Charles Aznavour: canciones para el mundo

El siglo XX sin duda ha generado todo tipo de cantantes y compositores, pero pocos artistas llegaron a triunfar en la manera en la que lo hizo Charles Aznavour. Ya fuera como actor, cantante o compositor, en cualquiera de estos roles él se destacó y dejó una marca indeleble que escapaba a todas las etiquetas que le quisieran poner, prefiriendo definirse simplemente como artista.

Por su nacionalidad y el estilo que cultivó, se lo suele erigir como uno de los más grandes representantes de la canción francesa, pero -aun habiendo nacido en París- sus orígenes eran más ambiguos. Famosamente, sus padres (un georgiano y una turca de origen armenio) habían escapado de las matanzas a principios de siglo y, por esas cosas del destino, mientras estaban en Francia esperando una visa para para partir a Estados Unidos, Shahnourh Varinag Aznavourian (anotado como Charles por su madre en el registro civil) llegó al mundo un 22 de mayo de 1924. Así es que, a pesar de esta nacionalidad francesa accidental, por su crianza Aznavour siempre tendría una conexión especial con Armenia, ese lugar que él consideraba su otra patria y al que, además de celebrar a través de su trabajo, llegaría incluso a representar diplomáticamente a fines de siglo. En la década del veinte, sin embargo, la situación todavía no tenía una salida clara y, frente a la inestabilidad, la familia Aznavourian decidió quedarse en París.

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Aznavour entre la multitud.
Aznavour entre la multitud.

 

Estos primeros años serían luego recordados por Aznavour como parte de una etapa feliz en su vida, especialmente marcada por las inclinaciones artísticas de sus padres, pero la pobreza y la necesidad también lo acompañaron en su infancia. Por esta razón tomó la decisión de empezar a trabajar y él, que según decía había “nacido al son de la música”, arrancó una carrera en la industria del espectáculo con sólo 9 años. Los inicios fueron bastante modestos y consistieron básicamente en la realización de imitaciones de Chaplin y Maurice Chevalier en shows de talento, pero en poco tiempo logró dar el paso al teatro como actor infantil, directamente abandonando la educación formal, en sus palabras, “más temprano de lo que un escritor está dispuesto a admitir”.

Todo esto se vio interrumpido, sin embargo, por el estallido de la guerra en Europa. Azanavour no era más que un adolescente cuando los alemanes ocuparon Francia, pero según llegó a revelar recientemente, vivió la experiencia con intensidad dado que su familia se arriesgó para ocultar en su casa a judíos y armenios que no querían unirse al ejército alemán. En paralelo, para garantizarle algún tipo de ingreso al hogar, Aznavour también recordaría que durante este período empezó con su propio “pequeño negocio” como agente del mercado negro vendiendo a los soldados alemanes ignorantes “un chocolate muy delgado, unas medias muy malas, un perfume terrible”.

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Aznavour.
Aznavour.

 

Su carrera artística no se vio reactivada sino hasta el final de la guerra, cuando adquirió un nuevo cariz musical. Ya desde 1941, cuando en el transcurso de una transmisión radial, Aznavour había comenzado a explorar estas posibilidades cuando conoció al músico y compositor Pierre Roche. Juntos formaron un dúo que llegó a existir por ocho años y que alcanzó la fama con canciones como “J’ai bu” (1948). Y, sin embargo, aun disfrutando de este reconocimiento, la vida Aznavour terminaría alcanzando una nueva dimensión de espectacularidad recién a partir de que Edith Piaf entrara en su vida.

Para cuando la conoció a mediados de los cuarenta, la cantante ya era una referente para él, que admiraba especialmente sus canciones de la década del treinta. Teniendo esto en cuenta, no sorprende que Roche y Aznavour accedieran a su invitación de acompañarla en una gira por Francia y Estados Unidos en 1947-48. La experiencia fue exitosa desde todo punto de vista, pero en Montreal Roche decidió que no volvería a Francia. Frente a este Aznavour desorientado, incluso barajando la posibilidad de quedarse en Canadá, Piaf ejerció una importante influencia y lo convenció de separarse de su compañero para lanzar su carrera en solitario. Él terminó convenciéndose de que era lo mejor, pero hoy se sabe que lo que siguió fue una especie de entrenamiento de ocho años en el que Piaf puso a Aznavour a trabajar en todo tipo de tareas e impartió a su “pequeño genio idiota”, como ella lo llamaba, una lección sobre los aspectos básicos del estrellato. En el futuro, aún si ella lo obligó a hacerse una rinoplastia sólo con fines estéticos, Aznavour jamás hablaría mal de ella abiertamente y siempre reconoció que sólo por haber observado a Piaf había aprendido muchísimo de ella.

Charles-Aznavour

 

Charles Aznavour.
Charles Aznavour.

 

A inicios de los cincuenta, finalmente, Aznavour se independizó de la diva y trató de llevar su carrera solista al próximo nivel. Desde ya, habiendo escrito algunas canciones para Piaf y para otros intérpretes, como Gilbert Bécaud, su estatus como compositor ya estaba asegurado, pero en tanto cantante, la situación era otra. Si bien hoy puede parecernos ridículo, por esa época Aznavour tuvo que vencer los prejuicios que se le achacaban por su baja estatura y su voz nasal. Por estas nimiedades, debió esforzarse con gran creatividad para ganar el favor del público y le terminaron costando varios años lograr que los triunfos se empezaron a volver algo regular en su carrera. Sin embargo, cuando finalmente llegó a la cima a inicios de la década del sesenta, probó ser merecedor de su lugar al escribir e interpretar una serie de éxitos que terminarían de sellar su legado. Así, el repertorio de la década del sesenta abundó en hits románticos y nostálgicos como “Je t’attends” (1963), “For me formidable” (1964), “Que ce triste Venise” (1964), “La Bohème” (1965), o “Emmenez moi” (1967); que para los setenta incluyó canciones sugestivas como “Comme ils disent” (1971) – revolucionaria por referirse sin sorna a la vida de un homosexual transformista – y otras de atractivo internacional como “The Old Fashioned Way” (1973) y la famosísima “She” (1974).

Charles Aznavour – La Boheme

 

 

 

 

La Boheme – Charles Aznavour.

 

 

En paralelo, como si todo esto fuera poco, Aznavour desarrolló también una importante carrera cinematográfica como actor, destacándose desde sus primeros roles a finales de los cincuenta. Eventualmente (tanto en cine como luego en televisión), tuvo la oportunidad de trabajar en producciones de todo tipo con directores de primer nivel, recibiendo crédito por sus actuaciones en La tête contre les murs (1959) de Georges Franju, Disparen sobre el pianista (1960) de François Truffaut o Ararat (2002) de Atom Egoyan.

Para finales del siglo, entonces, tras cientos de grabaciones, giras y presentaciones, no cabía duda de que Aznavour era un artista de renombre internacional que había conquistado corazones en todo el planeta. Todo lo que encaraba lo hacía con gran placer y respeto, algo que se notaba, por ejemplo, en la molestia que se tomaba por cantar en el idioma local de donde fuera que se presentara para que su público lo entendiera. Llegó a actuar con casi todas las grandes figuras de su tiempo y, aun coronado como superestrella, él siguió trabajando incansablemente hasta el final de su vida.

Para cuando falleció en octubre de 2018 a los 94 años, realmente el mundo lamentó su pérdida sinceramente, consciente de que se iba un grande. Así y todo, entonces, como hoy, resonaba con un nuevo brillo su profética afirmación de que “un día uno puede no tener voz, pero las palabras seguirán estando”.

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Aznavour.
Aznavour.

 

 

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