la Liga Balcánica había tomado todas las posesiones europeas del Imperio otomano. Cuando terminó la guerra, en mayo de 1913, el Imperio otomano había perdido bastante territorio, Creta se había unido a Grecia y Albania declaraba su independencia del Imperio otomano.

    Pero (siempre hay un pero) los Balcanes son uno de los lugares del mundo de mecha más corta. Y resultó que Bulgaria no quedó conforme: la parte de Macedonia que quería para sí había sido reclamada también por Serbia y Grecia. Y esto llevó, en junio (o sea, apenas terminada la guerra contra los otomanos)… a una segunda guerra balcánica, pero que en este caso enfrentó a Bulgaria con los que habían sido sus aliados hasta cinco minutos antes (!!!). De hecho, Grecia y Serbia se dividían Macedonia y no estaban dispuestos a ceder nada de su territorio, así que Bulgaria, que se consideraba el líder de la coalición que había derrotado a los turcos, declaró la guerra. Rusia trató de mediar en la situación para evitar la guerra, pero no lo logró. Austria, (enemigo de Rusia), ya que estaba, instigó a Bulgaria, que atacó a sus “ex-compañeros de armas”. ¡Ah! Éramos pocos y llegó Rumania, que se unió a Grecia y Serbia en contra de Bulgaria. Y cuando hay baile todos se acercan, así que los turcos, ya que estaban, se acercaron también a combatir, junto con sus recientes enemigos, en contra de Bulgaria, que quedó sola contra todos. Las batallas se transformaron en masacres, los búlgaros pegaron la retirada, todos a casa (los que quedaban, más bien) y del pacto original ni recuerdos.

1919, Tratado de Versalles. El Tratado de Versalles impuso a las potencias perdedoras de la Primera Guerra Mundial el pago de compensaciones económicas, pérdidas territoriales y el desarme. El ascenso de Hitler al poder hizo que Alemania comenzara a incumplir el Tratado, pero la política de “apaciguamiento” de Francia y el Reino Unido hizo que este hecho no tuviese consecuencias en forma inmediata. En 1935, el fortalecimiento de Alemania comenzó a enterrar el Tratado de Versalles, que había sido creado justamente para evitar otra guerra mundial. En 1936 Hitler ocupó Renania, luego de un plebiscito en el que más del 90 % de los votantes se declararon en favor de la reintegración inmediata de la cuenca del Sarre a Alemania; ni Francia ni Gran Bretaña hicieron nada al respecto. Hitler denunció las cláusulas sobre desarme impuestas a Alemania por el Tratado, reorganizó sus Fuerzas Armadas, reimplantó el servicio militar y puso a prueba su nuevo armamento durante la guerra civil española, participando en defensa de los militares franquistas. Y finalmente en 1939, Alemania invadió Polonia y dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial.

1933, Declaración de la política de “no agresión”. Desde la introducción de la Doctrina Monroe en 1823 (“América para los americanos”), los soldados estadounidenses habían sido enviados a Latinoamérica y al Caribe para preservar (y para instalar, también) regímenes afines u obedientes a Washington. Pero en 1933, Franklin D. Roosevelt decidió cambiar eso.

    En su discurso de investidura de marzo de 1933, F. D. Roosevelt prometió desarrollar una política exterior de “no agresión”, a la que definió como de “buen vecino”, lo que significaba que EEUU ya no intervendría en el resto del continente. Ja.

    La era de la “política del buen vecino” terminó en 1945 con la Guerra Fría, porque EEUU sintió que había una mayor necesidad de proteger el hemisferio occidental de la “amenaza soviética”. Esto dio lugar a una nueva etapa de participación de EEUU en los asuntos de América latina (léase: Plan Cóndor, injerencia en gobiernos, remoción de presidentes no afines, invasiones, etc). El “buen vecino” pasó a ser “el vecino meterete”.

1934, Pacto de no agresión entre Alemania y Polonia.  En enero de 1934 Hitler firmó un Pacto de no agresión con Polonia que, según ambas partes declararon, duraría diez años. ¿Querría decir eso que diez años después podrían volver a agredirse?  Nunca lo sabremos ya que, por supuesto, Hitler no lo cumplió. Ese tratado “adormeció” a los polacos y le permitió a Hitler “garantizar la paz” mientras empezaba a recomponer las Fuerzas Armadas alemanas, comenzaba a fabricar material de guerra. Más adelante el Führer anunció que Alemania ya no seguiría haciendo los pagos reparadores a los aliados estipulados en el Tratado de Versalles.  Finalmente, Hitler invadió Polonia en 1939.

1935, Ley de Neutralidad. La primera Ley de Neutralidad fue aprobada por el Congreso norteamericano y firmada por el presidente Franklin D. Roosevelt en agosto de 1935. Su finalidad fue mantener a los Estados Unidos fuera de cualquier posible guerra en Europa. La ley prohibía el envío de material de guerra a Europa y prohibía a los ciudadanos norteamericanos viajar en barcos de bandera de países beligerantes, excepto si lo hacían asumiendo su propio riesgo (??). Se dejaba entrever el pensamiento de que la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial había sido un error, así que el Congreso buscaba aprobar leyes para tratar de evitar conflictos que derivaran en algo parecido.

    La ley tuvo varias enmiendas posteriores que agregaron otras cuestiones, como la prohibición de emitir préstamos a países beligerantes y la prohibición de inmiscuirse también en guerras civiles (se ve que se dieron cuenta de que se les había olvidado ese detalle justo cuando se desató la guerra civil española, con clientes potenciales).

  Pero claro, en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Había que aminorar los efectos de la Ley o al menos aggiornarlos convenientemente, no fuera cosa que quedaran atados de manos. Así que en noviembre de 1939 el Congreso aprobó una nueva ley, similar a la existente excepto por un detalle (un pelín significativo, digamos): la ley ya no incluía la prohibición para vender armas a las naciones beligerantes, siempre y cuando las mismas transportaran dicho armamento en sus propios barcos. ¿No es genial ese detalle? O sea, me tenés que pagar las vituallas en efectivo (“cash”) y las tenés que venir a retirar vos (“take away”), yo no hago delivery.

1938, Acuerdo de Munich. En el otoño europeo de 1938, Checoslovaquia era el epicentro de una gran crisis internacional: Adolf Hitler exigía que la estratégica región fronteriza checa del noroeste, conocida como “los Sudetes”, en la que vivían 3.000.000 de alemanes, fuera anexada al Reich. Hitler comunicaba a Gran Bretaña y Francia que estaba dispuesto a entrar en guerra si sus demandas no eran satisfechas en forma inmediata.

    Gran Bretaña y Francia evaluaron la conducta a seguir. Temían que Hitler cumpliera su amenaza si se le negaba lo que pretendía y pensaban que si se le permitía ocupar pacíficamente la región de los Sudetes podrían evitar la guerra. Winston Churchill, en cambio, no pensaba igual: sostenía que aceptar la exigencia de Hitler era algo así como “dejar entrar al lobo en el gallinero”. Neville Chamberlain, primer ministro británico, no quería exponer a Gran Bretaña a una guerra por defender la causa checoslovaca. Así, Chamberlain y el primer ministro francés Edouard Daladier se reunieron en Munich con Hitler y Mussolini, quien había persuadido al Führer de que aceptara el encuentro. La reunión en Munich duró dos días y terminaron en un Acuerdo que aceptaba casi al pie de la letra las demandas de Hitler. Checoslovaquia ni siquiera fue consultada.

   En el Acuerdo de Munich se estipulaba la inmediata ocupación alemana de los Sudetes y se exigía un referéndum para fijar las nuevas zonas susceptibles de ser anexadas por Alemania. El Führer obtenía 29.000 km cuadrados de territorio y 3.600.000 nuevos ciudadanos sin disparar un solo tiro.  Los británicos recibieron con satisfacción los resultados del acuerdo; no querían más guerras, y Checoslovaquia estaba lejos. Mientras Chamberlain sostenía haber obtenido “una paz honrosa”, Winston Churchill se lamentaba: “Francia e Inglaterra son víctimas de una catástrofe de primera magnitud”, dijo.

     El Acuerdo de Munich fue la culminación de la política conciliadora seguida por Gran Bretaña y Francia entre 1933 y 1939, que seguía el criterio de reintegrar a Alemania entre las naciones poderosas de Europa. No les fue bien con esa política: menos de un año después de firmado el Acuerdo de Munich, Hitler entraba en Checoslovaquia y desmembraba el país; en septiembre de 1939, invadía Polonia.

     Y comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

1939, Pacto Ribbentrop-Mólotov (Alemania-Rusia). El pacto  Ribbentrop-Mólotov (1939) acordaba la “no agresión” entre Alemania y URSS.

     En marzo de 1939 Hitler había ofrecido a los polacos su “protección” contra los soviéticos a cambio de la devolución de Danzig (actualmente Gdansk), separada de Alemania al final de la Primera Guerra Mundial. Pero Polonia desconfiaba tanto de Alemania como de URSS, y aceptó una oferta de defensa de Gran Bretaña. Eso enojó a Hitler (se enojaba fácil, Hitler), así que cambió su plan original de acercarse a Polonia por las buenas. Decidió que invadiría Polonia, pero entrar en conflicto por ello con la URSS. Así que revocó los tratados previos firmados con Polonia y envió a su ministro de relaciones exteriores, Joachim von Ribbentrop, a Moscú, para cubrir las dos puntas de su plan.

     Iósif Stalin, que desconfiaba de la ayuda de Occidente en caso de un ataque alemán, llegó a un acuerdo con Hitler. Como demostración de sus intenciones, Stalin destituyó a su ministro de asuntos exteriores, que era judío, y nombró como nuevo ministro a Vyacheslav Mólotov, que fue quien firmó con el ministro alemán Von Ribbentrop un pacto de no agresión mutua ante la sorpresa del mundo, que consideraba que el comunismo y el fascismo eran enemigos irreconciliables.

    El pacto tenía un protocolo secreto, y la entrada en vigencia del mismo contemplaba que, en el caso de una “transformación territorial y política” en la región, los alemanes y los soviéticos se repartirían el este de Europa. Nada más y nada menos. Y Hitler inició esa “transformación territorial” enseguida: una semana después de la firma del pacto entre Von Ribbentrop y Mólotov comenzó la Segunda Guerra Mundial con el ataque alemán a Polonia; dos semanas más tarde, las tropas soviéticas ocuparon territorios polacos. Así, la victoriosa campaña terminó con una hermandad de las unidades de la Wehrmacht alemana y el Ejército Rojo. El mencionado protocolo secreto llevó a la partición de Polonia entre Alemania y URSS; URSS obtuvo “su parte” de Polonia y pensaba utilizarla como una “zona tapón” ante una invasión alemana (se ve que mucho no confiaba en Adolf), y Alemania contaba con una “zona de plataforma de lanzamiento” para exactamente el mismo propósito: invadir URSS. Increíble: ¡firmaron un acuerdo para preparar una pelea entre ellos mismos!

      Tanto desconfiaba Stalin de Hitler que, a pesar del pacto de no agresión que acababa de firmar con él, no quiso desprotegerse. Para evitar que Alemania emprendiera una acción relámpago a través de Finlandia con la intención de llegar a Leningrado, decidió apostar soldados en la frontera entre URSS y Finlandia, y declaró a toda esa región como “zona de interés soviético”. Y por supuesto (pensaba Stalin) Hitler no se opondría a ello, ya que el pacto de no agresión estaba en vigencia. Stalin sabía que, más tarde o más temprano, Hitler atacaría a la URSS. Pero calculó que mientras Alemania estuviera inmersa en una guerra con las potencias occidentales no se atrevería a abrir un segundo frente. La guerra (y no el propio pacto) era, de alguna manera, la garantía de seguridad para Stalin.    

   Hitler, ansioso y desconfiado, también temía que Stalin golpeara primero. Y el 22 de junio de 1941, desató la operación Barbarroja: la fuerza invasora más numerosa de la historia (más de 3.200.000 soldados) comenzó su ataque a la URSS.

     La luna de miel entre Hitler y Stalin duró 22 meses.

1944, Protocolo de Londres. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, el así llamado Protocolo de Londres (firmado por EEUU, Gran Bretaña y la URSS) estableció una división en las zonas de ocupación de Berlín y sus alrededores, un territorio total de 880 km cuadrados. El protocolo establecía que el territorio de Berlín sería ocupado en forma conjunta por las Fuerzas Armadas de EEUU, Gran Bretaña y la URSS. Se declaró que dicha ocupación se realizaba “para dirigir conjuntamente la administración del territorio del Gran Berlín”, y en 1945 Francia se agregó a la “administración conjunta” de dicho territorio. Así, el llamado Gran Berlín quedó dividido en dos sectores: el occidental –ocupado por británicos, norteamericanos, y franceses– con 480 km2 de extensión y 2.200.000 habitantes, y el soviético, con 400 km2 y 1.100.000 habitantes.

   Bajo la ocupación de las cuatro potencias, Alemania evolucionó hacia dos Estados incompatibles, a imagen y semejanza de sus ocupantes: la República Federal Alemana pro-occidental y la República Democrática Alemana pro-soviética. Esa “cooperación” de las cuatro potencias en Alemania se rompió en 1948, cuando los soviéticos dispusieron unilateralmente un bloqueo a Berlín reaccionando al hecho de que las tres potencias occidentales habían decidido unir sus tres zonas propias en una única entidad económica. Temiendo la aparición de una Alemania Occidental fuerte y bajo influencia estadounidense, los soviéticos intentaron aislar a “su parte” de la ciudad de ese mundo “no comunista”. Así que adiós a la “administración conjunta”, hola al Muro de Berlín. Esta creación de dos Alemanias separadas, que nació como una medida temporal, resultó ser un legado perdurable de la Guerra Fría.

1945, Conferencia de Yalta.  Una de las últimas cuestiones acordadas  por Franklin D. Roosevelt (EEUU), Iósif Stalin (URSS) y Winston Churchill (Gran Bretaña) en Yalta fue que cada potencia podría hacer lo que quisiera en su zona de ocupación de Alemania y que el límite de Polonia se desplazaría 240 km hacia el oeste, ganando territorio alemán. Además, las tres potencias acordaron que reconstruirían Alemania sobre bases “democráticas” (el Protocolo de Londres decía lo mismo). Se ve que o el término no fue definido taxativamente o que eligieron mal a los traductores e intérpretes de la reunión, ya que en 1948 los soviéticos bloquearían Berlín y aquella decisión quedaría en la nada.

1955, Pacto de Varsovia. A finales de 1955 Europa mostraba dos bandos bien definidos; Alemania había sido admitida en la OTAN, y la ocupación de los aliados en ese país y la posibilidad de que Alemania se rearmara preocupaba mucho a la URSS; en definitiva, esta había sido atacada por Alemania durante las dos  Guerras Mundiales.

     La respuesta del Kremlin no se hizo esperar: gestionó el Pacto de Varsovia como un acuerdo de mutua defensa. Incluyó en él a Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumania, Albania y Alemania Oriental. Con el argumento de crear un “contrapeso” a la dominante OTAN de los aliados victoriosos en la guerra, el Pacto de Varsovia le permitía a Moscú tener tropas y armamento en todos esos países. El objetivo declamado del Pacto era “poder solucionar de una forma pacífica sus conflictos internos, apoyar la defensa mutua y dotarse de seguridad jurídica frente a los países de Europa Occidental”. Eso estaba puesto por escrito, pero a la URSS no le alcanzó con eso: invadió Hungría el año siguiente y  Checoslovaquia años después. Eso no estaba en los papeles, pero bueh, son detalles. La defensa mutua se transformó en el establecimiento del comunismo soviético en toda su zona de influencia.

1961, Acuerdo de Evian.  El 18 de marzo de 1962, el acuerdo de Evian selló el final de la guerra de Argelia. Sin embargo, la OAS (Organización del Ejército Secreto, una organización de extrema derecha que apoyaba que Argelia siguiera siendo francesa), que no se daba por vencida, emprendió acciones terroristas contra el FLN (Fente de Liberación Nacional argelino, que promovía la independencia de Argelia), su acérrimo rival: colocaron bombas en Argelia y en Francia, mataron a miles de civiles y atentaron contra de Gaulle. Los ataques continuaron incluso después de que el general Raoul Salan, uno de los jefes de la OAS, fuera sentenciado a cadena perpetua. Finalmente, Argelia consiguió su independencia el 3 de julio de 1962, después de 132 años de gobierno francés.

1962, Acuerdo Kruschev-Castro, URSS-Cuba. Como respuesta al fracaso de Bahía de Cochinos, EEUU puso en marcha la Operación Mangosta: un plan secreto de invasión militar a Cuba, ahora de manera directa y utilizando al ejército estadounidense. Pero los servicios de Inteligencia de la URSS detectaron el plan de invasión militar inminente y notificaron a Cuba.

     El líder soviético Nikita Khruschev le propuso entonces a Castro la instalación en Cuba de misiles de alcance medio como medida “disuasiva” contra los planes secretos (no tan secretos ya) del gobierno estadounidense. Fidel, a su vez, propuso un acuerdo militar entre Cuba y la URSS, en el que se establecía que una invasión a Cuba sería equivalente a un ataque directo a la URSS. Khruschev insistió en que la instalación de los misiles no sólo serviría para proteger a Cuba, sino también para aumentar la capacidad defensiva de todo el bloque socialista. Hasta ahí, todo bien con el Tratado. Castro aceptó, pero pidió que la decisión del traslado y la instalación de los misiles se hiciera pública; que quedara clarito que estaban armados hasta los dientes por si a los yanquis se les ocurría darse una vuelta por la isla. Pero, con el acuerdo ya en vigencia, los soviéticos se negaron a hacer público el asunto de los misiles antes de que los mismos quedaran totalmente operativos (no querían avivar giles). Y se terminó haciendo al modo soviético. Tampoco es que que Castro se ofendió mucho, eh… después de todo, la cosa era entre amigos.

1963, Declaración de “neutralidad” de Camboya. Como quien está en el peor momento en el lugar más peligroso, Camboya se vio involucrado en la guerra de Vietnam, y su participación en ella derivó en una guerra civil sangrienta que cambió toda su estructura política y social.

  En 1963, el Jefe de Estado de Camboya era el príncipe Norodom Sihanouk. Sihanouk había publicado oficialmente una Declaración de Neutralidad de Camboya en el conflicto de Vietnam. Sin embargo, casi al mismo tiempo protestó por el intervencionismo de EEUU, lo que generó recelo y desconfianza en los estadounidenses, que estaban convencidos de que la política de neutralidad de Sihanouk era falsa y que permitía el acceso a territorio camboyano al Vietcong para actividades logísticas.

     Además, Sihanouk había demostrado simpatía por el régimen de Mao Tsé Tung y había opinado que el comunismo sería inevitable en el sudeste asiático. Sin embargo, era enemigo acérrimo del movimiento de los Khmer Rojos (Jemeres Rojos), a quienes además perseguía, ya que los Khmer querían convertir a Camboya en una república, lo que significaría una pérdida de privilegios para la Familia Real camboyana, o sea para él (Sihanouk). Un clásico: Sihanouk se preocupaba por su propio pellejo.

     A pesar de su declamada “posición neutral” (que no lo era, en realidad), en 1963 el príncipe Sihanouk decidió permitir que las tropas de Hanoi (Vietnam del Norte) utilizaran territorios del este de Camboya como zona de paso hacia Vietnam del Sur. Aprovechando la puerta que les abrió Sihanouk, los norvietnamitas armaron y aprovisionaron a los Khmer rojos durante años; hacia fines de la década del ’60 los Khmer y los norvietnamitas controlaban la frontera con Vietnam.

     Ante el malestar de la opinión pública, Sihanouk intentó reducir la presencia norvietnamita, pero fracasó rotundamente; ya se le había ido de las manos la situación. Su política ambigua lo debilitó políticamente y en marzo de 1967, estando Sihanouk de visita oficial en China, el general Lon Nol dio un golpe de Estado que lo derrocó. Este golpe fue el origen de la guerra civil camboyana.

Continuará…

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