Nuestros paisanos, los indios…

Nuestros paisanos, los indios…

Esta frase la haría célebre el general San Martín cuando convocó a la lucha contra los realistas de todas las formas posibles  “y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos, los indios”. Concluía su alusión con un “seamos libres y lo demás no importa nada”. En ese entonces el gran capitán tenía trato con un tal Francisco Inlikang, un jefe pewenche, con la intención de organizar un alzamiento indígena en Chile para distraer la atención de los españoles.

No era este el primer acercamiento de los aborígenes con la gesta patria, ya que en el documento firmado el 25 de mayo de 1810 por más de cien vecinos, contaba con la rubrica de dos caciques.

Los aborígenes venían colaborando con las autoridades del virreinato desde antes de las invasiones inglesas. Algunos indios cumplían algo así como un “servicio militar” en el cuerpo de pardos y morenos.

Siguiendo las ideas igualitarias de los revolucionarios franceses, que guiaban a algunos próceres de Mayo, el 8 de junio, la Primera Junta convocó a varios oficiales indígenas incorporados al ejército para escuchar la orden del día .En ella , el secretario Mariano Moreno disponía de su igualdad jurídica, sin diferencia alguna, con el mismo  derecho a los ascensos que los criollos .

Viene al caso la presencia de Mariano Moreno en este acto porque había obtenido su doctorado en Chuquisaca con una tesis sobre el servicio personal de los aborígenes y una vigorosa denuncia sobre los maltratos que recibían. Uno de los docentes que conoció en dicha casa de altos estudios era el fiscal de la Real Audiencia de Charcas, Victorián de Villalba, un ferviente defensor de los pueblos nativos. Vale destacar que cuando Moreno realizaba sus estudios en el Alto Perú, todos tenían presente aún la insurrección de Túpac Amaru, y su terrible represión.

Otra persona imbuida del espíritu de los pensadores franceses fue Manuel Belgrano quien debió legislar sobre las comunidades jesuíticas y sus habitantes guaraníes, estableciendo también principios de libertad e igualdad. Cabe destacar que fue don Manuel quien propuso que un descendiente de Túpac Amarú fuese coronado rey de estas tierras. La idea fue rechazada por otros diputados que se resistían a tener “un choclo” como monarca. “¿Qué casa europea pensará en casarse con un indio?” comentó con un dejo de ironía el Dr. Manuel García.

 Castelli, como representante de la Primera Junta en el Ejército del Norte, al cumplirse el primer año de la Revolución de Mayo tributó un homenaje a los incas, tanto en castellano como en quechua y aymara (los idiomas en los que fue redactada nuestra acta de independencia), y  declaró que “el indio es un ciudadano y se encuentra bajo la protección de las leyes”. Este acto tuvo lugar en las ruinas de Tiwanaku, Bolivia .

En tiempos del Triunvirato, Feliciano Chiclana (el primer auditor de los ejércitos de la patria que tiene un monumento pendiente desde hace varias décadas) recibió al cacique pewenche Quintelau y su comitiva, con un discurso donde los trata de “amigos, compatriotas y hermanos”.

Ya en 1811 la Junta dictaminó la supresión del tributo dispuestos en tiempo de la colonia y también los declaró “nuestros hermanos ya que eran ciertamente los hijos primogénitos de América”.

También en 1810, se le encomendó al coronel Pedro García una expedición a las Salinas Grandes, que tenía como fin la búsqueda de tribus aliadas para tranquilizar la frontera. El coronel García, con el tiempo, se convirtió en uno de los pocos interlocutores válidos de las tribus pampeanas.

La Asamblea de 1813 continuó con estas proclamaciones y decretó la abolición de la mita, la encomiendo, el yanaconazgo y todo servicio personal.

Este alineamiento con algunas tribus indígenas fue continuada por Francisco Ramos Mejía, Manuel Dorrego, José Artigas (y su vínculo con los charrúas), Martín de Güemes y hasta el mismo Rosas.

Sin embargo y, a pesar de las proclamas, el vínculo de confianza no llegó a establecerse, las revueltas y los malones se sucedieron (aunque a veces hayan sido promovidas por personajes como Miguel Carreras) y al final, ni los criollos ni los indios pudieron arribar a una convivencia pacifica.

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