Debido a la tuberculosis que lo había hostigado desde su adolescencia, Robert Louis Stevenson recorrió el mundo en busca de un lugar donde calmar las molestias respiratorias que lo acosaban. La tuberculosis lo estaba matando lentamente. Su enfermedad resultó ser la excusa perfecta para justificar sus hábitos itinerantes. “Viajo por el gusto de viajar“, solía decir. Después de los éxitos de La isla del tesoro, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, basada en un sueño que tuvo, y editada tan solo en diez semanas, escribió Secuestrado, la historia de su ancestro David Balfour que había sido secuestrado por piratas. En 1888 se dirigió a las islas del pacifico Sur, donde eligió la isla de Samoa, cuyo clima benigno y el ambiente de paz lo invitó a establecerse. Como existía una estafeta postal, Stevenson podía mantener una fluida comunicación con el mundo exterior. Allí se dedicó a escribir su inconclusa obra maestra The Weir of Hermiston. El 3 de diciembre de 1894, mientras le dictaba a su hija adoptiva, Belle Osbourne, los últimos capítulos de este libro, súbitamente se descompuso. Una hemorragia cerebral puso fin a la vida de Tusitala, el relator de cuentos, como le decían los nativos. Su ataúd fue llevado a pulso por los nativos hasta el monte Vala, a un lugar poco accesible, que había elegido para ser enterrado. Poco después, se construyó sobre su tumba un mausoleo, donde se escribió el texto, que él mismo redactara como epitafio. Here he lies where he longed to be Home is the sailor, home from the sea And the hunter home from the hill Aquí yace donde quiso yacer; De vuelta del mar está el marinero, de vuelta del monte está el cazador Hoy gente de todo el mundo visita la tumba de Tusitala, que tantos momentos felices nos hizo vivir durante nuestra infancia.