Las frases-cliché del fútbol argentino

     Jugadores, entrenadores (aunque todo el mundo futbolero se empeña en llamarlos “técnicos”, término absolutamente impropio), dirigentes, periodistas e hinchas comparten y aceptan tácitamente estas expresiones como casi sagradas, y la permanencia de las mismas a lo largo del tiempo las ha consagrado como verdades sin discusión. Veamos varias de las frases-cliché más escuchadas en nuestro fútbol para comprobarlo.

     “Para ser campeón hay que ganarles a todos”. El concepto es falso ya que, si se trata de un torneo por eliminación, sólo hay que ganarles a los rivales que toque enfrentar en la llave o en el recorrido hasta la final; y si el torneo es “todos contra todos”, se trata de ganar más puntos que los demás, lo que de ninguna manera implica tener que vencer a todos los rivales. Esta remanida frase es utilizada habitualmemte en declaraciones “políticamente correctas”, para evitar opinar sobre el temor o preferencia por enfrentar a tal o cual rival, dejando entrever que todos son exactamente igual de difíciles (lo que también es falso). Lo que es curioso es cómo se esfuerzan los futboleros en ser “políticamente correctos” en sus palabras, mientras que en sus actos utilizan y justifican todas las artimañas y trampas posibles, sin pudor alguno, para lograr sus objetivos.

     “No nos fijamos en el juego del rival, nos fijamos en nosotros”. En esta frase, la ignorancia es defendida como bandera y hasta con orgullo. La frase encierra un profundo desconocimiento sobre la esencia de la táctica y la estrategia deportiva, que se basa en el análisis de las fortalezas y debilidades propias pero también de los puntos fuertes y débiles del rival. La evaluación racional de estos ítems lleva a detectar las posibilidades propias y las amenazas ante el potencial del rival. Esto es lógico y sabido. En el fútbol competitivo serio (en todos los deportes competitivos, en realidad) esto es común, ni siquiera es necesario plantearlo.

     “El 2-0 es el peor resultado”. Una desafortunada frase instalada por un famoso entrenador, que ni siquiera quiere decir lo que dice. De acuerdo a este enunciado, parecería que por alguna razón es mejor mantener un 0-0, o incluso ir perdiendo, que ir ganando por dos goles de diferencia. Ridículo.

  “Los penales son cuestión de suerte” o “los penales son una lotería”. Absolutamente falso. Cada vez se atajan más penales en situaciones definitorias, cada vez se desvían más penales. Hay miembros de los staff de entrenadores que estudian a los arqueros y a los pateadores rivales y hay muchos trabajos efectuados sobre los porcentajes de efectividad, sus causas y todos los elementos que intervienen para mejorar la ejecución de penales. Es increíble que aún hoy se sostenga esa frase.

  “En los primeros cinco minutos podés pegar tanquilo, porque no te amonestan.” Aquí interviene el otro gran patrocinante de las frases-cliché futboleras: la avivada, el desprecio por el juego limpio, la trampa no evidente, las incorrecciones consensuadas, que ocurren tantas veces que ya se han dado por aceptadas. Hoy cualquier entrenador, jugador o hincha se siente perjudicado si un jugador de su equipo es expulsado en los primeros minutos de un partido (ya ni siquiera se toma en cuenta si la expulsión es merecida o no); esto evidencia la aceptación “de hecho” de un reglamento diferente para los primeros minutos en relación al reglamento para el resto del partido.

     “Hay que seguir trabajando para ir corrigiendo cosas.” En este caso se trata de una declaración de principios… falsa, ya que lo más probable es que esas “cosas a corregir” sigan estando presentes en los partidos siguientes. El equipo jugará más o menos igual durante todo el torneo, probablemente. Porque la verdad es que mucho no “trabajan”, mucho no modifican. Y, ya que hay que “corregir errores”, tampoco aumentan ni la duración de los entrenamientos ni las charlas tácticas o estratégicas con videoanálisis o material escrito, ya que todo eso a los jugadores los aburre, no prestan atención y se genera un mal ambiente con el entrenador, que lo que menos quiere habitualmente es tener jugadores fastidiosos.

     “La ‘ley del ex’ siempre se cumple.” Parcialmente falsa, esta frase es utilizada (mayormente por periodistas, siempre cómplices en la jerga futbolera) cada vez que un jugador le hace un gol a un equipo en el que había jugado antes. Pero cuando eso no ocurre (o sea, la enorme mayoría de las veces), nunca se señala que “la ley del ex no se cumplió”.

     “Corner mal pateado es gol del rival”. De manera similar a la frase anterior, esta frase hace hincapié en los goles de contraataque inmediatos a un corner fallido. Como en el ejemplo anterior, nadie dice nada cuando después de un corner mal pateado (que son la mayoría, hay que decirlo) el rival no marca un gol. Tampoco agregan que el “corner mal pateado” no es la única causa de un gol de contraataque, sino que lo es una defensa que queda mal parada o desequilibrada, lo que implica no prever una situación que suele darse muchas veces en un partido.

     “Si los dos equipos se quejan del árbitro quiere decir que dirigió bien”. Extraña frase que implica dar por aceptadas las protestas contra el árbitro, calibrando su actuación de acuerdo a quién se queja más.

     “Si te expulsan, llevate a uno de ellos”. Frase artera, emblema del juego sucio. Ahora le dicen “picardía”, pero implica admitir que es aceptable provocar o agredir a un rival para que el mismo reaccione y sea expulsado también, emparejando las cosas.

     “Dos cabezazos en el área es gol”. Otra frase falsa, como la de los corners, que se repite cada vez que eso ocurre y se calla las muchas más veces que no ocurre.

     “Los goles que se pierden en el arco de enfrente se terminan sufriendo en el arco propio”. Frase falsa. Eso sí: cuando se da esa situación, se recalca especialmente. La mayoría de las veces, sin embargo, lo que termina ocurriendo es que el equipo que se pierde muchos goles termina ganando por menos goles de diferencia de los que quizá merecía.

     “En una final, eso no se cobra”. Frase falsa y artera, que da por sobreentendio que en una final debería jugarse con un reglamento diferente al que debe utilizarse en los demás partidos. Impresentable.

     “La hinchada no juega, en la cancha somos once contra once”. Frase cierta en la teoría, aunque más que discutible en la práctica. Todos los equipos tienen mejor estadística jugando de local que de visitante. Muchos equipos (la mayoría) juegan con planteos diferentes en cancha propia que en cancha ajena. Y sobran ejemplos de decisiones de árbitros “permeables” a los alaridos de las hinchadas y de jugadores que se “achican” ante el griterío de la hinchada rival en su contra y se “agrandan” ante el aliento de su propia hinchada.

    “Los árbitros son humanos y se pueden equivocar… ¡pero se equivocan siempre en contra nuestra!” Frase falsa, estúpida e injusta. Los jugadores se equivocan permanentemente: se pierden goles increíbles (y muchos, eh), regalan goles inconcebibles, etc. Y las críticas a esos errores (sobre todo a los errores de los delanteros) son mínimas, hasta inexistentes. Los jugadores, por su parte, jamás hacen autocrítica. Pero un árbitro amonesta mal a un jugador o cobra mal un offside o un penal y jamás se lo perdonarán. Lo de siempre: “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

     “En los penales, los zurdos siempre la cruzan”. Frase falsa. En todo caso, tanto los derechos como los zurdos se sienten más cómodos cruzando el disparo. Pero en el fútbol actual, esos porcentajes se emparejan.

“Si el árbitro pasa desapercibido es que dirigió bien”. Frase parcialmente cierta, aunque muchas veces lo que ocurre es que el partido no generó situaciones de trascendencia o exigencia para el árbitro, o que sus errores ocurrieron en lugares “inofensivos” de la cancha.

“Si no se puede ganar, hay que tratar de no perder”. Es más bien una expresión de deseos. Frase cierta, es una verdad de perogrullo.

“Fulanito es un jugador que está jugando por debajo de su nivel”. Frase habitualmente falsa. En el fútbol vernáculo se suele considerar o calificar el nivel de un jugador basándose en sus mejores actuaciones (peor aún, a veces basándose en “la mejor” actuación). Es así como un jugador que juega un muy buen partido cada cuatro o cinco, o que ha tenido una buena temporada sobre cinco o seis, es considerado de acuerdo a sus “partidos buenos” o su “temporada buena”, siendo minimizados los demás, que son en realidad un reflejo mucho más consistente de su nivel real. Y la verdad, como en la evaluación de todo desempeño en cualquier ámbito, es que el nivel de eficiencia o calidad de un jugador debería establecerse de acuerdo al “promedio” de sus actuaciones, y no solamente a las mejores. Los periodistas y pseudo-periodistas son los principales responsables de esta especie de “concepto aceptado”: es como que si jugaste muy bien una vez, ese es tu nivel. Ridículo.

  “Esto es fútbol; cualquiera le gana a cualquiera”. Esta frase sí es cierta. En la mayoría de los deportes, el mejor equipo o el equipo que juega mejor prevalece sobre el peor equipo o sobre el que juega peor en un porcentaje mucho más significativo que en el fútbol. Pero las reglas del fútbol (las del juego y las de los torneos) emparejan las cosas “hacia abajo”, y suelen favorecer al que tiene jugadores de menor calidad, al que juega peor o al que utiliza cualquier recurso (legal, ilegal o con “vista gorda”) para ganar. Pero aún eso no es lo peor; lo peor es que eso es elogiado como algo bueno y superador. La idea de premios y castigos en el fútbol está subvertida y eso al mundo futbolero le parece bueno, le encanta.

    “El fútbol es el deporte más lindo del mundo”. Frase falsa. O frase discutible, como se prefiera, ya que afirmar lo contrarrio sería tan falso como la frase que se analiza. Más allá de que hay cuestiones de gustos sobre las cuales no valen los juicios, el fútbol como juego, como deporte, presenta varias carencias que muchos otros deportes no tienen o ya han superado. Desde el punto de vista ético sus carencias son notorias: en el fútbol se puede especular, jugar “hacia atrás”, hacer tiempo, simular constantemente, “botonear” al rival, jugar deslealmente sin ser visto ni sancionado. Desde el punto de vista estético y emotivo, el ritmo y las situaciones emocionantes y estéticamente admirables en un partido de fútbol suelen ser menores en cantidad y en porcentaje que en otros deportes. Desde el punto de vista reglamentario, el reglamento del fútbol es anacrónico, se modifica en cuestiones secundarias e intrascendentes pero nunca hace cambios medulares que hagan el juego más atractivo; cambian coss para que nada cambie. Con VAR o sin VAR, el término “jugada de interpretación” sigue existiendo y es una enorme bolsa de gatos gracias a la cual se termina justificando cualquier cosa. En el fútbol nunca se detiene el reloj, por lo cual un equipo puede jugar “a no jugar”, especular sin poner la pelota en juego y que el tiempo transcurra. En el fútbol hay una sola forma de marcar puntos: el gol, y sea como se produzca este, siempre “vale uno” (en el rugby hay cinco formas de marcar puntos, en el basquet hay cuatro, en el voley hay cuatro, en el fútbol americano hay cinco, etc). El fútbol es desde hace tiempo mucho más trascendente como fenómeno de masas, popular, social, periodístico y económico que por lo que ocurre en los noventa y pico de minutos que dura un partido que, hay que decirlo, más de la mitad de las veces resulta aburrido.

     Como vemos, las frases-cliché de nuestro fútbol no hacen más que enumerar una serie de hechos o situaciones tácitamente admitidas como ciertas… pero que no lo son. Y en otros casos, peor aún: llevan a aceptar situaciones que dejan de lado el juego limpio, la lógica y la justicia deportiva.

     En el fútbol, si un jugador del equipo propio hace un gol con la mano “es una picardía”; si ese mismo gol lo hace el equipo rival, se insulta al árbitro, se lo hace responsable, se duda de su honestidad, se pide su cabeza  y se buscan conspiraciones en contra. Al jugador que hizo el gol con la mano (o sea, al que hizo trampa) y no lo reconoció ante el árbitro, no se le dice nada. Pero si lo aceptara ante el árbitro (no ocurre nunca, eh), sus propios hinchas lo criticarían por hacerlo.

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