José Gaspar Rodríguez de Francia: La bipolaridad al poder

Al grito de ¡Chaque Caraí! (Ahí viene el jefe) hombres, mujeres y niños huían a esconderse al paso de este personaje envuelto en una capa negra con tricornio del mismo color, calzado con botas de charol y espuelas de oro montado un espléndido animal por las solitarias calles de la villa. Ojos de miedo lo avistaban tras las puertas apenas entreabiertas para vislumbrar, entre las sombras de su ropaje, el rostro demacrado de Karaí-Guasú –el gran señor–, nombre guaraní del Dr. José Gaspar García Rodríguez de Francia y Velasco, el dictador que rigió los destinos del Paraguay a lo largo de décadas.

El nombre  José venía por la familia de su padre, un colono de origen portugués que decía tener ascendencia francesa, y lo de Gaspar por haber nacido un día del Reyes de 1776. Su madre era una criolla ligada con las familias de la burguesía local, los Velasco, los Yegros y Ledesma, parientes que en su momento y ante rumores de una conspiración, el Dr. Francia no tuvo pruritos de apresar y ajusticiar para mantener su poder omnímodo.

Desde 1809, ante la invasión de Napoleón de la península ibérica, el Dr. Rodríguez Francia propuso la independencia de España “guiada por dos reyes corruptos … cobarde el padre y apocado el hijo… débiles de espíritu y desleal corazón”. A su criterio, Paraguay no necesitaba reyes ni la injerencia de Lima, ni Brasil y menos aún la de los porteños que habían sido derrotados categóricamente en Paraguarí y Tacuarí, en 1811.

Manuel Anastasio Cabañas, el artificie de la victoria, permitió que los derrotados abandonasen el territorio paraguayo para evitar “la efusión de sangre entre hermanos, parientes y paisanos”. Francia criticó duramente la magnanimidad del jefe paraguayo.

Cabañas prefirió el silencio y se recluyó en su hacienda donde, años más tarde, dió cobijó a José Gervasio Artigas. Nada hizo Francia hasta la muerte de Cabañas en 1833, entonces lo  declaró traidor a la patria y confiscó todos sus bienes.

En 1811, Francia y Zeballos fueron nombrados cogobernadores del Paraguay donde declaran reconocer como soberano “al desgraciado de Fernando VII”, aun cautivo de los franceses, y rechazar la sumisión al gobierno de Buenos Aires con quien habría de  confederarse “sobre la base de igualdad” (no todas las provincias aceptaban el papel adoptado por la ciudad porteña como “hermana mayor”).

A continuación Velasco –quien hasta entonces había conducido la revolución– fue apresado. Eliminando de a uno a los opositores a sus proyectos, José Gaspar Rodríguez de Francia se hizo del poder autocrático, nombrado como dictador a perpetuidad el 30 de mayo de 1816.

¿Cómo fue que  este abogado y doctor en teología, misántropo y de frágil salud, se convirtió  en el hombre fuerte del Paraguay?

Por un lado, actuó impiadosamente con sus opositores pero esa “rigidez” impidió al Paraguay caer en el desgarramiento de las guerras civiles que desmembraron a las naciones hermanas, permitiendo un moderado pero constante progreso, favoreciendo la educación entre sus súbditos y la distribución de tierras improductivas. En este gesto, algunos quieren ver similitudes con un marxismo primitivo, aunque haya sido solo la continuación de las prácticas jesuíticas y hasta de los comuneros castellanos –muchos de ellos afincados en Asunción–. Rodríguez Francia sentó las bases de una singular sociedad sin latifundios ni muchos terratenientes con fuerte presencia del Estado que, en este caso –a similitud de Luis XIV–, era el mismo Francia.

Eliminada la Legislatura, convertido en dictador ad aeternitas,  formó un poderoso ejército para defenderse de las pretensiones expansionistas de las naciones vecinas.

Perseguido por una disentería crónica y una enfermedad respiratoria (¿asma?, ¿tuberculosis?) había días en los que apenas “podía sostenerse en pie”, no solo por sus achaques sino por el poco alimento que ingería.

Es probable que este cuadro lo haya empujado a tener reacciones paranoides, como estos paseos  solitarios  por las calles de Asunción, o deshacerse de sus adversarios, u obligar a casamientos entre españoles y nativas para aumentar el mestizaje, o impedirle salir del Paraguay al Dr. Bonpland, a pesar de los reclamos internacionales y hasta la amenaza de invasión que hizo el mismo Bolívar …

Fueron dos médicos suizos, Johann Rudolf Rengger y Marcelino Longchamps, los que iniciaron una literatura tendenciosa para describir lo actuado por el dictador a lo largo de 26 años que dirigió los destinos de los guaraníes. Cuando en 1825 se vieron implicados en una conspiración contra el Dr. Francia –que parecía tener oídos en los lugares más recónditos del país–, los suizos se vieron obligados a huir precipitadamente de esta nación gobernada por el “lúgubre Dr. Francia”.

El Dr. José María Ramos Mejía incluye a este personaje  en su galería de psicopatología, La neurosis de los hombres célebres, donde abunda en la pésima relación de José Gaspar con su padre y  su defectuosa educación (que llama “vagar del entendimiento”) mientras visitó los claustros de la universidad de Córdoba. En esta ciudad fue donde se percibieron los primeros síntomas  de lo que Ramos Mejía señala como melancolía y una actitud paranoide “de siempre estar al acecho” con una tendencia “tenebrosa y desconfiaba”. Sus compañeros lo llamaban “gato negro, por las uñas agudas de este teólogo que en una contienda hirió gravemente a su condiscípulo” en una reyerta entre estudiantes. Así era Rodríguez Francia, hombre impulsivo y vindicativo. “Su notoria templanza y castidad bravía” levantaron su nombre a gran altura por el aprecio popular, pero todo esto que atribuían a su voluntad eran expresiones genuinas de su bipolaridad.

Atravesaba periodos de apatía con otros de ardua actividad que alternaba con impulsos de generosidad y brotes de agresividad “glacial” que lo empujaban al homicidio frío y calculado de sus adversarios.

Con la única persona que había mostrado apego era su hermana, confidente y asistente que lo acompañó hasta en sus momentos finales cuando al otrora omnipotente  Dr. Rodríguez Francia, le fallaba la memoria o deliraba en soledad. Efectivamente, el Dr. Estigarribia, su médico tratante, fue testigo de sus soliloquios cuando condenaba a adversarios que solo existían en su mente porque a muchos de ellos ya los había eliminado. A pesar de su deterioro evidente, siguió gobernando con mano dura .

Falleció el Dr. Francia a causa de una apoplejía y a pesar de haber sido enterrado con importantes celebraciones en la catedral de Asunción, como consta en el libro de inhumaciones de dicho templo, sus restos no se saben donde han ido a parar por desorden, por precaución o por una secreta venganza póstuma …

Entre sus súbditos agradecidos se recitaban estas coplas que recordaban la gesta del Supremo paraguayo:

Hoy la mano del Creador

como absoluto en obrar

decretó a nuestro pesar

la muerte del Dictador…

Él nos ha dado la  gloria

de hacernos hoy respetar.

Llorémosle sin cesar

ciñamos un negro velo

Ya que tan severo el cielo

decretó a nuestro pesar

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