En enero de 1897, nacía una gran estrella del cine mudo, que moriría 90 años más tarde de una neumonía. Esta mujer que hizo suspirar a millones de hombres y, a su vez rabiar de celos a igual número de mujeres, por haber sido la “viuda mediática” de Rodolfo Valentino, el primer sex simbol de la Era del Cine.
Fue la “Reina Vamp” de los locos años ’20, la más exótica y llamativa de esas bellezas que debían transmitir emociones, sentimientos y consternaciones con sus gestos eternizados en el celuloide y de esta forma eternizados.
En el caso de Pola Negri, una niña oriunda de Polonia, cuyo verdadero nombre era Barbara Apolonia Chalupiec (un apellido casi impronunciable para la mayor parte de los norteamericanos) tuvo una vida más impetuosa fuera de la pantalla que en los roles que le asignaban, ya que dispersaba noticias de amoríos con astucia entre los medios.
Se casó con dos aristócratas de los que se divorció, y fue la amante de Charles Chaplin… Pero el amor que la llevó a la historia, fue el romance que mantuvo con Rodolfo Valentino, (cuyo verdadero nombre era Rodolfo Guglielmi), cuando este tuvo la desgracias de morirse (quizás en este caso, la muerte de Valentino en la cúspide de su fama no pueda catalogarse como desgracia). Lo del romance, más probablemente haya sido un truco publicitario para promover sus películas, porque corrían insistentes rumores sobre la vida de gigoló que Valentino había llevado cuando llegó a Estados Unidos y su probable homosexualidad enmascarada tras esta pasión mediática.
Eran los tiempos en que la novedad del cine hacía furor en el mundo. La vida también podía transcurrir en una pantalla, y al parecer era más interesante que la propia, ya que dejaba fortunas. “Los cuatro jinetes del apocalipsis”, fue la primera película en recaudar un millón de dólares de esa época.
Justo cuando su nombre estaba en boca de todo el mundo y Rodolfo Valentino era el latín lover por excelencia, una úlcera perforada, tomada por una apendicitis lo mató por una peritonitis (tal síndrome existe, y se llama justamente como el finado actor).
El romance, ya de por sí accidentado, se agravó por la historia de la maldición del anillo que Rodolfo le había comprado a Pola. A pesar de las historias de desgracias acontecidas entre sus dueños anteriores (quizás se deba incluir también a los posteriores, ya que otro de sus poseedores, Russ Colombo, a quien llamaban el doble de Valentino, murió misteriosamente en un tiroteo, como un tal Joe Casino, quien restituyó el anillo al Museo Valentino, aunque eso no le evitó morir a los pocos días atropellado).
Pola había comenzado su carrera como bailarina del Ballet Imperial Ruso, pero una lesión truncó su carrera en la danza, no así en la pantalla, donde comenzó a aparecer en películas filmadas en Polonia y Berlín, bajo la conducción de Max Reinhardt.
Su gran éxito fue “Los ojos de la monia”, prestigio que la empujó a emigrar a la meca del cine, que se desarrollaba en un suburbio de Los Ángeles. Ahí vivió un romance con Charles Chaplin, y el más sonado anuncio de casamiento con Rodolfo Valentino (más promocionado por Pola que por Rodolfo).
Vestida de negro, acompañó el féretro de su malograda pareja, y esta foto dio la vuelta al mundo; Pola, la precoz viuda, hizo su papel a la perfección.
Con la llegada del cine sonoro, el fuerte acento polaco de Pola la obligó a cruzar una vez más el Atlántico, para reiniciar su carrera en los estudios UFA, controlado entonces por Goebbels. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Pola volvió a los Estados Unidos, donde los últimos años de su vida transcurrieron misteriosamente, ya que en su autobiografía de 1970, solo refuerza su papel de viuda inmaculada de Valentino, aunque en cierto momento del relato confiesa haberse enamorado de Lenin, “subyugada por el fulgor de su mirada”. Así es como, curiosamente, el ídolo del mundo capitalista, termina asociado con el líder bolchevique, por los encantadores ojos verdes de una polaca convertida en la “viuda” de un italiano que sin pensarlo ni soñarlo se convirtió en el sex symbol del cine.