Will Eisner: Rompiendo la viñeta

Si la historia de los comics tiene próceres, ciertamente Will Eisner es uno de sus padres fundadores. Figura omnipresente en el medio en el siglo XX, él alcanzó la fama, principalmente, gracias a su talento, su inclinación a la experimentación y su capacidad para sacar a la historieta de la infancia y hacer de ella, no sólo un negocio y una profesión respetable, sino también un arte y un objeto de estudio.

Pero mucho antes de eso, cuando todavía era William Erwin Eisner, hijo de padres judíos inmigrantes, el dibujo y las historietas era la forma en la que él escapaba de una infancia repleta de carencias y sufrimientos. Había mostrado talento desde muy joven, participando en medios escolares y barriales, pero la publicación de su primera tira llegó en 1936 de la mano de la revista WOW, dirigida por Jerry Iger.

Esta última experiencia probó ser clave ya que, aunque WOW no prosperó, permitió el contacto entre ambos hombres y habilitó la creación del primer gran éxito en la vida de Eisner: la compañía Eisner & Iger. Habiendo recolectado algo de dinero y viendo una oportunidad en un mercado que demandaba contenidos gráficos, hacia finales de la década del treinta y con apenas veinte años, Eisner le propuso a su ex jefe armar una empresa en conjunto. La idea del negocio, básicamente, contemplaba la creación de una suerte de “fábrica” de comics, algo muy novedoso para la época, donde varios artistas trabajaban generando contenido original que luego era vendido a diferentes medios por un precio fijo por página. Como Eisner bien sospechaba, el negocio resultó ser extremadamente rentable y llegó a nuclear a varios dibujantes importantes de la época que crearon historietas para editoriales de renombre en esa época como Fox Comics, Fiction House y Quality Comics.

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Will Eisner (1941).
Will Eisner (1941).

 

Eisner, sin embargo, abandonó inesperadamente la empresa a finales de 1939, cuando se presentó la segunda gran oportunidad de su vida: la creación de The Spirit. Everett Arnold, editor de comics, se acercó a él a indicarle que había estado conversando con diferentes diarios y que varios habían expresado interés en incluir algún tipo de suplemento dominical que incluyera historietas y que pudiera competir con los comics tradicionales. Viendo que este tipo de medio podía abrir las puertas a un público más adulto y, por ende, a nuevas temáticas, Eisner consiguió un contrato beneficioso y atípico para la época que le cedió todos los derechos de su obra, vendió su parte de la empresa a Jerry Iger y se dedicó a la creación de la tira para el Register and Tribune Syndicate de Des Moines, Iowa. Esto, que aparentaba ser una locura, finalmente culminó con la creación de una de las historietas más icónicas del medio.

La historia de The Spirit en sí se puede asociar con la de otras tiras de la época. Su, en principio, protagonista debía ser una especie de superhéroe como los que estaban de moda entonces, pero Eisner – que ya estaba cansado de hacer ese tipo de cosas en Eisner & Iger – eligió doblar un poco el concepto para generar un héroe más similar a los detectives del film noir de la época. Eso sí, enmascarado. Las aventuras del misterioso agente se volvieron extremadamente populares y la tira llegó a salir a un ritmo diario, lo que obligó a varios artistas más a intervenir desde las sombras, pero no hay duda de que ésta era la criatura de Eisner. Su valor fundamental (algo que hoy representa su mayor legado) radicaba en que, básicamente, la historieta le permitía a su creador experimentar con distintos géneros y formas de contar historias. A lo largo de la existencia de The Spirit quedan claras las posibilidades que ofrece el “arte secuencial”, como él luego lo definiría, al articular textos con un lenguaje visual capaz de habilitar toda una serie de variaciones para producir un determinado efecto. Así, cosas que hoy parecen obvias – como la inclusión de diferentes tipos de fuentes en los textos o la posibilidad de salirse de la viñeta y optar, si el artista lo requiere, por incluir cuadros de diferentes tamaños o páginas completas – fueron inventadas y popularizadas por Eisner.

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Sin embargo, aunque había dejado su vida para dedicarse a ella, a poco de empezar a trabajar en The Spirit, en 1942 Eisner abandonó momentáneamente la tira para ponerse al servicio del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. En su caso, como sucedió con tantas otras personas de talento, en los altos mandos se decidió que ayudaba más al esfuerzo de guerra dibujando que peleando, por lo que pasó los siguientes cuatro años en el Pentágono dedicado al diseño de manuales de entrenamiento. Ayudado por el lenguaje del comic, desarrolló ilustraciones y las historias de Joe Dope para Army Motors, una revista especialmente diseñada para los soldados. La tira, como mucho del contenido del medio, tenía un propósito educacional que, enmascarado como historieta, permitía presentar información acerca del mantenimiento de diferentes equipos militares de una forma atractiva

Acabada la guerra en 1945, Eisner retornó a su vida y a The Spirit, tira en la que participó hasta 1952, pero en paralelo continuó trabajando para el ejército. Ya de forma independiente, fundó la American Visuals Corporation (AVC) en 1948. Con esta empresa, que lo mantendría entretenido por los siguientes veinte años, retomó la idea de los comics educativos para el mundo militar y se dedicó a generar contenido para él y para otros negocios. De todas sus producciones en el marco de AVC, la más destacada fue PS, The Preventive Maintenance Monthly, una revista de comics creada en 1951 que resultó inmensamente popular en las filas de las Fuerzas Armadas y que continuaría circulando hasta la década del setenta.

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Hacia finales de esa década, sin embargo, algo más se estaba comenzado a gestar en la mente de Eisner, cada vez más interesado en la creación de trabajos narrativos más largos y literarios. Inspirado por sus dramas personales y como una muestra de la entrada a la madurez de su obra, en 1978 publicó Contrato con Dios. Esta historieta de fuerte tono autobiográfico, basada estilísticamente en las novelas en imágenes populares en la Alemania de la década del veinte, reunía cuatro historias que transcurrían durante la Depresión de los treinta y trataban acerca de diferentes inquilinos en un conventillo del Bronx. Aunque no fue la primera, ciertamente fue una pionera al popularizar el concepto de “novela gráfica” y ayudar a darle el tono que terminaría siendo asociado definitivamente a este género. Así, a años luz de la idea de que el comic era cosa de chicos, esta y las otras novelas que Eisner produciría en los siguientes años a un ritmo casi anual incluían historias que lidiaban naturalmente con temas como la sexualidad, la pobreza, la violencia y el racismo.

Además de realizar nuevos trabajos basados en material original y en grandes obras de la literatura – como Moby Dick (2001) o El Quijote (2000) – hacia el final de su vida Eisner también se dedicó a la docencia. Desde las aulas de la Escuela de Artes Visuales de Nueva York, en incontables congresos y conferencias, y en las páginas de sus libros El comic y el arte secuencial (1985) y La narración gráfica (1996), teorizó sobre su obra y la de otros, elevando la historieta a un estatus artístico y proveyendo un material de estudio que continúa vigente en las escuelas de historietistas de todo el mundo.

Para cuando falleció el 3 de enero de 2005 a los 87 años, ya era considerado una eminencia del mundo de la historieta y había sido reconocido incontables veces por sus pares y por fanáticos del medio. Al día de hoy el premio más importante que otorga la industria lleva su nombre y su influencia, intangible, persiste en el arte de todos los que alguna vez se embarcaron en la producción de una novela gráfica.

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